Washington y la oligarquía ecuatoriana han logrado poner a su banquero en el Palacio de Carondelet. Pero ha sido por la mínima y con la mitad de los ciudadanos en contra. Lasso gobernará sobre un explosivo lecho de antagonismos sociales.
De forma sorpresiva -las encuestas daban ventaja al candidato correísta- el banquero Guillermo Lasso ha ganado la segunda vuelta de las presidenciales ecuatorianas. El derechista ha sacado el 52,4% de los votos, cinco puntos por encima del 47,6% logrados por el delfín del ex-presidente Correa, Andrés Arauz, candidato de Unión por la Esperanza (UNES).
Estas eran unas elecciones decisivas para el país, donde estaban en juego dos rumbos diametralmente opuestos. Arauz trataba de reeditar los gobiernos de la «Revolución Ciudadana», un camino de retorno a las políticas de redistribución de la riqueza y de defensa de la soberanía nacional de Ecuador frente a la intervención y el saqueo de la Washington. Guillermo Lasso, un miembro puro de la oligarquía criolla a, representa la total continuidad con el gobierno de Lenin Moreno y sus políticas de entrega a EEUU, a los dictados del FMI y de ataques a las clases populares.
Unas políticas que son la causa de la profunda crisis económica y social que vive el país, y que en 2019 desencadenaron intensos episodios de protestas contra los «paquetazos» de Moreno. La punta de lanza de ese movimiento popular de rechazo a las medidas dictadas por el FMI -como la subida del precio del combustible, detonante de las protestas- fue la poderosa la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), cuyo brazo político es el partido Pachakutik.
En la noche del escrutinio de la primera vuelta, el candidato de Pachakutik, Yaku Pérez, pareció llevar ventaja sobre Guillermo Lasso, pero tras semanas de lento recuento, el Consejo Nacional Electoral (CNE) dictaminó a favor del candidato de la derecha para pasar a la segunda vuelta. Pérez levantó la bandera del fraude, enfrentándose a Lasso, y llamó a la abstención activa a sus seguidores.
Guillermo Lasso gobernará a la contra de unas clases populares ecuatorianas que han demostrado una enorme capacidad de movilización y lucha cuando se vulneran sus intereses fundamentales.
Cabría pensar que el destino «natural» de los votos indígenas de Pachakutik es hacia el correísmo, pero no ha sido así. Una parte de los dirigentes de la CONAIE sí han tomado partido por Arauz frente a un banquero pronorteamericano como Lasso, pero entre esos sectores pesa aún el recuerdo de la oposición a las medidas extractivistas de los gobiernos de Correa. Es por ello que su candidato, el «ecosocialista» Yaku Pérez, es un furibundo detractor de la Revolución Ciudadana y de sus aliados internacionales: apoyó el golpe de Estado contra Evo Morales en Bolivia y también el impeachment golpista de la derecha brasileña contra Dilma Rousseff.
El hecho es que, aunque Andrés Arauz ha logrado pasar del 32,7% de la primera vuelta al 47,6% de la segunda, ganando 1,2 millones de votos -procedentes de una parte de los votantes de Pachakutik, y de los socialdemócratas de la Izquierda Democrática de Xavier Hervás – este balotaje se ha desarrollado como un híper-polarizado plebiscito a favor y en contra del correísmo, donde Lasso ha logrado aprovechar toda la ponzoña ideológica vertida durante largos años contra los gobiernos de Alianza País.
La participación ha sido mayor que en la primera vuelta, pero los votos nulos -impulsados por los llamamientos de Yaku Pérez- han aumentado en 700.000. Una cantidad que habría dado la victoria a Arauz.
Guillermo Lasso tiene ahora cinco años por delante para gobernar, pero no parece que vayan a ser tranquilos, en un país donde el 66% de los votos han ido a parar a opciones de izquierdas o anti-neoliberales. La correlación de fuerzas en el Parlamento le plantea serias adversidades -tiene sólo 12 escaños, frente a los 49 del correísmo, los 27 de Pachakutik y los 18 de ID- pero sobre todo se enfrenta a unas clases populares ecuatorianas que han demostrado una enorme capacidad de movilización y lucha cuando se vulneran sus intereses fundamentales.