Un auténtico «lobo solitario» de la investigación médica presenta la más avanzada metodología sobre cómo obtener vacunas sintéticas para combatir más de 500 enfermedades infecciosas.
Manuel Elkin Patarroyo, Premio Príncie de Asturias de Investigación Científica en 1994, fue galardonado el pasado 22 de marzo por el Gobierno de Navarra con el Premio Internacional Príncipe de Viana de la Solidaridad 2011 por su trabajo de más de 30 años en la búsqueda de soluciones de enfermedades como la malaria a través de vacunas. Este merecido premio se le da cuando están en camino los ensayos clínicos de su segunda vacuna contra la malaria. Una vacuna con un trasfondo poco menos que revolucionario. Su eficacia de más del 90 por cien conseguida en monos de laboratorio (frente al 50% de la vacuna anterior) encierra una investigación catalogada como la más avanzada sobre cómo obtener vacunas sintéticas para combatir no sólo la malaria (el objeto de estudio inicial) sino las más de 500 enfermedades infecciosas que afectan hoy a dos terceras partes de la humanidad y causan 17 millones de muertes por año en el mundo.¿Cuál es el alcance real de la aportación del Dr Patarroyo en el terreno científico? ¿Cómo es posible que un científico que cuenta con menos medios que la todopoderosa industria farmacéutica haga aportaciones tan cualitativas? ¿Quiénes son los principales beneficiarios de sus descubrimientos? ¿Qué implicaciones tiene en el terreno político? Dar respuesta a estos interrogantes implica sintetizar la particular línea de investigación de este extraordinario científico durante los últimos 33 años. “Desde que nos organizamos como laboratorio en 1978, (la inversión hasta hoy) llega a $80.000 millones. Si usted suma lo recibido para crear dos institutos, para educar a 1.108 personas, para sacar 30 doctores, 100 másteres, para hacer la investigación de 360 publicaciones mundiales, eso no es nada, porque Glaxo ha invertido sólo en esa vacuna, sin hablar de los laboratorios, US$1.000 millones. Lo nuestro es escasamente un 5% de lo que ha invertido Glaxo”.Largo camino¿Cuál es la vacuna de Glaxo? Hasta que en 2004 el científico español Pedro Alonso, del Hospital Clínico de Barcelona, daba a conocer una vacuna desarrollada por varias universidades, institutos de investigación y una compañía farmacéutica (GlaxoSmithKline), la de Manuel Patarroyo, la SPF-66 elaborada en 1986, era la única disponible. La eficacia de la SPF-66 no era total. Mostró entre un 40 y un 66 por ciento de los adultos y en el 77 por ciento de los menores de cinco años, después de 10 años de pruebas en 40.000 personas en Colombia, Venezuela, Ecuador, Brasil, Tailandial, EEUU y algunos países de África, tras lo que Manuel Patarroyo cedió la patente a la OMS (1995) y se dedicó a buscar cómo llegar a una eficacia del cien por cien (la vacuna de Glaxo no mejoró sus resultados).La segunda generación presentada ahora, bautizada como Colfavac tiene una efectividad inmunológica del 90% en monos Aotus, una especie amazónica cuyo sistema inmunológico se comporta de manera muy similar al de los humanos cuando es atacado por el ‘Plasmodium falciparum’ (parásito de la malaria). “En las vacunas sintéticas usted puede modificar las moléculas, puede producir grandes cantidades, son estables, se mantienen a temperatura ambiente, cada lote es reproducible, lo que no pasa con las biológicas. Además son baratísimas” Todo parece indicar que el camino del Dr Patarroyo era el correcto. Correcto pero no esperadoLa primera vacuna no estuvo exenta de polémica. A pesar de que supuso un adelanto en la investigación médica sin precedentes, el que por primera vez una molécula totalmente sintética protegiera a cerca del 50% de la infección durante tres años, los resultados que se fueron publicando de esta vacuna, sin embargo, fueron descalificados ampliamente. El Dr Patarroyo acusó a las multinacionales farmacéuticas de presionar a la OMS para abortar su línea de investigación con una campaña de desprestigio. Ni siquiera la OMS, a la que donaría su patente, le defendió ante los laboratorios ingleses y norteamericanos que trataron de impedir en 1990 la vacunación en países del África subsahariana como Tanzania. El Dr Patarroyo nunca tuvo reparos en denunciar la filosofía criminal de estos laboratorios. Incluso los científicos del ejército norteamericano cometieron errores en los ensayos para desprestigiarle a él y su vacuna en los foros internacionales. Les dio igual toda crítica, tenían prisa en boicotearla, tarea a la que se apuntó la influyente revista médica The Lancet en 1996 difundiendo las tesis sesgadas del ejército.Los cuatro pilares de Manuel Patarroyo. 1 Su trabajo tiene valor científico, sintetiza en una metodología (un decálogo) el conocimiento integrado de varias disciplinas científicas. Así lo resumía el Dr Patarroyo hace un año: “La problemática general cuenta con cuatro estadios…. desde lo biológico hemos conseguido ir a los aspectos químicos para, después, pasar al plano físico e intentar culminar el proceso con el hallazgo de una fórmula matemática”. Ha sido publicado por la séptima revista más leída por la comunidad científica, la norteamericana “Chemical Reviews” (y reconocido por la OMS) que lo ha calificado como “fuera de serie” en el campo de la química. Igualmente, los resultados fueron alabados como “excelentes” por un equipo de pares académicos de talla mundial. Esbozos del decálogo propuesto por el equipo colombiano. “Primero, el concepto: para poder desarrollar vacunas hay que buscar los fragmentos con los cuales los microbios se agarran a las células. Segundo, que esos fragmentos son invisibles al sistema de defensas. Tercero, que había que cambiar ciertos aminoácidos. Cuarto, que eso lleva a unas características estructurales de las moléculas que tienen reglas propias, independientes de la enfermedad; eso permitía ajustar perfectamente la molécula o el fragmento modificado en lo que se denomina la sinapsis del sistema inmunitario para activarlo y producir las defensas. Esos son algunos de los secretos del decálogo planteado.” 2 Su investigación es independiente. Al Dr Patarroyo se le describe normalmente como “ una personalidad que va por libre, quijotesca”, un “lobo solitario” tal como él mismo se autocalifica: “Yo siempre he sido un lobo solitario, porque muchas veces en las alianzas si bien es cierto se pueden potenciar las cosas, también pueden volverse más lentas. Prefiero tener un grupo sólido aquí adentro. Las asociaciones serán fundamentales en el momento cuando se comiencen las vacunaciones masivas; en la investigación no.” No ha sucumbido a los cantos de sirena de los contratos millonarios de las farmacéuticas, ni tampoco a las dificultades de todo tipo hace diez años cuando tuvo que afrontar el embargo de su laboratorio, ataques de grupos ecologistas por maltrato a los animales de laboratorio y problemas financieros de todo tipo. Finalmente, la Caja de Ahorros de Navarra y la Agencia Española de Cooperación han contribuido, junto a la Universidad Colombiana del Rosario a que haya podido desarrollar su proyecto, algo que nunca deja de agradecer.3 La dimensión hispana de sus logros. El Dr Patarroyo representa en el terreno científico la unidad del mundo hispano basada en la democracia y en el desarrollo económico al servicio de su país y de la humanidad. Donó la patente a la OMS con la condición de que la producción de la vacuna fuera en el país donde menores costes tuviera, para que Colombia y otros países del Tercer Mundo pudieran optar a ello. Principios que chocan con las reglas del Imperio del Norte. Este compromiso le llevó a elegir la lucha contra la malaria porque “ha sido el mayor problema de salud pública de la historia de la humanidad” (provoca la muerte anual de entre 3 y 5 millones de personas, ocasionando entre 300 y 500 millones de casos clínicos en el mundo). Y le lleva ahora a entregar la nueva vacuna "en nombre del pueblo de Colombia y sin coste alguno para el bienestar de toda la humanidad.” No en vano su trabajo ha sido distinguido en la consecución de varios Objetivos del Desarrollo del Milenio fijados por la ONU.4 Honestidad en someter a crítica el trabajo hecho para mejorarlo. En los años ochenta, el Dr Patarroyo tomó el camino de aislar y caracterizar las principales proteínas del parásito de la malaria. Las sintetizó químicamente en el laboratorio y obtuvo la primera vacuna. Sin embargo su baja eficacia indicaba que algo se le escapaba: “era deshonesto de mi parte, sabiendo que las vacunas imperfectas pueden llegar a incrementar el riesgo de desarrollo de la enfermedad”En esta segunda investigación ha puesto de manifiesto que las proteínas que permiten al parásito unirse a la célula humana para infectarla son invisibles para el sistema inmunológico. No nos podemos defender de ella. Por lo tanto, se trata de crear de forma sintética (artificial) estas proteínas para que el sistema inmunológico cree anticuerpos que las neutralicen e impidan que el microbio infecte la célula humana. Algo así como serrarle los colmillos a un vampiro.Además, las vacunas sintéticas ofrecen una ventaja con las vacunas biológicas tradicionales. Con las biológicas se introducen los microbios muertos o atenuados para que el sistema inmune pueda producir anticuerpos y esté preparado para luchar contra la infección. Funcionan sólo cuando el microbio no mute o cambie como en la malaria o en la gripe, que obliga a nuevas vacunas cada año. Las vacunas sintéticas o de origen químico tienen la ventaja de que permitirían proteger a la población sin miedo a que cambien los virus o generen resistencias. La malariaLa malaria (paludismo) causa cada año más de un millón de muertes, sobre todo en los países de África subsahariana, y 500 millones de personas se infectan con el parásito anualmente. Hoy en día, existen herramientas eficaces para luchar contra la enfermedad: pruebas de diagnóstico rápido y terapias combinadas con artemisinina (TCA). Sin embargo, sólo una pequeña proporción de los enfermos tienen acceso al diagnóstico y el tratamiento que necesitan. La mayoría sólo recibe medicamentos obsoletos e ineficaces o ninguno. Según un informe de Médicos Sin Fronteras (MSF) sobre su experiencia en Sierra Leona, Chad y Malí, las barreras económicas y geográficas son los principales obstáculos para que los enfermos reciban una medicación adecuada. 17 millones Mientras 17 millones de personas mueren por enfermedades tratables, el Dr Patarroyo califica como “flagrante atentado contra los derechos humanos” el que de los 1.223 fármacos nuevos desarrollados entre 1975 y 1997, sólo 13 (1%) fueron destinados al tratamiento de males tropicales, y nueve de ellos para el mercado veterinario. Mientras los laboratorios buscan el máximo beneficio, cada 10 segundos el parásito de la malaria se cobra una víctima más. 17 millones de personas mueren por no tener medicamentos esenciales contra las enfermedades transmisibles como el sida o la tuberculosis, según un informe de Médicos Sin Fronteras (MSF). Una simple caja de penicilina puede llegar a valer hasta siete u ocho veces más en el Tercer Mundo que aquí, según Anesvad. Y eso suponiendo que el producto sea de verdad y no una imitación, práctica denunciada varias veces por MSF. Como las 88.000 vacunas contra la epidemia de meningitis de Níger de 1995, donadas por Pasteur Mérieux y SmithKline Beecham desde la vecina Nigeria, y que fueron falsificadas en circuitos ilegales. 60.000 personas fueron inoculadas con vacunas falsas durante la campaña. ¿Para cuándo ensayos en humanos? Según el trabajo presentado cualquier laboratorio científico del mundo podría fabricar vacunas contra enfermedades tan complejas como la tuberculosis, la hepatitis, las neumonías, las meningitis producidas por bacterias, la sífilis, el dengue, el cólera, el herpes, entre muchas otras. Sin embargo, las lógicas llamadas a la prudencia de los expertos ante la expectación creada por el Dr Patarroyo suelen encubrir que la traslación de un hito científico a la práctica clínica no siempre depende de su validez intelectual. “Primero tengo que patentar y el problema es que eso vale cerca de medio millón de dólares. Segundo, hay que escribir los protocolos de acuerdo con los principios jurídicos y bioéticos.Hoy en día hay unos criterios muy difíciles porque no se pueden hacer ensayos ni de drogas, ni de vacunas en gente que tenga dependencia jerárquica y eso complicará la selección del personal. Tercero, debo producir tres lotes distintos de cada molécula para tener siempre un punto de referencia. Debo hacer contratos con laboratorios de empresas privadas que tengan buenas prácticas de laboratorio, pero como no hay nadie que haya hecho síntesis de proteínas químicas, eso vale cualquier cantidad de dinero. Esto no va a ser antes de un año, acelerando el proceso.”*los entrecomillados a lo largo del texto son extractos de entrevistas publicadas en los medios de difusión general.