Por distintas razones, los gobiernos autonómicos de Euskadi y Galicia han decidido adelantar sus elecciones al próximo 21 de Octubre. En un caso, el vasco, forzado por la insuficiencia parlamentaria del gobierno de Patxi López tras la retirada del apoyo por parte del PP. En el otro, el gallego, por el fundado temor a que durante los próximos meses se multiplique el ya acelerado desgaste del PP.
En ambas elecciones, sin embargo, vamos a asistir previsiblemente a otro capítulo en el derrumbe del modelo político del bipartidismo y a un nuevo y mayor retroceso político y electoral de PP y PSOE. Más allá, por tanto, del nuevo mapa político particular y el gobierno que salga elegido en ambas comunidades, sus resultados van a ser, por un lado, el reflejo de la correlación de fuerzas política y de clase que existe en el país y, por otro, van a tener importantes repercusiones sobre ella. Por mas que desde el gobierno y algunas fuerzas nacionalistas se va a tratar de desligar la doble batalla electoral del 21-O de la situación general del conjunto del país, escudándose en lo específico de cada autonomía y sus necesidades y problemas particulares, lo cierto es que ni en Euskadi ni en Galicia se juegan en lo fundamental contradicciones diferentes a las del resto de España. Tanto vascos como gallegos nos enfrentamos, al igual que el resto de españoles, al mismo proyecto de degradación de todo el país a una tercera o cuarta división mundial y al mismo saqueo de nuestros salarios e ingresos dictado por el FMI y Berlín. «Ni en Euskadi ni en Galicia se juegan contradicciones diferentes a las del resto de España» ¿O es que no ha acabado Patxi López tragando con la aplicación del copago farmacéutico y adelantando que probablemente también eliminará la paga extra de Navidad a los funcionarios vascos? ¿Acaso Núñez Feijoo no ha aplicado la misma batería de recortes autonómicos en sanidad, educación o dependencia para dar prioridad al pago de la deuda pública autonómica a bancos nacionales y extranjeros? Las dos cuestiones clave que va a medir el 21-O son, en primer lugar, hasta dónde ha llegado la erosión de las dos principales fuerzas que sostienen el modelo bipartidista, tras más de dos años de severos recortes y ajustes, ejecutados primero por el gobierno de Zapatero y ahora por el de Rajoy. Y, en segundo lugar, el grado en que el amplísimo movimiento popular de rechazo ha madurado políticamente, cómo se expresa esto en el avance de las fuerzas que nos oponemos a los recortes y ajustes y qué nuevas condiciones ha generado para empezar a levantar una alternativa política y electoral unitaria capaz de representar y defender los intereses del 90% de la población. De todas estas cuestiones, lo más vital, lo decisivo es la unidad. Venimos reiterándolo desde hace más de dos años. Y hemos trabajado sin descanso por ello, desde en las dos huelgas generales hasta en las pasadas elecciones del 20-N, pasando por la convocatoria de la Marcha a Madrid del próximo 15-S. ¡Unidad, unidad, unidad! Esta es la consigna del momento que ahora se traduce en si en torno a la batalla electoral del 21-O vamos a conseguir que la alternativa de frente amplio de unidad avance y dé sus primeros pasos prácticos.Dar pasos hacia un frente amplio de unidadNuestro partido, Unificación Comunista de España, estamos empeñados en que las elecciones vascas y gallegas sean un primer paso en el camino de la unidad. Y con este fin estamos desplegando distintas iniciativas con el mayor número de fuerzas políticas y sociales proponiendo la formación de una plataforma electoral unitaria, tanto en Galicia como en Euskadi, que pueda ser un primer germen que, en sucesivas etapas, desemboque en la creación del frente amplio de unidad que el 90% de nuestro pueblo necesita y demanda. Unidad para la que, en esta primera fase, no son necesarias extensas declaraciones programáticas ni grandes acuerdos de principios, sino unos puntos mínimos y sencillos en los que rápidamente podemos estar de acuerdo un amplio conjunto de fuerzas. -La persecución del fraude fiscal y una reforma fiscal y del impuesto de sociedades para que pague mas quien más tiene, permitiendo así, frente a los recortes, financiar una educación y sanidad universales, gratuitas y de calidad, unas pensiones dignas y dedicar los grandes recursos que posee el país –pero que hoy están al servicio de un puñado de banqueros, monopolistas y grandes fortunas– a la creación de centenares de miles de empleos productivos y de utilidad social.-La derogación de la reforma laboral y la elevación del salario mínimo a 1.000 euros mensuales.-Ni un euro más a la banca. Y realizar una auditoría ciudadana e independiente sobre la deuda pública para determinar qué parte de ella es ilegítima.-La reforma de la ley electoral para que el voto de cada ciudadano valga lo mismo-La reducción de un 30% en los gastos superfluos e innecesarios en la administración del Estado, empezando por una reducción del 25% en los salarios de todos los cargos públicos con rentas anuales superiores a 60.000 euros, la prohibición de ocupar más de un cargo público remunerado y la eliminación de todas las prebendas y privilegios que se ha autootorgado la clase política. Puntos mínimos y sencillos que, además, dejamos totalmente abiertos a su discusión. Porque la unidad es lo más importante. Y dar pasos y avanzar de forma práctica en ella está ahora mismo incluso por delante del programa que se acuerde. Y por supuesto muy por encima, desde luego por nuestra parte, de cualquier disputa sobre la confección de las listas electorales. «Poner por delante la unidad al programa propio, esto es lo que exige la situación» En nuestra propia memoria histórica están grabadas a sangre y fuego enseñanzas muy valiosas acerca del problema de la unidad que hoy es necesario desenterrar. Entre diciembre de 1935 y enero del 36, el PSOE, el PCE, la UGT, las Juventudes Socialistas,… en una palabra, las fuerzas de izquierdas, renunciaron a la mayor parte de su programa en aras de que fuera posible firmar el acuerdo de formación del Frente Popular con las fuerzas republicanas democráticas. La consecuencia de esta línea de actuación fue poder movilizar, sólo unos meses después, a millones de anarquistas que con su masiva participación electoral ante el ejemplo unitario que habían dado todas las fuerzas dispuestas a frenar el avance de la reacción dieron la victoria al Frente Popular. El poner por delante la unidad al programa y las reivindicaciones propias fue la clave del éxito. Todos, y en particular quienes nos reclamamos de izquierdas, progresistas, socialistas o comunistas tenemos que aprender de ello. Y no empeñarse en hacer de un programa lo más radical posible, las siglas propias o el lugar que ocupen los candidatos en las listas un factor que haga imposible la unidad. Los acuciantes plazos de presentación de coaliciones electorales juegan en nuestra contra. Pero eso no va a hacernos desistir lo más mínimo de buscar con empeño hasta el final la formación de una plataforma electoral unitaria para el 21-O. E incluso aunque finalmente no sea posible, el trabajo desplegado no será en balde. Estamos en una batalla de largo alcance, y es posible que las condiciones políticas no hayan madurado todavía lo suficiente. Pero estos pasos y avances que estamos dando ya en el camino de la unidad, aunque a simple vista parezcan pequeños y modestos, se revelarán como importantes, muy importantes, en el futuro inmediato. Porque ellos son los que están marcando el camino y la línea a seguir por todos para dar con éxito la batalla frente a nuestros enemigos. En el caso de que no pueda forjarse una coalición unitaria, Unificación Comunista de España presentaremos nuestras propias candidaturas, tanto en Euskadi como en Galicia, con un mismo objetivo en esta dirección. Hacer que el 21-O se abra paso, acumulando fuerza política y electoral, la alternativa de un frente amplio de unidad y un programa de redistribución de la riqueza, ampliación de la democracia y defensa de la soberanía nacional. Porque esta es la alternativa y el programa que necesita nuestro pueblo. Y porque esto es lo que están demandando los millones de españoles que salimos una y otra vez a la calle a luchar contra los recortes y ajustes: un frente amplio capaz de unir al 90% de la población que imponga un política de redistribución de la riqueza frente al paro y la miseria al que nos condenan Berlín y el FMI, imponiéndonos unas políticas que van contra los intereses del país y de la mayoría de la población.