Crónica del 29-S

Diario de una goleada

«Victoria por goleada», así­ hemos calificado el éxito de la huelga. Muchas son las razones para decirlo, y todas ellas, de una forma u otra, se reflejan en estas páginas. Pero, siguiendo el sí­mil futbolí­stico, en todo partido hay un equipo ganador y hay jugadores que lo hacen posible. Desde Unificación Comunista de España y las Agrupaciones de Unidad Popular contra la Crisis, dimos un par de pases de gol.

Cuando todos los medios de comunicación hacen iña en una ofensiva completa y articulada para que la única idea que circule sea la de “esto no ha servido para nada”, se convierte en prioritario contar la verdad, algo así como el “yo estuve allí”. Porque si malo es que se extienda una mentira sobre la base de repetirla hasta que parezca verdad, peor es que quienes “empujamos” el día de la huelga de una u otra manera, que fuimos la mayoría, nos la creamos aunque sea infravalorando aquello que hicimos. Cada piedra hace pared Cuando los principales centros de poder, Washington y Berlín, se lanzaron a por el bocado griego, dijimos aquello de “cuando las barbas de tu vecino veas cortar…”. Durante ocho meses hemos celebrado asambleas todos los lunes, dos horas semanales de debate, en las que han participado todo tipo de gente, en torno a la crisis y la actualidad semanal. Miles de personas, entre los que nunca fallaban, los que venían de vez en cuando y los que lo hacían por primera vez, han contribuido a dar una respuesta a cada giro que ha pegado la situación política: dijimos que los próximos seríamos España, después de Grecia, y así fue, que buscaban quedarse con un 25% de nuestros salarios; dijimos que se habían lanzado contra el 90% de la población, que los recortes nos afectaban a todos, y que ese era su punto débil y nuestra fortaleza… “debemos unir al 90% de la población contra los ataques de Washington y Berlín, los intereses de la banca y el gobierno que los hace posible”. Entonces nos lanzamos a impulsar las Agrupaciones de Unidad Popular contra la Crisis, aprendiendo del ejemplo de organizaciones ciudadanas como Las madres de la Plaza de Mayo, en Argentina, o Basta Ya, en España. Concentraciones ciudadanas, unitarias y populares, que cada viernes hasta el día de la huelga se concentraran durante una hora y recogieran firmas en apoyo a un manifiesto con el programa para salir de la crisis y acabar con el paro. No queremos quejarnos por lo que nos quitan, sino que sabemos que sobran recursos, sobra dinero, y lo que hay que hacer es redistribuirlo. Dieciséis concentraciones en cincuenta localidades. Empezaron tan solo en nueve puntos y se extendieron cada semana incluyendo las de agosto; las concentraciones no podían tomarse vacaciones, quedaba poco tiempo y cada día contaba. Las Agrupaciones publicaron la hoja “Los Viernes por la Huelga General” multiplicando la propaganda en torno a los puntos del programa. Ante todo la unidad Finalmente todo ese trabajo tuvo su culminación. La publicación los días 17 y 25 de septiembre del manifiesto en el periódico Público y El País. Mil doscientas firmas como expresión de unidad ante los ataques a nuestras condiciones de vida y en apoyo a las medidas de redistribución, para crear riqueza y empleo, que hacía tiempo no se veía en España, y que luego se vio reflejada en multitud de ejemplos en la jornada de huelga: Cien firmas de intelectuales y profesionales destacados, cien de secretarios generales de los cuatro principales sindicatos del país, y mil firmas populares. Dos manifiestos autofinanciados a través de los que las Agrupaciones de Unidad Popular consiguieron cristalizar la unidad sindical, y de ésta con el resto de la sociedad, por la que habían venido trabajando durante cuatro meses. Primero dijeron que no habría huelga, después que sería un fracaso, y a medida que los acontecimientos fueron avisando del éxito, pasaron a decir que no iba a servir para nada. Ahora que el pecho del país se hincha por la victoria conseguida, dicen que no ha pasado nada. Ahora que los medios internacionales hablan de “España paralizada” y los voceros de Washington avisan a Zapatero para que no se le ocurra bajar la guardia y aflojar en los recortes, dicen que perdió la huelga y perdió el Gobierno. Ahora que ha salido a escena una enorme energía desplegada no solo por la clase obrera, sino también por multitud de sectores populares, quieren hacer como si oyeran llover. Pero la realidad es que actúan como si les hubiera caído un tremendo chaparrón y debieran disimular mientras se secan la ropa. Una, cien, mil… Una, cien, mil movilizaciones. Este era el espíritu del día 29. A las ocho de la mañana del miércoles, mientras algunos compañeros volvían de los piquetes informativos de la noche o acababan los preparativos de la “mani” – pancartas, carteles, octavillas… -, y otros salían para incorporarse a los de la mañana, multitud de compañeros y camaradas en cincuenta localidades preparaban los listados y se ordenaban toda la gente con la que todavía se podía hablar… en algunas ciudades quedamos en las sedes de Unificación Comunista, en otras las Agrupaciones quedaron en los lugares céntricos en los que se habían concentrado durante dieciséis semanas, y en otras tantas la cita era en el punto de encuentro en el que se había quedado con el resto de organizaciones para la manifestación. Éste si fue un gran pase de gol: manifestaciones unitarias que no se desplazaban a la capital sino que organizaban su propia movilización, cientos de personas pudieron participar porque la huelga se manifestaba cerca de su casa. Un ejemplo de unidad que de otras formas se ha multiplicado por todo el país. Miles de personas recorrían las calles como un río que encuentra su cauce. Hasta cuarenta minutos más allá de la hora de convocatoria hubo que esperar para empezar a caminar. Los bloques de Unificación Comunista de España y de las Agrupaciones iban creciendo por minutos. Desde el primer instante las consignas y canciones marcaron el ritmo de la espera. Cientos de octavillas con las letras que gritábamos se distribuían entre la gente; seguramente la frase que más se dijo fue la de “lo siento se nos han acabado”. Por grupos de tres o cuatro se juntaban para cantar en torno a las octavillas. “Que barbaridad, que barbaridad, Botín y Zapatero se quieren casar…. que barbaridad, que barbaridad, Merkel y Obama sus padrinos serán…”. Coches con megafonía, percusionistas, pancartas de mano… la gente no solo se sumaba detrás de las pancartas, a cada lado, sino también varios metros por delante las consignas se convertían en un clamor que despertaban aplausos y sonrisas entre los espectadores de las aceras: “Hola don Emilio, hola ZP, ¿pasó usted por mi casa? ¡y se la hipotequé!”. Bloques llenos de combatividad que convirtieron cada manifestación en una auténtica fiesta. Los compañeros y camaradas todavía cuentan anécdotas días después, como la de aquel espontáneo que se arrancó con una jota sobre los recortes del Gobierno, una composición que debía llevar días preparando. Después de la “mani” vinieron los brindis, las primeras valoraciones y la fiesta de celebración. Cientos de personas se agruparon en las sedes de Unificación Comunista de España, o en bares y locales de las localidades donde las Agrupaciones se han extendido. Pero entonces todavía no podíamos imaginar que iban a dedicar tanta energía y recursos en decirle a la gente que aquello no ocurrió, y que lo que ocurrió no sirvió para nada. Debemos ser conscientes de que ahora somos mucho más fuertes porque todavía queda mucho que hacer. Nuestra es la responsabilidad, de todos, de contrarrestar sus climas de opinión. El 29-S ganamos por goleada: Huelga 6 – Gobierno 0.