La Assemblea Nacional Catalana (ANC), que impulsó las grandes movilizaciones en los momentos álgidos del procés, se negó a dar datos sobre el número de manifestantes en la diada de este año.
Estaban poniéndose la venda antes que la herida. Sabían que iban a cosechar un sonoro fracaso. La manifestación de la Diada ha sido desde 2012 el termómetro social del independentismo. Solo representaban un 38% del censo, una minoría. Pero tenían a sus filas movilizadas. Y cada 11 de septiembre lo exhibían en la calle.
Esos tiempos han pasado a la historia. Las manifestaciones de la Diada convocadas por la ANC y Ominum llegaron a convocar a más de un millón de personas. Ahora el saldo es… apenas 73.000 personas en toda Cataluña. Y tan solo 60.000 en Barcelona.
Es un fracaso extraordinario de las élites del procés. En su doble sentido. Porque su magnitud es superior a lo normal. Y porque es algo que debemos celebrar.
No es un hecho aislado. El “retorno” de Puigdemont a Cataluña fue un estrepitoso ridículo. Hizo coincidir su vuelta con la investidura de Illa para provocar un terremoto social que la boicoteara.
¿Cuántas personas acudieron al mitin del “president legitim” en Barcelona? 3.500 personas. Menos que a un modesto concierto. El espectáculo de la “huida” de Puigdemont no puede ocultar su rotundo fracaso. Volvió a Cataluña, no pasó nada y solo unos pocos fueron a recibirle. Su insignificancia política quedo patente.
La sociedad catalana, no el 155 o “el Estado español”, ha derrotado al procés. Una mayoría de catalanes han rechazado una ruptura impulsada por lo más reaccionario, los Puigdemont o Torra, la derecha catalana de toda la vida.
Los partidos del procés han perdido más de un millón de votos. El apoyo a la independencia en Cataluña está en mínimos. Y donde la fragmentación ha perdido más apoyo es entre los jóvenes.
Esta es la realidad de Cataluña, preocupada por los alquileres abusivos o los precios disparados.
Hay quien todavía vive una realidad paralela. Continúo admirando a Lluis Llach como cantautor. Pero me duele verlo convertido en “compañero de viaje” de la derecha o los ultras catalanes. Mancha su imagen cuando llama “fascista” a Illa mientras apoya a Puigdemont -¿es que acaso Junts no es de derechas?- o llama a la ultraderecha xenófoba independentista de Aliança Catalana a participar en la manifestación.
Pero Cataluña ha cambiado. Para mejor. El fin del procés, que el fracaso de la manifestación independentista de la diada refleja, es una buena noticia.