Los bancos deben devolver ya los 65.725 millones que les prestamos los ciudadanos en 2012 como rescate financiero. Pero esta exigencia -complemente justa- no forma parte en modo alguno de la redistribución de la riqueza. Ese dinero simplemente es nuestro.
Cuando cualquier persona, para evitar tener que recurrir a una entidad financiera, pide un préstamo a un familiar o a un amigo, comprende honestamente que ha contraído no solo una deuda material, sino ética. Está obligado a devolver lo prestado en cuanto le sea posible. Y la gratitud obliga a auxiliar al acreedor si alguna vez se encontrara en la misma situación. «Hoy por ti, mañana por mí», reza el refrán. Y también hay otro que dice «es de mal nacido no ser agradecido». Será por refranero.
Es por todos conocido que cuando cualquier persona -si no tiene más remedio- debe recurrir a una entidad de crédito para pedir un préstamo, contrae una deuda legal junto a un interés. Si no paga sus deudas, o no las salda a tiempo, ocurren cosas desagradables.
Si alguien contrae una deuda, debe pagarla, de buena o de mala fe. Obligado por la ética o por la Ley.
¿Qué tiene que ver esto con la redistribución de la riqueza? Nada.
Nos lo deben
En 2012, el gobierno de Mariano Rajoy hizo efectivo un gigantesco rescate a la banca española. Un rescate al que en su momento, el ministro de Economía Luis de Guindos, se negó a llamar por ese nombre. «Es un préstamo en condiciones muy favorables, mejores que las del mercado», afirmó entonces. También dijo que «no costaría ni un euro de dinero público» a los españoles. Años después, ya en la recuperación (2016), De Guindos volvía a garantizar que todo el dinero sería devuelto.
Un rescate que el Banco de España cifra en 65.725 millones de euros, aunque esa es la cifra del primer rescate. Hubo otras entregas, más o menos encubiertas, que elevan el montante de dinero público empleado para rescatar al sistema financiero a los 150.000 millones, o a 240.000 si contamos los avales públicos a bancos. Pero ciñámonos a la primera cifra: 65.725 millones.
Algunos portavoces de la banca nos dicen que ese rescate -que fue opaco, es decir, no fue público a qué entidad se rescató ni con cuánto dinero- fue empleada para sanear a las Cajas de Ahorros y no a los 11 grandes Bancos que hoy perviven en el sistema financiero español. Por tanto, los «supervivientes» no tienen por qué responder de la deuda.
Mentira. Esas Cajas de Ahorros -que controlaban la mitad de los depósitos- han sido liquidadas y absorbidas por los principales nódulos de la oligarquía. El Santander se ha “comido” 9 bancos y cajas, el BBVA 8 y La Caixa otros 9. Tras ser saneadas con dinero público, varias de estas Cajas -como la CAM o Unnim- fueron vendidas por ¡un euro! a bancos como el Sabadell. También el Popular pasó a manos del Santander por una moneda.
Así que, efectivamente, los bancos españoles nos deben el rescate. Nos deben una montaña de dinero público, que debería haber sido destinada a pensiones, a sanidad, educación, dependencia o necesidades sociales. Nos deben -al menos- 65.725 millones de euros.
La exigencia de que la banca devuelva este rescate es una exigencia que vuelve a estar sobre la mesa, y es absolutamente justa. Pero contar esa devolución como redistribución introduce una confusión que es necesario despejar.
Que la banca devuelva el rescate no forma parte de la redistribución de la riqueza.
Que los bancos devuelvan los recursos públicos que se emplearon en rescatarla no es redistribuir nada, porque ese dinero es nuestro.
Nos lo deben, y ahora lo necesitamos, exigimos su devolución íntegra e inmediata. “Al César lo que es del César”, me chiva el refranero.