La obra se ha convertido en la gran sorpresa del Festival de Málaga, consiguiendo el Premio Especial del Jurado. Ainhoa Rodríguez es una directora extremeña. Sus películas han ganado más de 30 premios participando en más de 80 festivales por todo el mundo.
‘Destello Bravío’ es una declaración de principios contra el pensamiento único. ¿Dónde nace?
Cuando se hace una obra fílmica hay que tener en cuenta muchos factores. Pero yo traté de hacer una obra con la mayor libertad, tanto metodológica como discursiva. Es una obra que huye de lo hegemónico y del relato único, por eso elegí una localización que está en las antípodas del sistema, que es Puebla de la Reina.
Es un pueblo que se está deshaciendo, con un acento muy particular, en un mundo con un acento neutro que es devastador en términos culturales, con actrices que se alejan del canon y de lo normativo, y que son de una determinada edad. Una auténtica revolución que es una declaración de intenciones. Son mujeres que toman el mando y las riendas de sus deseos, mujeres rurales que parece que están mas alejadas de la mano de Dios.
‘Me aburre soberanamente el relato predominante’
Cuando haces algo así, lo haces con pasión, haces lo que te atrae como creadora. Me gusta trabajar con actrices naturales porque son un tesoro, y me interesan los seres humanos vividos más que adolescentes, en la búsqueda de las raíces. Todo esto hace los orígenes de Destello Bravío, que son impulsos creativos y emocionales más allá de algo plenamente cerebral. Como autora lo necesito porque aborrezco el relato predominante. Me aburre soberanamente.
¿Vas a Puebla de la Reina porque quieres rodar, o ruedas porque te encuentras con Pueblo de la Reina?, porque la historia del proceso es para escribir un libro.
La documentalista de la película, y realmente todo el equipo, decíamos que hay un documental en la intrahistoria, en la creación de la creación. Son anécdotas en las que se mezcla la realidad y la ficción, los límites no se distinguían.
Decidí autoproducirme y sabía que esta era la forma de hacerlo. Un productor tenía que hacer un auto de fe y sabía que me iban a poner muchas trabas. La autogestión de lo creativo también es producción. Además, tenía que gestionar que los recursos fueran a la parte técnico-artística y hacerlo abriendo el proceso creativo a lo que nos fuéramos encontrando.
Es un proyecto al que se unió un equipo técnico-artístico entregado. Sabía que tenía que construir con el pueblo una relación intensa, pero no solo yo. Todo el mundo vivieron un proyecto que no era al uso, y en el que muchos mecanismos de producción se desmontaban, porque las habilidades eran otras. Se trataba de construir una relación de confianza con cada uno de ellos… eran sus rostros, sus casas, sus vestuarios y sus muebles. Era un pueblo volcado como un gran plató de cine.
‘En los castings me contaban cosas que nunca le habían contado a nadie’
Fui la primera y monté un taller de cine sobre mujeres y miradas no normativas. Me dedico a la docencia fílmica y había trabajado con mujeres de áreas rurales, y encontramos un espacio para conocer la producción fílmica y conocer cómo se nos había representado a las mujeres. Eso me dio fuerza para seguir con el proyecto e introducirme en el pueblo. A partir de ahí voy organizando castings en las casas, y después en toda la región.
Has contado en varias ocasiones que las protagonistas dicen que el casting era como ir al psicólogo…
Trataba de atrapar la mejor de las historias y de la fuerza de un ser humano. Ellas te contaban su vida en un terreno de confianza. Todas decían que me habían contado cosas que nunca habían contado a nadie, y también había una necesidad de trascender. No era un casting como los que conocemos, 15 minutos y te vas. Eran de una hora, a veces más, y era como yo tejía en torno a esas experiencias vitales.
Todas contaban cosas que no habían contado porque veían que ese era un lugar secreto de intimidad que no iba a ir más allá, salvo que quisieran salir en eso. Cuentan con esa confianza desde el principio.
Hay una forma de hacer cine, que presenta contradicciones universales desde las raíces o de lo más nuestro, algo propio del mejor cine de Buñuel, Berlanga o Almodóvar…
Cuando visibilizas lo invisible es una transgresión. Una de las fuerzas de la película radica en la conexión con lo español y la cultura española, sea cual sea la sensibilidad de cada uno. Es una película que bebe de la cultura local y que conecta con el resto de España. Eso es clave para entender cuáles son las obras más preciadas de los grandes autores, obras que beben de lo español, y de nuestra cultura. Podría incluso volver hasta Goya. Cuando quieres hacerte internacional, pierdes el alma, y te vuelves insustancial y flojo, y haces una obra sin raíces.
‘Cuando no son deseables para el varón, no aparecen’
Abordas también el deseo femenino, como decías antes, haciendo visible lo invisible…
Cuando construyes un personaje, lo haces con la sexualidad del mismo. El sexo es política y para mí uno de los elementos fundamentales es que los discursos feministas que son los que debieran estar y los que faltan. Hay que enfrentar la sexualidad de la mujer. Sé que es una revolución, porque son mujeres de determinada edad. Cuando no son deseables para el varón, no aparecen, y si no están en los medios no existen. Es, por desgracia, revolucionaria, pero para mí y otras creadoras, es natural, y esas mujeres tienen una necesidad de liberación, de ocupar unos lugares que no han podido ocupar, de hacer esos viajes mentales… existe esa liberación sexual que forma parte de la búsqueda del placer que está en el relato.
Trabajando con actrices que son naturales, en este sentido, ¿has adaptado la película a ellas, más que al revés?
Yo me adapto a la realidad, no hay una obligación. La fuerza es la suya y ellas hacen suyo el relato, tanto en lo que llama más la atención, que es la comida y la liberación sexual, como en otras cuestiones. Como el tema de Angelita, que es la que narra en el velatorio un sueño que es mío, en el que volaba, de cuando era niña. Se lo conté, luego ella me lo contó a mí, y lo hizo suyo. Cuando lo contaba se emocionaba. La diferencia es que para mí es agnóstico y para ella es católico, y se emociona porque piensa que vuela hacia el paraíso. Es la prueba de cómo hacen suyo el relato. Yo estaba para que se sintieran cómodas y dueñas de sus expresiones y pensamientos. En el momento en el que yo notaba la incomodidad, trabajábamos para que no fuera así. Es parte de nuestro trabajo y de su generosidad.