En su comparecencia televisada, Putin exponía sus motivos para emprender lo que según sus palabras no es una invasión, sino una «operación militar especial» destinada a “desmilitarizar y desnazificar” Ucrania. El Kremlin sostiene que el gobierno ucraniano -al que tacha de «nazi»- estaba planeando retomar por la fuerza las regiones separatistas del Donbas y que sobre la población local se cernía la amenaza de un “genocidio”. ¿Hay algo de cierto en esto?
Del genocidio contra las minorías rusófonas no hay prueba alguna, y resulta ridículo que Kiev fueran a hacer algo parecido con más de 100.000 soldados rusos al otro lado de las fronteras.
Sobre el componente nazifascista del ultranacionalismo ucraniano: es cierto que grupos de ideología neonazi como tuvieron un destacado -y sangriento-papel en la “revolución de colores” que derrocó al gobierno prorruso de Yanukóvich en 2014, y que algunos de ellos (el Batallón Azov) forman parte de las fuerzas de choque del ejército de Kiev. Pero los partidos ultras como Svoboda están ahora en la oposición, y el actual presidente, Volodimir Zelenski, además de rusófono y descendiente de judíos, lleva una línea que -además de prooccidental- podríamos definir como populismo centrista.
Las acusaciones de Putin son algo más que retorcidas mentiras. De la venenosa manera del KGB, al clamar contra «el genocidio» y al llamar a «desnazificar» Ucrania, el Kremlin busca un mensaje emocional, destinado a evocar la lucha contra la invasión alemana de 1941.
Defender el bombardeo y la invasión de Ucrania para «proteger a las personas de la intimidación y el genocidio por parte del régimen de Kiev» no sólo se corresponde con el típico y retorcido manual discursivo con el que el socialfascismo soviético justificaba sus intervenciones militares, sino que es un guion calcado al que usa el Washington. La OTAN justificó el bombardeo de Belgrado para proteger a la población de Kosovo, y el Pentágono arrasó Bagdad e invadió Irak «por la libertad de los iraquíes». «Masacrar inocentes para proteger inocentes»: esta es la abyecta excusa del imperialismo.
Pero hay más. En el mismo discurso, Putin negó la misma existencia de Ucrania como país. Culpando a Lenin, dijo que tal país es una construcción artificial del periodo comunista, y que nunca ha tenido tradición estatal. De nuevo un argumento clónico al que usan otros imperialismos, por ejemplo el sionismo israelí para justificar el apartheid palestino.