La emboscada tendida por la insurgencia maoísta india en los bosques del distrito de Dantewada Chhattisgar a comienzos de abril, con el resultado de setenta y seis agentes de seguridad muertos en un combate de varias horas de duración, ha vuelto a disparar todas las alarmas en el seno del gobierno indio.
Mientras entre las organizaciones activistas de derechos humanos y gran arte de la sociedad civil india arrecian las críticas al gobierno de Manmohan Singh por su enfoque exclusivamente militar del problema, en el seno del mismo gobierno aumentan las divisiones acerca de cómo enfrentar el problema. De un lado están quienes defienden que toda la cuestión reside en una mayor formación y un mejor equipamiento de la policía y las fuerzas paramilitares desplegadas actualmente, del otro hay quienes propugnan abiertamente la utilización del ejército y la fuerza aérea en la lucha contra los maoístas. El propio gobierno, tras la debacle de Dantewada, reconocía esta división al afirmar el ministro del Interior, Palaniappan Chidambaram, que “todas las opciones están abiertas”, lo que inmediatamente ha suscitado las especulaciones en la prensa india acerca de que el gobierno está considerando el despliegue de las fuerzas armadas.
La expansión naxalita
Ya en su anterior etapa al frente del gobierno, en 2005, Manmohan Singh describió a la insurgencia naxalita, con varias décadas de existencia, como la mayor amenaza para la seguridad interior del país.
Su origen se remonta a la década de los 60, cuando un levantamiento campesino contra los terratenientes en la aldea de Naxalbari (de ahí el nombre de naxalitas con el que son conocidos), en el oeste de Bengala, se extendió como la pólvora por todo el sureste del país.
La brutal represión gubernamental, que se saldó con decenas de miles de campesinos masacrados y cientos de aldeas arrasadas, pareció acabar con el problema. Sin embargo, el movimiento naxalita no tardaría en resurgir en otras partes del país en la década de 1980. Desde entonces ha sufrido distintos períodos de expansión y retroceso, pero nunca ha vuelto a ser derrotado.
Dirigido por el Partido Comunista de la India (maoísta), la influencia de la guerrilla naxalita ha crecido notablemente en los últimos años, prácticamente en paralelo a las rápidas transformaciones económicas y políticas que han convertido a la India en una potencia emergente, pero a costa de un empobrecimiento generalizado, rayano con la miseria, de amplísimas capas de la población rural, especialmente en el este y el sur del país, las regiones más deprimidas, ricas en minerales y entregadas a las multinacionales mineras y que constituyen lo que en India se conoce como «el Corredor Rojo» o «Corredor Maoísta».
Según datos de los ministerios locales, en el año 2003 un total de 55 distritos en nueve de los 28 Estados de la India se vieron afectados, con distinta intensidad, por la actividad maoísta. Un número que en un sólo año, 2004, se había multiplicado por tres, elevándose a 156 distritos de 13 Estados y 170 distritos de 15 Estados en el año 2005. En la actualidad, los últimos datos disponibles hablan de que los naxalitas están ya presentes en un 35% de los distritos de la India (223 de los 626 en que está dividido el país) y en un 71% de los Estados (20 sobre un total de 28).
En paralelo con esta expansión territorial, la guerrilla naxalita ha crecido también en capacidad de combate, medido por la magnitud de sus ataques y enfrentamientos con las fuerzas de seguridad. En el último año, los maoístas han asaltado cárceles y liberado a cientos de sus camaradas. Los actos de sabotaje se extienden a las estratégicas redes ferroviarias (en unas regiones subdesarrolladas donde las redes de carreteras brillan por su ausencia) y las torres de telecomunicaciones, llegando a secuestrar trenes o atacar cuarteles de la policía para llevarse las armas. Si hasta hace poco su única táctica consistía en dar un golpe y retirarse rápidamente, cada vez muestran una mayor capacidad de sostener combates armados con las fuerzas de seguridad durante varias horas.
Aprendiendo de la exitosa experiencia de la guerrilla maoísta de Nepal, los naxalitas han implantado en sus bases de apoyo, las comarcas y pueblos donde constituyen el poder real, un tipo de gobierno popular en estrecha alianza con los campesinos pobres, pero también con los dirigentes y empresarios locales honrados. A través de él han impulsado la reforma agraria y la mejora de las condiciones de vida de las masas, construyendo diques, mejorando los sistemas de regadío, impartiendo justicia, resolviendo litigios sobre los problemas de lindes de tierras entre los campesinos, alfabetizando a la población, otorgando derechos de igualdad a las mujeres o suprimiendo retrógradas costumbres semifeudales como el sistema de división en castas o los matrimonios forzosos entre niños.
El fracaso de la ofensiva contrainsurgente
A medida que se incrementaba en los últimos meses la ofensiva contrainsurgente del gobierno, los naxalitas han obtenido importantes victorias en el terreno militar que dan la medida de su creciente fuerza.
En febrero ocupaban un campamento de las fuerzas de seguridad en Bengala Occidental, matando a 25 policías. Luego, a comienzos abril, 10 policías morían en la explosión de una mina en Orissa. Dos días después se producía la emboscada en Dantewada, en la que prácticamente toda una compañía de la Fuerza Central de Reserva de Policía (CRPF) fue aniquilada, convirtiéndose en el mayor golpe sufrido por las fuerzas de contrainsurgencia de la India.
El evidente fracaso de la estrategia contrainsurgente –basada en el despliegue de la policía federal y en grupos paramilitares financiados, al estilo de lo que ocurre en Colombia, por los terratenientes locales y las multinacionales y grandes empresas con intereses en esas regiones– que supuso la emboscada en Dantewada, ha sido la chispa que ha provocado el recrudecimiento de las divisiones en el seno del gobierno acerca de la estrategia a seguir.
Medios de comunicación y expertos se han apresurado en exigir del gobierno una respuesta “contundente” a los maoístas, incluyendo el despliegue del ejército y el lanzamiento de ataques aéreos en las zonas controladas por los naxalitas. Ex-oficiales del ejército indio especialistas en actividades de contrainsurgencia en la región de Cachemira creen que el gobierno puede estar estudiando una estrategia inspirada en los bombardeos aéreos que el gobierno de Sri Lanka lanzó el pasado año en su ofensiva final contra las zonas dominadas por las guerrillas de los Tigres Tamiles. Ofensiva combinada entre el ejército de tierra y la fuerza aérea que se saldó, como denunciaron las organizaciones de derechos humanos, no sólo con la eliminación de la guerrilla tamil, sino con la muerte de miles de civiles y el desplazamiento forzoso de más de 300.000 personas en el noroeste de la isla.
En la India, sin embargo, el uso del ejército y la fuerza aérea se ha convertido en algo tremendamente controvertido, porque en última instancia consiste en utilizar armamento pesado contra los propios ciudadanos. Desde activistas de derechos humanos hasta sectores del propio ejército se muestran contrarios, argumentando que los bombardeos aéreos son contraproducentes en la lucha contra la insurgencia. El gran número de bajas civiles que provocan, no hacen sino alimentar la ira popular y aumentar el apoyo a los insurgentes.
En un gesto absolutamente inusual, el propio comandante en jefe de la Fuerza Aérea India, PV Naik, declaraba que “no estamos capacitados para una letalidad limitada ni tenemos la capacidad de realizar ataques con la máxima precisión. Si una bomba de 250 kilos se deja caer en un lugar, su impacto mínimo será en un radio de al menos 800 metros, lo que afectaría a muchas personas que no son insurgentes”. Añadiendo, ante la insistentes presiones de que la fuerza aérea se involucre directamente en la lucha contrainsurgente, que incluso la utilización de vehículos aéreos no tripulados con fines de vigilancia en las zonas de influencia maoísta tiene grandes limitaciones. “Los vehículos aéreos no tripulados pueden dar información sobre un número de personas reunidas en un punto pero no pueden decir si se trata de un grupo de insurgentes armados o gente común y aldeanos de las tribus. Por otra parte, los reconocimientos aéreos no son posibles en selvas densas, en tanto que los dispositivos no pueden ver a través de la densa cortina de árboles, maleza y arbustos”.
Callejón sin salida
Cuando el gobierno lanzó el pasado año su ambiciosa ofensiva contra los maoístas, fueron muchas las voces que se levantaron para denunciar que sólo conducirá a una fase de mayor violencia y más derramamientos de sangre. Esto es exactamente lo que está sucediendo. Aunque la ofensiva sólo tiene unos meses de vida, y es por lo tanto demasiado pronto todavía para hacer un balance global, lo que resulta evidente es que las fuerzas de seguridad están perdiendo más contingentes que los naxalitas. Y además, las víctimas civiles ya superan con mucho las de los maoístas o de fuerzas de seguridad.
La emboscada de Dantewada ha puesto también de manifiesto la diferencia entre la guerrilla maoísta –que conoce a la perfección el terreno que pisa y se mueve como pez en el agua entre la población– y unas fuerzas policiales que, además de estar mal entrenados y mal equipados, carecen de la necesaria inteligencia sobre el terreno y de apoyos locales.
Incluso desde el seno del gobernante Partido del Congreso se cuestiona el planteamiento del Gobierno frente al problema de la insurgencia maoísta. Uno de sus más altos dirigentes, Digvijay Singh, acusaba recientemente al ministro del Interior de “tratar la cuestión como un mero problema de orden público, sin tomar en consideración las cuestiones que afectan a las tribus”. Críticas que el gobierno ha tratado de cortar de raíz, imponiendo el silencio sobre los miembros de las fuerzas armadas y los líderes del Partido del Congreso. Desde hace unas semanas, sólo el Ministerio de Interior está autorizado a hablar sobre temas relacionados con la estrategia anti-maoísta. ”Si los maoístas derrocan la autoridad establecida y toman el poder, ¿van a permitir que ninguna de las organizaciones de derechos humanos funcionen en este país? ¿Todos los que escriben artículos de 33 páginas, se les permitirá escribir artículos de 33 páginas? ¿Habrá un revista para publicar un artículo de 33 páginas?” dijo recientemente el Ministro del Interior en un discurso en el parlamento, en referencia a un artículo de la conocida escritora y activista india Arundhati Roy en la revista Outlook criticando las operaciones del gobierno contra los maoístas y tachándolas de “genocidio”.
Entrevista con la activista india Arundhati Roy
“Sin los maoístas, la gente tribal no habría podido presentar resistencia”
ANJALI KAMAT: Pasaremos el resto de la hora con la aclamada escritora y activista india Arundhati Roy sobre el oscuro punto débil de India, un país que se enorgullece de que se le conozca como la mayor democracia del mundo. Durante este mes, cuando Forbes publicó su lista anual de multimillonarios del mundo, la prensa india informó con un cierto deleite que dos de sus compatriotas habían llegado a la envidiada lista de los diez individuos más ricos del mundo. Mientras tanto, miles de paramilitares y policías indios libran una guerra contra algunos de sus habitantes más pobres que viven lejos, en el llamado cordón tribal del país.
Funcionarios indios dicen que más de un tercio del país, sobre todo tierra selvática rica en minerales, está parcial o totalmente bajo el control de rebeldes maoístas, también conocidos como naxalitas. El primer ministro de India ha calificado a los maoístas de la “amenaza más grave para la seguridad interna.” Según cifras oficiales, cerca de 6.000 personas han muerto en los últimos siete años de combates, más de la mitad de ellos civiles. La nueva ofensiva paramilitar del gobierno contra los maoístas se ha apodado Operación Caza Verde. Anteriormente, durante este mes, el líder de la insurgencia maoísta, Koteswar Rao, o Kishenji, invitó a la novelista ganadora del Premio Booker, Arundhati Roy, para que mediara en conversaciones de paz con el gobierno. Poco después, el Secretario del Interior de India, G.K. Pillai, criticó a Roy y a otros que han llamado, cito textualmente, “genocida” la violencia estatal contra los maoístas. Arundhati Roy, háblenos de su último artículo en Outlook, “Walking with the Comrades” [Caminando con los camaradas]. Comience por hablarnos sobre lo que está sucediendo en las selvas de India.
¿Qué es esta guerra que India está librando contra algunos de los más pobres, gente conocida como tribales, gente indígena, adivasis? ¿Quiénes son los maoístas? ¿Qué está sucediendo allí? ¿Y cómo llegó usted al lugar?
ARUNDHATI ROY: Bueno, ha estado sucediendo durante bastante tiempo, pero básicamente hay una conexión. Si uno considera Afganistán, Waziristán, ya sabe, los Estados del noreste de India y todo el cordón minero que va de Bengala Occidental a través de Jharkhand y a través de Orissa hasta Chattisgarh, lo que se llama el Corredor Rojo en India, es interesante que todo el asunto es una insurrección tribal. En Afganistán, obviamente, ha tomado la forma de una insurrección islamista radical. Y aquí es una insurrección radical de izquierda. Pero el ataque es el mismo. Es un ataque corporativo, contra esa gente. La resistencia ha tomado diferentes formas. Pero en India eso se conoce como el Corredor Rojo. Si se mira un mapa de India, la gente tribal, las selvas, los minerales y los maoístas están todos apilados los unos sobre los otros. De modo que, en los últimos cinco años, los gobiernos de esos diversos Estados han firmado MOU (MDA – Memorandos de Acuerdo) con corporaciones mineras por valor de miles de millones de dólares.
ANJALI KAMAT: MOU, Memorandos de Acuerdo.
ARUNDHATI ROY: Memorandos de acuerdo. De modo que, como decimos, es realmente un corredor MOUista, tal como es un corredor maoísta, ¿sabe? Y es interesante que muchos de esos MDA se firmaron en 2005. Y en esos días, fue justo cuando este gobierno del Congreso había llegado al poder, y el primer ministro, Manmohan Singh, anunció que los maoístas constituyen en India “la mayor amenaza para la seguridad interior.” Y fue muy extraño que dijera eso entonces, porque en realidad los maoístas habían sido diezmados en el Estado de Andhra Pradesh. Pienso que habían matado a unos 1.600. Pero en cuanto lo dijo las acciones de las compañías mineras subieron de precio, porque fue obviamente una señal de que el gobierno estaba dispuesto a hacer algo al respecto, y entonces comenzó este ataque contra ellos, que terminó siendo la Operación Caza Verde que ahora lleva a que decenas de miles de tropas paramilitares se envíen a esas áreas tribales. Pero antes de la Operación Caza Verde, trataron otra cosa, que consistió en armar a una especie de milicia tribal respaldada por la policía en un Estado como Chhattisgarh, al que viajé recientemente, y simplemente entraron a la selva. Esa milicia quemó una aldea tras la otra, unas 640 aldeas fueron, más o menos, vaciadas. Y fue un plan –que se conoce como creación de aldeas estratégicas, lo que los estadounidenses probaron en Vietnam, que primero lo imaginaron los británicos en Malaya–, en el que se trató de obligar a la gente a ingresar en campos policiales al borde del camino para poder controlarla, y las aldeas se vacían para que las selvas queden abiertas para el ingreso de las corporaciones. Y lo que sucedió realmente en esa área, en Chhattisgarh, de alrededor de 350.000 personas, es que unas 50.000 fueron a los campos. Algunas fueron obligadas, otras voluntariamente. Y el resto simplemente desapareció del radar gubernamental. Muchas se fueron a otros Estados a trabajar como trabajadores migrantes, pero muchas otras siguieron ocultándose en las selvas, incapaces de volver a sus hogares, pero sin estar dispuestas a partir. Pero el hecho es que los maoístas han estado en toda esa área durante treinta años, trabajando con la gente, etc. De modo que no es una resistencia que se ha alzado contra la minería. Precedió a eso por mucho, mucho tiempo. De modo que está muy establecida. Y la Operación Caza Verde se ha anunciado porque esa milicia, llamada Salwa Judum, fracasó, así que ahora están aumentando las apuestas, porque esos MDA están a la espera. Y las corporaciones mineras no están acostumbradas a que se las haga esperar. Ya sabe, así que hay mucho dinero a la espera. Y lo que quiero decir es que no estamos utilizando esa palabra “guerra genocida” a la ligera o retóricamente. Yo viajé a esa área, y lo que se ve es la gente más pobre de este país, que ha estado fuera del alcance del Estado. No hay hospitales. No hay clínicas. No hay educación. No hay nada ¿sabe? Y ahora hay una especie de sitio por el cual la gente no puede salir de sus aldeas hacia el mercado para comprar algo, porque los mercados están llenos de denunciantes que informan de que cierta persona está con la resistencia, etc. No hay doctores. No hay ayuda médica. La gente sufre de hambre extrema, desnutrición. De modo que no es sólo matar. No es sólo que se vaya allá y se queme y se mate, sino también es que se sitia a una población muy vulnerable, se la aísla de sus recursos y se la expone a una penosa amenaza. Y hablamos de una democracia, de modo que qué se hace, ¿cómo se despeja la tierra para las corporaciones en una democracia? No se puede ir realmente y asesinar a la gente, pero se puede crear una situación en la que o se van o se mueren de hambre.
ANJALI KAMAT: En su artículo, describe a la gente con la que viajó, a los guerrilleros armados, como gandhianos con armas. ¿Puede hablarnos de lo que quiere decir con eso y lo que piensa de la violencia perpetrada por los maoístas?
ARUNDHATI ROY: Bueno, ya sabe, hay un debate muy intenso en India al respecto, incluso la izquierda dominante y los intelectuales liberales sienten muchas, muchas sospechas de los maoístas. Y todos deben sentir sospechas de los maoístas porque tienen –han tenido– un pasado muy difícil y hay muchas cosas que dicen sus ideólogos que te producen escalofríos. Pero cuando fui allí, tengo que decir que me impresionó lo que vi, porque pienso que en los últimos treinta años hay algo que ha cambiado radicalmente entre ellos. Y lo importante es que en India la gente trata de hacer la diferencia. Dicen que existen los maoístas, y luego que existen los tribales. En realidad, los maoístas son tribales, y los mismos tribales tienen una historia de resistencia y rebelión que precede a Mao por siglos. Y por eso, pienso que es sólo un nombre, en cierto modo. Es sólo un nombre. Y sin embargo, sin esa organización la gente tribal no habría podido presentar esta resistencia. De modo que es complicado.
Pero cuando fui, viví con ellos y caminé con ellos mucho tiempo, y es un ejército que es más gandhiano que cualquier gandhiano y deja una huella más ligera que cualquier evangelista del cambio climático. Y como dije, incluso sus técnicas de sabotaje son gandhianas. Ya sabe, no desperdician nada. Viven de nada. Y en el mundo exterior, sobre todo los medios, han estado mintiendo sobre ellos desde hace tiempo. Muchos de los incidentes de violencia no sucedieron, lo que ya me imaginaba. Y muchos de ellos que tuvieron lugar, había un motivo para que sucedieran. Y lo que realmente quería preguntarle a esta gente era qué piensa cuando se habla de resistencia no violenta – yo misma he hablado de eso. Yo misma he dicho que las mujeres serán las víctimas de una lucha armada. Y cuando fui, descubrí que la verdad era lo contrario. Descubrí que un 50% de los cuadros armados son mujeres. Y gran parte de la razón por la que se sumaron fue porque durante treinta años los maoístas han estado trabajando con mujeres. La organización de mujeres tiene 90.000 miembros, por lo que es probablemente la mayor organización feminista en India, y todas esas 90.000 mujeres son seguramente maoístas, y el gobierno se ha otorgado el derecho a disparar a primera vista. De modo que, ¿van a disparar contra esas 90.000 mujeres?
AMY GOODMAN: Arundhati Roy, el líder de los maoístas le ha pedido que sea la negociadora, la mediadora entre ellos y el gobierno indio. ¿Cuál es su respuesta?
ARUNDHATI ROY: Yo no sería una buena mediadora. No forma parte de mis capacidades. Pienso que alguien debería hacerlo, pero no pienso que deba ser yo, porque no tengo la menor idea de cómo mediar, ¿sabe? Y no pienso que debamos meternos en cosas de las que no sabemos mucho. Y yo ciertamente – yo dije eso. No sé por qué mencionaron mi nombre, pero pienso que hay gente en India que tiene esas capacidades y que podría hacerlo, porque es muy, muy urgente, que sea cancelada esa Operación Caza Verde. Muy, muy urgente, y sería una tontería que alguien como yo se metiera en eso, porque pienso que soy demasiado impaciente. Soy demasiado independiente. DEMOCRACY NOW. 22-3-2010 http://www.democracynow.org/2010/3/22/arundhati_roy_on_obamas_wars_india