¿Quién defendió, en plena Guerra Civil, la “unidad nacional”?
Fue Dolores Ibarruri, “Pasionaria”, mujer y comunista, vasca y española. Lo hizo desde la apasionada defensa de la unidad de todo el pueblo español para enfrentarse al fascismo.
¿Quién pronunció, en plena Segunda República, un encendido alegato donde denunciaba que “el fascismo dirige sus golpes contra la unidad, enfrentando a una región con las demás, Cataluña con el resto de España”?
Fue José Díaz, entonces secretario general del PCE, llamando a la clase obrera a jugar “un papel destacado en el proceso de unión nacional, es decir en la defensa de los bienes comunes”.
¿Quién declaró que “aunque internacionalista, me siento cada vez más profundamente español”?
Fue Indalecio Prieto, dirigente socialista durante la República y la Guerra Civil, el mismo que denunció como “una Euskadi controlada por el PNV” se convertiría en “un Gibraltar vaticanista”.
¿Qué manifiesto publicado en España en 1917 concluía con un sonoro “¡Viva España!”?
El impulsado conjuntamente por UGT y CNT para llamar a una Huelga Nacional Revolucionaria. Dirigente de la CNT y ministro del Frente Popular fue Joan García Oliver, que llamaba a “la gigantesca labor de dar una unidad federalista a los trabajadores españoles”, mientras denunciaba cómo el separatismo, propio de la burguesía, “quedaba reducido a su afán de comerse Cataluña”.
Esta es la tradición de la izquierda: la defensa de la unidad desde el reconocimiento de la pluralidad, y la denuncia de quienes dividen y enfrentan al pueblo para dominarlo mejor.
No es una “lección de historia”. No hablamos de “algo del pasado”. Tiene una rabiosa actualidad.
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Ante todo, la unidad
En algunas ocasiones cuando se define a la izquierda se utiliza un único apelativo: plurinacional. El grupo parlamentario de Sumar se define así. O Pablo Iglesias se refiere permanente al “bloque de la izquierda plurinacional”.
Los sentimientos de pertenencia son siempre diversos. Y España es un país plural, con varias lenguas y nacionalidades con una cultura y personalidad diferenciada. Defender esa diversidad, como un patrimonio común, es una bandera progresista, que se enfrenta a concepciones excluyentes.
Pero es curioso que haya quien, al elegir definir a la izquierda con una única palabra, no nos hable de la “izquierda social” o de “la izquierda contra los recortes” sino de la “izquierda plurinacional”.
Detrás de esta cuanto menos sorprendente posición existe una enorme confusión.
Hemos comprobado cómo las mejores tradiciones revolucionarias en España, tanto comunistas como anarquistas, socialistas o republicanos, han defendido siempre la unidad como premisa de cualquier proyecto de progreso.
Pero ahora se nos intenta convencer de que la unidad, aunque sea la unidad del pueblo trabajador español, es “de derechas”, mientras que cualquier proyecto disgregador es siempre “progresista”, aunque defienda las banderas más reaccionarias o enfrente a una parte del pueblo con otra.
Lo que hoy necesitamos es una izquierda que defienda la unidad y se enfrente a la fragmentación. Como siempre lo ha hecho.
Los problemas a los que nos enfrentamos, y los deseos que anhelamos, son los mismos en Barcelona que en Madrid, en Bilbao que en Toledo, en Santiago que en Sevilla…
Si el 15-M fue un saludable terremoto fue porque recorrió todo el país, anteponiendo la unidad de las plazas.
Si la lucha en defensa de las pensiones o la sanidad pública ha avanzado es porque ha sido un movimiento donde se ha levantado toda España.
Necesitamos una izquierda que defienda la unidad y se enfrente a la fragmentación
La unidad ha de ser libre, no impuesta, y debe defender la pluralidad. Pero sobre todo hay que partir de fortalecer la unidad del pueblo en la defensa de sus intereses comunes.
Una cosa es defender la pluralidad, bandera que siempre ha levantado la izquierda y otra enfrentarla con la unidad.
La burguesía no defiende la pluralidad, solo busca delimitar territorialmente su dominio, para reforzar su poder y acaparar todos los recursos. Como denunciaba el anarquista Joan García Oliver, el nacionalismo de la burguesía catalana se reduce a “su afán por comerse Cataluña”.
Cualquier proceso de cambio y transformación social exige mantener y reforzar la unidad del pueblo. Esa es nuestra fuerza.
Dividir al pueblo, más si eso supone enfrentarlo, solo beneficia a quienes buscan imponerle un mayor dominio. Así ha sido históricamente. Las grandes potencias siempre han practicado el “divide y vencerás”. Y los pueblos siempre hemos defendido la unidad.
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¡Qué son la derecha “de toda la vida”!
Si alguien nos intentara convencer de que el PP o Vox son de izquierdas provocaría el rechazo general. Ni siquiera concebimos que se pueda plantear algo semejante. Pero está sucediendo.
Nos referimos a quienes incluyen a Junts o al PNV dentro del “bloque progresista plurinacional” que sostiene en esta o en la anterior legislatura al gobierno de coalición.
Incluso algunos dirigentes de la izquierda, como Jaume Asens, representante de Catalunya en Comú, ha declarado que Puigdemont no solo es progresista sino que “en algunos temas mantiene posiciones a la izquierda del PSOE”.
No podemos aceptar este mundo al revés.
Puigdemont defiende el mismo programa económico que Ayuso y la misma posición ante la inmigración que Abascal
Junts o el PNV son la derecha de toda la vida. Puigdemont defiende un programa económico similar al de Ayuso, y en relación a la inmigración mantiene posiciones xenófobas que no podríamos diferenciar de las defendidas por Abascal.
En Cataluña no fue el PP sino los gobiernos encabezados por las élites del procés, CiU y Junts, con ERC de su mano, las que ejecutaron un draconiano programa de recortes. Son los responsables de que la segunda comunidad más rica esté a la cola de la inversión pública en sanidad o educación.
Artur Mas o Puigdemont no solo abrieron conversaciones con la Rusia de Putin. Llegaron a ofrecer el puerto de Barcelona como base de la OTAN. Entregando Cataluña a la potencia que les ayudara a fragmentarla de España.
Incluir a Junts o el PNV en un bloque “progresista” es admitir desde la izquierda las reaccionarias tesis de la derecha nacionalista
Y el PNV no solo sigue reivindicando el legado racista de Sabino Arana. Gestionó la privatización de la sanidad pública, que hoy recibe una amplia respuesta en forma de movilizaciones. Y en las negociaciones para permitir la investidura de Sánchez impuso una condición: que se le rebajarán impuestos a Iberdrola y Repsol.
¿Dónde está el lado “progresista” de Junts o del PNV?
Incluirlos en un ámbito “progresista” es admitir desde la izquierda las reaccionarias tesis de la derecha nacionalista.
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