El avance de la pandemia y la crisis política señalan un cambio en la política extremista de Bolsonaro. Como declaraba Rodrigo Maia, actual presidente de la cámara de diputados, en respuesta a la participación del presidente Jair Bolsonaro en el acto contra el aislamiento social y favorable a la intervención militar, que tuvo lugar en Brasilia el 19 abril:
“Todo el mundo está unido contra el coronavirus. En Brasil, tenemos que luchar contra el Corona y el virus del autoritarismo. Es más trabajo, pero ganaremos”.
El contexto en el que se dijo la frase demuestra los fuertes niveles de tensión política causados por el controvertido desempeño de Bolsonaro en el contexto de la crisis sanitaria y económica que afectó el país desde que la pandemia COVID-19 por aquí llegó.
Con su discurso autoritario, su insistencia en priorizar los aspectos económicos en detrimento de la salud de la población, así como sus actitudes irresponsables y diametralmente opuestas a las directrices de la OMS, Bolsonaro logró desatar una profunda crisis política que se presenta como un gran obstáculo al enfrentamento de la pandemia en el Brasil. Hablamos de un país donde aproximadamente un 40% de la población no tiene acceso a las condiciones sanitarias mínimas requeridas por la OMS. Ignorando la seriedad de este escenario, el gobierno federal no muestra interés real en articular fuerzas, junto con los gobiernos de los estados y ayuntamientos, para combatir la pandemia, que ha sido identificada como una tragedia anunciada, de dimensiones incalculables.
La crisis política experimentada por el país ha colocado al propio gobierno en una situación delicada. En la misma semana en que Brasil supera el lamentable número de once mil muertos por COVID-19, el congreso nacional alcanza la marca de 31 solicitudes de destitución del presidente. Acorralado, Bolsonaro intenta construir nuevas estrategias para mantenerse en el poder. El principal es el intento de hacer alianzas, muchas veces oscuras, con sectores de la derecha tradicional brasileña, que operan dentro del alcance de la llamada «vieja política». Sin embargo, esta última estrategia contradice visiblemente el discurso que había mantenido desde su campaña electoral hasta las últimas semanas. El 19 de abril, por ejemplo, durante el acto en Brasilia, el presidente hizo la siguiente declaración:
“No queremos negociar nada. Queremos acción para Brasil. Lo que era viejo se quedó atrás. (…) ¡No más viejas políticas! Ahora es Brasil sobre todo y Dios sobre todos «
Sin embargo, en los últimos días, para mantener su gobierno, el presidente no ha encontrado otra alternativa que aliarse con aquellos que siempre han sido objeto de sus críticas. Dicha estrategia no solo demuestra la debilidad del gobierno, sino que también refleja un duro golpe a la esencia fascista del bolsonarismo, respaldado por un discurso radical, autoritario y de odio.
Este cambio no fue accidental. En las últimas semanas, el gobierno ha sufrido nuevos trastornos, que van desde tensiones crecientes con los gobernadores, debido a actitudes divergentes hacia la pandemia, hasta cambios de ministros. La mayor de estas dificuldades ocorrió con la salida de Sérgio Moro, del Ministerio de Justicia, ya que este último, conocido por liderar la operación que resultó en el arresto de Lula, tiene el apoyo y simpatía de una parte considerable de la clase media brasileña.
Tres frentes de oposición
Bolsonaro, por lo tanto, actualmente enfrenta un gran desafío. Si, por un lado, mantiene una parte de su fiel electorado, inflado por sus discursos controvertidos, por el otro, sin embargo, debe enfrentar al menos tres frentes de oposición:
A medida que se desarrolla la crisis política en Brasil, la epidemia sigue creciendo a un ritmo exponencial
1 – Partidos de izquierda, que denuncian no solo la bancarrota de la propuesta neoliberal, sino que buscan demostrar la importancia del sistema de salud pública y la necesidad de medidas económicas para mantener el empleo y los ingresos de los brasileños.
2 – La prensa convencional, que mantiene en evidencia los escándalos del gobierno y está a cargo de deconstruir, con imágenes y artículos impactantes, el discurso que ignora la gravedad de la pandemia.
3 – El Tribunal Federal Supremo, que el 27 de abril decidió abrir una investigación sobre las declaraciones del ex ministro Sérgio Moro contra el presidente.
La crisis aquí mencionada explica la necesidad del gobierno de desarrollar nuevos campos de articulación política. Sin embargo, la elección de una alianza con sectores que siempre han sido objeto de sus críticas puede dejar a Bolsonaro con una alta «deuda política» y con una caída de confianza por parte de una porción considerable de su electorado.
El más grave es que a medida que se desarrolla la crisis política en Brasil, la epidemia sigue creciendo a un ritmo exponencial, sin que se presenten medidas concretas, destinadas no solo a detener la proliferación del virus, sino también a ofrecer a la población el mínimo de protección social.
*Andrez Wescley Machado tiene una maestría en Sociología, es profesor universitario e investigador en el Laboratorio de Estudios de Ciudad y Cultura del Instituto de Investigación de la Universidad de Río de Janeiro. También es uno de los Directores del Partido Comunista de Brasil y Director del Sindicato de Profesores de la ciudad de Juiz de Fora.