La revolución triunfante en febrero estaba dirigida por la burguesía. Mantenía a Rusia en la Iª Guerra Mundial y garantizaba, a pesar de la apertura democrática, los intereses fundamentales del imperialismo. No estaba escrito que febrero fuera a llevar a octubre, que a la revolución burguesa le sucediera la revolución proletaria. En el desarrollo de los acontecimientos jugó un papel clave la línea defendida por el partido bolchevique.
¡Viva la revolución socialista!
Los acontecimientos de febrero de 1917 cogieron a Lenin en el exilio. Se encontraba en Ginebra, y su situación empezaba a ser desesperada; sin apenas contacto con Rusia, sin medios con que expresarse e intentando infructuosamente organizar la propaganda y la lucha contra la Iª Guerra Mundial.
Meses antes había organizado la Conferencia de Zimmerwald, con treinta y ocho delegados de partidos socialistas de once países, y con el propósito de oponerse a las resoluciones de la IIª Internacional que, apoyando los créditos de guerra había consumado la traición a la clase obrera, apoyando los intereses y proyectos de las burguesías imperialistas de sus respectivos países. Lenin quedó en minoría, sus tesis fueron rechazadas, pero formó la llamada “ izquierda zimmerweliana”, germen de lo que sería la IIIª Internacional Comunista.
Pero ahora se encontraba en Ginebra, sin poder poner en marcha sus proyectos y más aislado que nunca.
A mediados de marzo (primeros de febrero en el calendario zarista) un exiliado polaco, muy excitado, le informó que había estallado la revolución en Rusia. Lenin ya no tenía otra obsesión: volver a Rusia, volver como sea, volver ¡ya!
Tras varios intentos fallidos, Lenin consigue el salvoconducto que le permitirá cruzar Alemania en el famoso “vagón sellado”, para llegar a Rusia y encabezar la revolución.
El 3 de abril de 1917 el tren en que viajaba Lenin llega a Petrogrado. Todo el partido se había movilizado para recibirle. La guarnición de la capital y los marinos del Cronstadt (futuro bastión del primer Estado Proletario), llegados en lanchas rápidas, formaron a lo largo de todo el anden una guardia de honor. El Comité Ejecutivo del Soviet, encabezado por su presidente, le daba la bienvenida en la sala de autoridades; la redacción del “Pravda” y el Comité Central ocuparon sus lugares. En la calle, por todos los rincones, los obreros de los barrios de la ciudad con banderas rojas y pancartas esperaban, desde hacía horas, impacientes y ansiosos por ver a Lenin.
El tren se para; una breve orden y los soldados y marinos presentan armas. Las bandas de música entonan “La Marsellesa”, Lenin baja del tren: incrédulo, tarda unos segundos en hacerse una composición de lugar. ¡No vienen a detenerle! ¡La revolución es verdad!
Cuando terminan las palabras de bienvenida, Lenin se sube a la mesa y se dirige a los obreros y soldados: “Queridos camaradas… la guerra imperialista de rapiña es el comienzo de la revolución en toda Europa… me complace saludar en vosotros a la revolución rusa victoriosa, a la vanguardia de la revolución proletaria mundial… ¡Viva la revolución socialista mundial!”.
Las tesis de abril
La recepción del Comité Central tenía que ser breve. Eran más de las 3 de la madrugada, y Lenin estaría cansado después de tan largo viaje. Sin embargo, en contestación a los saludos y bienvenidas, Lenin no respondió con corteses y breves palabras. Lanzó un discurso de más de dos horas, que no era otra cosa que un análisis de la situación y las tareas que debía abordar el partido.
Era también una crítica respecto a la orientación entonces dominante en la dirección del partido bolchevique, consistente en apoyar al gobierno provisional «en tanto continúe satisfaciendo las reivindicaciones obreras», y continuar con el esfuerzo bélico «para defender las recientes conquistas democráticas contra el imperialismo alemán».
Este discurso “descolocó” a todos los asistentes. Los árboles no dejaban ver el bosque. La burguesía ha tomado el poder. La revolución burguesa no hay que consolidarla. Sólo la revolución proletaria, sólo si todo el poder pasa a los soviets, se podrán hacer las transformaciones democráticas, como el reparto de las tierras o acabar con la guerra. El partido bolchevique tiene que prepararse para tomar el poder, esta es ahora la principal tarea.
Cuando se marcha a dormir ya lo tiene todo claro: había improvisado lo que durante meses había estado rumiando. El sol se estaba levantando, Lenin estaba satisfecho. No durmió mucho. De buena mañana, los bolcheviques, en una conferencia pan-rusa de soviets que estaba por terminar, querían que Lenin les dirigiera la palabra antes de marchar a sus ciudades y pueblos. Lenin, deseoso de conectar con las bases, no desecho la oferta, y se preparó como solía hacer sus posiciones en tesis. Se reunió con la delegación bolchevique antes de que empezara el último pleno de la conferencia, pero se extendió más de lo previsto y le propusieron terminar su exposición en el mismo pleno. Lenin, gustoso, aceptó. Allí explicó sus tesis, las que han pasado a la historia como las TESIS DE ABRIL. Un cambio en la estrategia del partido concebido en el vagón sellado y garabateadas en unas cuartillas:
1ª tesis: En cuanto a nuestra actitud frente a la guerra, que del lado ruso ha seguido siendo, bajo el nuevo gobierno, indudablemente, una guerra imperialista de rapiña, no puede admitirse ninguna concesión, por mínima que sea, a “la defensa nacional revolucionaria”.
2ª tesis: La particularidad de la actual situación en Rusia es la transición de la primera etapa de la revolución, que ha dado el poder a la burguesía, a su segunda etapa, que debe dar el poder al proletariado y a los campesinos más pobres.
3ª tesis: Ningún apoyo al Gobierno Provisional. Demostrar el carácter perfectamente engañoso de todas sus promesas, sobre todo de las que se refieren a las anexiones. Desenmascararlo en lugar de “exigir” (cosa inadmisible y que sólo crea ilusiones) que ese Gobierno de capitalistas deje de ser imperialista.
4ª tesis: Tareas del partido: A) Convocar inmediatamente un congreso. B) Modificar el Programa del Partido, principalmente en lo que se refiere: 1º al imperialismo; 2º a la rectitud frente al Estado y a nuestra reivindicación de un Estado-Comuna; 3º a la corrección del antiguo programa mínimo, ya superado; 4º al cambio de nombre del partido.
Lenin propone a su auditorio, “en su propio nombre”, adoptar la denominación de Partido Comunista. “No os aferréis a una vieja palabra completamente podrida –les recomienda-; constituid un nuevo partido y todos los oprimidos vendrán a nosotros”.
El escándalo fue mayúsculo. ¿Cómo se atrevía a meterse con el Gobierno Provisional apoyado por los soviets? Como si hubiesen dado la señal, todos a una, en santa alianza, arremetieron contra él: desde los mencheviques al embajador inglés, pasando por los monárquicos disfrazados. No podía ser para menos. La burguesía, por primera vez, veía a su verdadero enemigo, lo mismo que el imperialismo. La destitución de los Romanov no era tan gran pérdida si seguía de presidente de la Junta de Gobierno el príncipe Lvov y de Asuntos Exteriores, Miliukov, más fiel a las órdenes de la embajada británica que de su propio gobierno. Así las cosas, se orquestó una campaña contra Lenin.
“Le dije –anota el embajador británico en su diario- que había llegado el momento de que el gobierno actuara y que Rusia no ganaría nunca la guerra si dejaba que Lenin exaltara a los soldados a la deserción, al reparto de tierras y al asesinato.”
Todos los periódicos empezaron una intensa campaña. Se argumentaba que Lenin quería el triunfo de los alemanes para la restauración de la monarquía. El 14, por la tarde, organizaron una manifestación: ¡Lenin a la cárcel! ¡Mueran los bolcheviques! La redacción de “Pravda” fue asaltada. A la manifestación asistieron numerosos mutilados y heridos de guerra en camillas. Se organizó un Comité de lucha contra el espionaje.
El 18 de abril (1º de mayo) se festejó con gran entusiasmo. El mismo gobierno presidió la grandiosa manifestación. Ese día, Miliukov escribió a los aliados informando que el Gobierno Provisional mantenía todos los compromisos contraídos por la monarquía.
El día 10, se formaron dos manifestaciones, una en el centro, con pancartas y carteles apoyando al gobierno y de “Lenin a Berlín”, y otra en los barrios obreros, con la consigna de “Abajo el gobierno provisional”. Hasta marineros del Cronstandt acudieron a Petrogrado a detener al gobierno. El Comité Ejecutivo del Soviet alcanzó la manifestación obrera estando cerca del centro. Por esta vez se evitó el enfrentamiento. Sin embargo, esa noche tuvieron lugar las primeras escaramuzas y hubieron los primeros muertos.