«Los mercados nos han puesto esta semana en nuestro sitio al degradarnos (downgrade en imglés) a ratios claramente de segunda. El más elocuente es el diferencial del tipo de interés del bono español con el alemán, es decir, el extra de rentabilidad que pide un inversor por prestar su dinero al Gobierno de Zapatero en vez de al de Merkel.»
Con la recueración de las bolsas y el fin del pánico financiero, esta diferencia volvió a reducirse a niveles de 0,40. Ni siquiera en febrero de este año, cuando estalló la crisis griega, hubo grandes tensiones. Hasta abril. Entonces, los mercados se dieron cuenta de que España se encontraba en una situación de extrema debilidad que le hacía candidata a sufrir el contagio de Grecia, y comenzaron a exigir cada vez más rentabilidad por asumir ese riesgo. Y el pánico de esta semana ha disparado un 67% la brecha con Alemania hasta 1,64 puntos, su nivel más alto desde que España trataba de cumplir los requisitos para entrar en el euro en 1997. (EL CONFIDENCIAL) EL PAÍS.- Vuelve el pánico. Como en los peores momentos que siguieron al hundimiento de Lehman Brothers en septiembre de 2008, los mercados se retuercen histéricos ante cualquier síntoma de que situación económica se hace aún más preocupante. La diferencia es que el problema dos años atrás era la incertidumbre ante la situación de la banca, mientras que ahora todas las miradas condenatorias se dirigen contra la deuda soberana de los países del euro. La desconfianza es contagiosa y ha impactado en las Bolsas europeas, que acaban de vivir la peor semana desde octubre y noviembre de 2008. España vuelve a ser la más castigada de las plazas más importantes. Tan mal están las cosas que la caída de ayer, del 3,27%, ya casi ni sorprende. El Ibex ha perdido casi el 14% de su valor en la semana que ya se ha ganado el título de la segunda peor de la historia del índice. Sólo le gana una de octubre de 2008, cuando cayó el 21%. Opinión. El Confidencial De la Champions a la segunda división; el mercado sitúa a España en su sitio E. Segovia "Haciendo uso de un símil futbolístico, se podría decir que España ha entrado en la Champions League de la economía mundial". Eso es lo que decía José Luis Rodríguez Zapatero el 11 de septiembre de 2007, en la cúspide de la burbuja inmobiliaria y de crédito que había permitido un crecimiento explosivo de nuestra economía que estaba a punto de saltar por los aires tras el estallido de la crisis financiera internacional. Dos años y medio después, nuestro país no sólo ha abandonado la compañía de los líderes económicos del mundo -si alguna vez la tuvo-, sino que también ha bajado de la primera a la segunda división europea, encuadrada dentro de los famosos PIGS (acrónimo que significa cerdos en inglés y que hace referencia a Portugal, Irlanda, Grecia y Spain, a los que ahora también se añade Italia). Y no se trata sólo de un chiste de los inversores internacionales: los mercados nos han puesto esta semana en nuestro sitio al degradarnos (downgrade en imglés) a ratios claramente de segunda. El más elocuente es el diferencial del tipo de interés del bono español con el alemán, es decir, el extra de rentabilidad que pide un inversor por prestar su dinero al Gobierno de Zapatero en vez de al de Merkel. Este diferencial se mantuvo en cero entre 2003 y mediados de 2007 (e incluso entró puntualmente en negativo, es decir, España era vista como más fiable que Alemania), momento en que estalló la crisis y empezó a subir. En marzo de 2009, en lo más duro de la debacle de la banca mundial tras la quiebra de Lehman y con más de 200.000 parados nuevos cada mes en nuestro país, llegó a 1,3 puntos porcentuales. Con la recuperación de las bolsas y el fin del pánico financiero, esta diferencia volvió a reducirse a niveles de 0,40. Ni siquiera en febrero de este año, cuando estalló la crisis griega, hubo grandes tensiones. Hasta abril. Entonces, los mercados se dieron cuenta de que España se encontraba en una situación de extrema debilidad que le hacía candidata a sufrir el contagio de Grecia, y comenzaron a exigir cada vez más rentabilidad por asumir ese riesgo. Y el pánico de esta semana ha disparado un 67% la brecha con Alemania hasta 1,64 puntos, su nivel más alto desde que España trataba de cumplir los requisitos para entrar en el euro en 1997. Otra forma más en boga de medir la prima de riesgo es el famoso CDS (credit default swap), que mide el coste de asegurar contra impago una cartera de bonos. Este seguro ha batido todos los récords esta semana al dispararse hasta 288 puntos básicos -lo que significa que asegurar 10 millones de euros en bonos cuesta 288.000-, una cotización que implica que el mercado otorga una probabilidad de quiebra a nuestro país del 22,4%, según CMA Datavision. Por comparar, el de Grecia superó el viernes los 1.000 puntos. Los CDS son cuestionados tanto dentro como fuera del mercado por tratarse de un producto opaco, que no se contrata en ningún mercado oficial sino de forma bilateral, estrecho, líquido y, en consecuencia, fácilmente manipulable. De hecho, tanto EEUU como la UE han planteado limitaciones a su contratación. Pero su mensaje coincide con el de los bonos… y con el de las agencias de rating, explicitado en la rebaja de calificación decidida la semana pasada por Standard & Poor’s. En el informe que justificaba esa rebaja, S&P hacía un repaso por los males que aquejan a nuestro país que sacaba los colores al Ejecutivo, de ahí su desabrida reacción. Los principales son la enorme deuda privada, la rigidez del mercado laboral, la baja competitividad exterior, los riesgos del sector financiero y la dependencia de los estímulos fiscales para salir de la recesión. La falta de credibilidad del Gobierno, la clave El gran problema de nuestro país es la absoluta falta de credibilidad de nuestro Gobierno fuera de nuestras fronteras, que se traduce en una desconfianza absoluta en nuestro futuro. "España no es Grecia", es el mantra que repiten sin parar todas las instituciones, incluyendo el BCE y el FMI. Pero los mercados piensan que, si no hacemos nada, llegaremos a serlo. La única solución para invertir esta espiral es que el Ejecutivo abandone la inacción actual y ponga en práctica de una vez medidas contundentes y creíbles. Prácticamente la totalidad de los economistas coinciden en que España necesita adoptar tres reformas de forma muy urgente: la del mercado laboral para detener la sangría del paro; la del gasto público para reducir de forma radical el enorme déficit público (que es el causante de esta crisis, por el miedo a que España no pueda hacer frente al pago de su deuda); y la del sector financiero, en especial las cajas de ahorros, empantanado en un monstruoso crédito promotor incobrable y con unos ingentes activos inmobiliarios en balance que pierden valor día a día, y que supone una bomba de relojería para nuestra estabilidad. Pero nada indica que eso vaya a ocurrir en un futuro previsible. Es más, la reunión entre Zapatero y Rajoy de este miércoles sólo abordó la tercera de estas reformas, lo que decepcionó a todo el mundo y aceleró el deterioro de la percepción de nuestra economía y el desplome de los mercados. La explosiva subida de la prima de riesgo ya se ha notado en el encarecimiento de los costes de financiación del Estado, que el jueves tuvo que pagar un 26% más de interés en una subasta de bonos a 5 años. Y para colocarla tuvo que pedir ayuda a algunas grandes entidades nacionales ante la falta de demanda exterior incluso a esos precios. Este encarecimiento de los costes implica un mayor déficit público para pagarlos, que a su vez tiene que ser financiado con más deuda… una bola de nieve, vamos. Y lo peor es que estos niveles van a convertir en el nuevo paradigma y que podemos pasarnos una década con diferenciales con Alemania entre 100 y 200 puntos básicos, como la que ha atravesado Italia por culpa de su elevada deuda pública. Una década en segunda división en la que muy probablemente la economía se mantendría estancada, lo que no permitiría la creación de empleo. Frente a este negro panorama, el aparato propagandístico gubernamental insiste en que nuestro bajo nivel de deuda en relación a la UE nos protege contra todos los males (algo que es falso con el actual ritmo de incremento y la subida de los tipos de interés) y en desautorizar a todo el que le lleva la contraria: las agencias de rating, desacreditadas por su actuación en la crisis subprime y en la quiebra de Lehman, y los mercados, que ahora están poblados por especuladores sin escrúpulos que se forran atacando a España… cuando son los mismos que hasta ahora nos prestaban dinero a un coste muy bajo para financiar el disparado gasto gubernamental. Según el discurso oficial, la culpa de la crisis la tiene la falta de regulación de los mercados. Ni un ápice de autocrítica ni de darse por aludido de que el mundo entero nos está señalando con el dedo. La bolsa y la banca sufren las consecuencias Este desastre se ha trasladado a nuestras empresas y entidades financieras. A pesar de que todo el mundo reconoce que las grandes multinacionales españolas son sólidas y están a salvo de la crisis por su diversificación geográfica, en los mercados nadie quiere tener nada en España, por mucho que se llame Santander, BBVA, Telefónica o Repsol. De ahí el derrumbe del Ibex, de más de un 15% en la semana. Para completar este desastre, el hundimiento de la deuda española tiene serias implicaciones para bancos y cajas, que han sido los principales compradores del bonos del Estado y que ahora pueden sufrir enormes pérdidas en sus balances que se sumarán a las provocadas por el ladrillo. Caja Madrid ya las ha padecido en el primer trimestre, y ahora otras muchas entidades pueden ir detrás. Sin olvidar que la crisis de la deuda española ha vuelto a cerrar los mercados mayoristas en los que financiarse para hacer frente a los importantes vencimientos de este año. En resumen, España ha bajado claramente a la segunda división de la economía mundial. Y, a diferencia del Atlético de Madrid en su día, esta vez no parece que vaya a ser cosa de una temporada. Nos quedan bastantes años en el infierno. EL CONFIDENCIAL. 8-5-2010 Opinión. El País La peor semana en bolsa desde la quiebra de Lehmann Luis Doncel Vuelve el pánico. Como en los peores momentos que siguieron al hundimiento de Lehman Brothers en septiembre de 2008, los mercados se retuercen histéricos ante cualquier síntoma de que situación económica se hace aún más preocupante. La diferencia es que el problema dos años atrás era la incertidumbre ante la situación de la banca, mientras que ahora todas las miradas condenatorias se dirigen contra la deuda soberana de los países del euro. La desconfianza es contagiosa y ha impactado en las Bolsas europeas, que acaban de vivir la peor semana desde octubre y noviembre de 2008. España vuelve a ser la más castigada de las plazas más importantes. Tan mal están las cosas que la caída de ayer, del 3,27%, ya casi ni sorprende. El Ibex ha perdido casi el 14% de su valor en la semana que ya se ha ganado el título de la segunda peor de la historia del índice. Sólo le gana una de octubre de 2008, cuando cayó el 21%. Al resto de Bolsas europeas, con desplomes superiores al 10%, no les ha ido mucho mejor la semana. Los mercados alemanes salen fortalecidos de nuevo: no sólo se está abaratando su deuda por convertirse en valor refugio, sino que el Dax de Francfort es de los que menos han caído: sólo un 7% en los últimos cinco días. En Madrid, la semana negra se ha enseñado especialmente con la banca y las constructoras. Sacyr, que se ha dejado el 23%, ha sido líder en pérdidas. Detrás vienen el Banco Popular, Santander y BBVA, todos con caídas superiores al 19%. Analistas citados por Efe se explican los números rojos que ayer aguantó Europa por la retirada de capital de inversores estadounidenses, arrastrados por la tendencia bajista de Wall Street. Y las cosas pudieron ser aún peores. Porque los gráficos mostraban caídas en vertical cuando un rumor hizo que las Bolsas de medio mundo repuntaran a partir de las 16.30 horas y recuperaran parte de lo perdido. Fuentes financieras aseguran que empezó a circular la idea de que el Banco Central Europeo (BCE) prevé en los próximos días inyectar en torno a 600.000 millones de euros en la banca de la eurozona. El presidente del organismo, Jean-Claude Trichet, ya hizo algo parecido en junio del año pasado, cuando trató de desatascar el crédito con una inyección de liquidez a la banca de 422.000 millones. Esta es una de las ideas que los analistas barajaban hace unos días. Pero el mercado se sintió defraudado cuando el jueves pasado la plana mayor del BCE anunció que no pensaba tomar ninguna medida excepcional. De confirmarse este rumor, supondría en cierta medida un paso atrás de Trichet respecto a su discurso del jueves. La idea sería capitalizar a las entidades con la esperanza de que compren deuda pública, que en estos días se ha convertido en un producto radioactivo: pocos quieren comprarlo y quienes lo hacen es a un precio desorbitado. "Esta forma barata de financiarse permitió a los bancos europeos recapitalizarse en 2009. Recibieron dinero barato que en muchos casos fue utilizado para comprar deuda a corto plazo con la que los bancos recibían un interés superior al que pagaban", señaló la compañía Miller Tabak en una nota recogida por Bloomberg. Los inversores asistieron ayer a un paso más en el proceso de deterioro de la deuda soberana. A pesar de que la situación se mantuvo más o menos estable en la mayor parte de países europeos, los alumnos más rezagados de la zona euro volvieron a salir malparados. El caso paradigmático es el griego, cuyo bono a dos años llegó a aumentar a lo largo del día más de 200 puntos básicos, y superar de largo el tipo desproporcionado del 18%. Entre tanta mala noticia, Goldman Sachs acaba de dar una buena al Gobierno español. El banco estadounidense calificó ayer de "creíble" el plan de reducción del déficit y de "buenas" sus perspectivas fiscales. Estos elogios no obstan para que Goldman recomiende a España que acelere algunas reformas pendientes para aplacar el nerviosismo de los inversores y el contagio de la crisis griega. EL PAÍS. 8-5-2010