En los primeros meses del año, un auténtico huracán barrió a los países despectivamente llamados PIGS (cerdos en inglés), a raíz de las turbulencias desatadas en torno a la deuda griega. Grecia, Irlanda, Portugal y España vivieron una oleada de ataques que impusieron rebajas salariales, recortes de pensiones y reducción de gastos sociales. Ahora es Irlanda la que está en el centro de las turbulencias. Y amenazan con desatar esta vez no un huracán, sino un mucho más destructivo terremoto que asole los países más dependientes de Europa.
La ferocidad con la que las grandes oligarquías financieras del laneta están atacando inmisericordemente a Irlanda es directamente proporcional al aumento de su voracidad por saquear a los países dependientes políticamente de ellas, a medida que los intentos de quebrar y someter a las potencias emergentes acumulan un fracaso tras otro. Recetas para la crisis Las durísimas recetas de rebaja salarial y recorte del gasto público impuestas por el FMI (Washington) y la Unión Europea (Berlín) a Irlanda no han hecho más que agudizar y multiplicar hasta extremos insospechados la crisis. En los momentos previos a su aplicación, el déficit fiscal irlandés no llegaba al 10%, y su deuda pública estaba en un modesto 50% del PIB. Este año –después de rebajar un 12% el sueldo de los funcionarios, subir toda clase de impuestos y recortar 12.500 millones de euros en gasto público–, el déficit fiscal se ha disparado al 32%, y la deuda pública se calcula que ascenderá al 115% del PIB. Las medidas que, según dijeron entonces los organismos internacionales controlados por EEUU y Alemania, iban a acabar con los problemas derivados del estallido de la burbuja inmobiliaria irlandesa y su deuda, han acabado por llevar al mercado interno al colapso y al país a una recesión tan aguda, que su PIB ha caído en dos años un 12,9%. Un retroceso tan brutal que ha llevado a los principales bancos del país a la bancarrota y al Estado al borde de la insolvencia. Situación que las grandes potencias imperialistas se han lanzado a explotar, planeando una nueva vuelta de tuerca cuyo objetivo declarado es acabar con cualquier atisbo de independencia fiscal de Irlanda y secuestrar su soberanía económica por muchos largos años. El doble movimiento combinado de Washington y Berlín, aquel inyectando 600.000 millones de dólares a su sistema financiero y éste decretando que los futuros rescates corran a cargo, en parte, de los poseedores privados de la deuda pública, ha sido lo mismo que echar gasolina al fuego, incendiando nuevamente la prima de riesgo de Irlanda y Portugal, y elevando a máximos históricos la de España e Italia. La experiencia reciente enseña que cuando los magnates de las finanzas y las grandes potencias mundiales se lanzan a provocar sacudidas de este tipo sobre los países dependientes de ellas, es porque buscan imponerles nuevas y más draconianas condiciones, nuevos y mayores grados de control, saqueo y dependencia. Así ocurrió tras el huracán griego. Y así hay que esperar que ocurra tras el terremoto irlandés. Las barbas del vecino El gobierno Zapatero, lo mismo que hizo cuando el caso griego sacudió Europa, se desgañita gritando que España no es Irlanda “y nunca lo será”. Y en efecto, ni por territorio, demografía, volumen económico o historia, España es Irlanda o Grecia. Sólo en un terreno somos comparables a ellos, pero resulta que este terreno es el decisivo: nuestra dependencia política, militar y económica de EEUU y su virrey europeo, Alemania. Esta es la verdadera clave de todo. Si EEUU y Alemania, encabezando al conjunto de grandes potencias imperialistas mundiales, se han abalanzado sobre los llamados PIGS (a los que cada vez están más tentados de unir a Italia) no es ni por el tamaño de sus economías ni por su mayor o menor debilidad industrial o financiera. Sino porque nos tienen sometidos a un grado de control, intervención y dependencia político-militar tal, que les permite cebarse impunemente sobre nosotros. Cuanto más débiles están y más retroceden ante el empuje de las potencias emergentes –y la pasada cumbre de G-20 ha sido la mejor demostración de su impotencia frente a ellas–, más necesitadas están de incrementar la explotación y el saqueo al que someten a los países que dominan. A finales de marzo, en estas mismas páginas escribíamos en un editorial titulado “Las barbas del vecino” cómo lo que había sido presentado inicialmente como “un llamamiento a la solidaridad entre socios”, acabó convertido finalmente en “una merienda de lobos”. Y añadíamos, “la última entrega, por el momento, del ‘dossier Grecia’ ha puesto de manifiesto, radical y colectivamente, la implacable exigencia de las burguesías monopolistas más fuertes, encabezadas por EEUU y Alemania, de que las poblaciones de los países más dependientes recorten, a través de distintas vías, un 25% sus salarios (…) Grecia representa sólo el eslabón más débil por donde se ha roto la cadena, pero el proyecto de Obama y Merkel para el resto de países dependientes del Este y del sur de Europa es el mismo. Cuando las barbas de tu vecino veas pelar,… El mensaje emitido esta pasada semana desde Bruselas no necesita ser descodificado: los españoles también han de comprender que deben rebajarse un 25% sus salarios”. Apenas 40 días después de escribir aquello, se producía la famosa llamada de Obama a Zapatero para ordenarle la aplicación inmediata del plan de ajuste. Ahora Irlanda, el siguiente eslabón débil junto con Portugal, parece ser el pistoletazo de salida para una nueva ronda de ataques, que como entonces no tardará en caer sobre nosotros. Y esta vez podría significar la definitiva degradación, abrupta y permanente, de España, junto con el resto de los PIGS, a la tercera división mundial.