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Diego Armando Maradona llegó al mundo con un balón de fútbol debajo de un brazo el 30 de octubre de 1960 en el distrito bonaerense de Lanús, más concretamente en Villa Fiorito, siendo el quinto de ocho hermanos. Y es que el deporte del balompie mundial no se puede concebir sin la figura del futbolista más mediático de la historia que ha pisado un terreno de juego, dejando a otro lado las discusiones de sobre si es el mejor futbolista de la historia.

Su figura ha trascendido más allá de los terrenos de juego no solo por lo que representó dentro de ellos, sino también por su carácter solidario, comprometido, ganador y afable con las sociedades de los pueblos mundiales, como así lo demuestra varios hechos, entre los que cabe destacar la representación de su figura en un rincón bombardeado en Siria en 2011 a través de un mural que demuestra el alcance que tuvo Maradona a lo largo de su vida en todo el globo terrestre, así como la organización de un partido en 1984 a su llegada a Nápoles en favor de un niño en condiciones de vida desfavorables.

La FIFA y la directiva de su nuevo club se opusieron a la organización de dicho partido, pero el astro argentino se empeñó en que se disputara el partido en un terreno de juego embarrado y para ello jugaron 12 contra 12, marcando en tal partido benéfico un gol que puso latente su carácter ganador que jamás le abandonó. Porque si algo tenía Diego era eso, que no le tenía lástima a nadie, como se demostró nuevamente en 2018 en un acto a favor de un niño de 6 años tetrapléjico que actuaba de portero en unas miniporterias y Diego era incapaz de meterle un gol, hasta que por fin lo consiguió con un trallazo por toda la escuadra y lo celebró como si se tratara de un gol en un partido oficial.

Pero Maradona no se trataba solo de una figura futbolística cuya repercusión alcanzó todos los rincones del globo terrestre por su carácter fuera de las canchas, sino que dentro de ellas obtuvo grandes distinciones y logros que lo situaron por votación popular como el mejor jugador del siglo XX.

Alcanzó la profesionalidad en 1976 de la mano de Argentinos Juniors, club en el que estuvo hasta 1981 y con el que alcanzó una racha increíble de 136 partidos invicto en categorías inferiores, lo que le valió para debutar en el primer equipo con apenas 15 años. Fue en esta época, entre 1978 y 1980, en la que alcanza ser máximo goleador de los dos torneos ligueros anuales que se disputan en Argentina hasta en cinco ocasiones consecutivas, hito no igualado en lo que llevamos de vida. 

Es en 1977 cuando se produce su debut con la selección argentina en un amistoso ante Hungría y a la edad de 16 años, en plena víspera de la celebración de la Copa del Mundo que se iba a disputar en su país en 1978 y que su selección resultaría ganadora final. En plena polémica, el entonces seleccionador argentino César Luis Menotti decidió no convocarlo para la disputa de dicho torneo, hecho que no repercutió lo más mínimo en su ya exitosa carrera futbolística, como demuestra el hecho de ser el jugador más destacado del mundial sub-20 disputado en Japón en el cual también resultó campeona la albiceleste.

En 1981 es transferido a Boca Juniors, uno de los dos grandes clubes por excelencia de Argentina, con el que salió campeón liguero del torneo metropolitano, lo que valió su pase a Europa al Fútbol Club Barcelona en 1982, siendo traspaso récord por una valía de 5 millones de euros. En el club blaugrana estaría dos temporadas junto a estrellas mundiales de la categoría del alemán Bernd Schuster u otros jugadores de la talla de Urruticoechea, Carrasco, Migueli o Alexanco. Su llegada fue después de la disputa del Mundial de España 1982, quedando para la historia el marcaje que le realizó Gentile en un encuentro de la fase de grupos de cuartos de final y en el que resultó vencedora la selección italiana, a la postre vencedora del torneo.

En el Fútbol Club Barcelona disputó dos temporadas completas, en las que se alzó con una Copa de la Liga y una Copa del Rey, y cuya carrera en el club se vio truncada a raíz de una dura entrada de un defensor del Athletic Club de Bilbao. Es la época previa a la Quinta del Buitre y en la que dominan en España equipos como el propio Athletic de Bilbao, Real Sociedad o Sporting de Gijón que resultó subcampeón de dos torneos ligueros.

En 1984 decide abandonar Barcelona para embarcarse en una nueva aventura en Italia, llega a Nápoles, al duro calcio, para jugar en un modesto club del sur de Italia al que situaría en el mapa futbolístico mundial durante un periodo de ocho temporadas y que pagó por su traspaso una nueva cifra récord de 6,9 millones de euros. Allí es recibido por 70 000 fervientes tifosis napolitanos en el que sería su nuevo templo, San Paolo.

Asombrados por la llegada del “pibe de oro” al que era su club, éste no le decepcionaría en una época en la que el campeonato italiano era el más fuerte del mundo con la presencia de Juventus, Inter de Milán, el gran AC Milán de Sacchi y Capello o la UC Sampdoria. Es allí donde se ve la mejor versión de Maradona alzándose con 2 títulos ligueros en 1987 y 1990 y una copa de la UEFA en 1989, además de convertirse en el máximo goleador del torneo liguero conquistado por su club en 1987. Cabe recordar que Maradona no era un delantero al uso, sino un enganche entre la media y la delantera.

Paralelamente a su carrera en Nápoles, se disputaron dos copas del mundo en 1986 y 1990, donde alcanzaría su momento más álgido en su prolífica carrera. Cuatro años después de la Guerra de las Malvinas, se celebraría en México una copa del mundo que encumbraría a Maradona en particular y a Argentina de nuevo a la cúspide del fútbol mundial.

Relevantes e históricos fueron sus dos goles en el mismo partido ante Inglaterra: “la mano de Dios” y el que está considerado como el mejor gol de la historia de los mundiales. Aquella Copa del Mundo la ganaría Argentina en una vibrante final ante la poderosa selección alemana por 3-2. Entrenados por Bilardo, el entrenador que más marcó la carrera del 10, también fue la copa de Burruchaga, Pumpido, Ruggeri o Valdano. Cuatro años después, con una selección argentina renovada y en el Mundial disputado en Italia, Argentina se quedaría a punto de reeditar la corona mundial, cayendo en una nueva final ante la Mannschaft. Quedará para la historia el encuentro de semifinales disputado en Nápoles entre Italia y Argentina no solo por el pase de la albiceleste a la final del torneo con una gran actuación de Goycoechea en la decisiva tanda de penalties, sino porque en los prolegómenos del partido la propia afición napolitana silbó el himno italiano, demostrando que en aquel encuentro iban del lado de su ídolo.

Llegaría 1992, y el Sevilla Fútbol Club estaba entonces entrenado por Carlos Bilardo, el antes seleccionador argentino que había contribuido a los mayores éxitos de su carrera pocos años antes. Ante la llamada de Bilardo, no lo dudó lo más mínimo y con 32 años decide regresar a la liga española a un conjunto donde disputaría una temporada en la que colaboró a conseguir el objetivo de clasificar al club hispalense para la disputa de competiciones europeas, quedando para el recuerdo un encuentro ante el Real Madrid donde el Sevilla se impondría por 2-0 con una gran actuación individual.

En 1993, regresa a su país de la mano de Newell`s Old Boys y en 1995 regresa a Boca Juniors, donde se retira en 1996 enfrentandose a River Plate, disputando su cuarta copa del mundo en 1994 en Estados Unidos.

Posteriormente seguiría su carrera como entrenador, donde destaca la disputa de la Copa del Mundo de 2010 donde cae en los Cuartos de Final ante Alemania.

El 25 de noviembre de 2020 nos dejaría huérfanos a los seguidores del fútbol con su fallecimiento, pero el mito nunca morirá.