Grecia convoca nuevas elecciones y pone Europa patas arriba

¿»Cuestión de griegos» o «problema alemán»?

El pueblo griego ha dicho basta y las grandes potencias tiemblan ante la posibilidad de que el ejemplo se propague.

Un fantasma vuelve a recorrer Europa, sembrando el pánico en las bolsas y entre los gobiernos. La convocatoria de nuevas elecciones en Grecia ha vuelto a disparar la prima de riesgo y las amenazas de rescate sobre España. ¿Qué sucede? ¿Estamos, como editorializa El Paí­s, ante una «cuestión de griegos», que nos obliga a sufrir los efectos del desgobierno heleno o lo que padecemos es un «problema alemán», donde Berlí­n está dispuesta a hundir Europa para salvarse ellos?

Intentaron forzar la formación de un gobierno que culminará la ejecución de los recortes. Pero ninguna de las presiones de Washington y Berlín en Grecia ha surtido efecto. «El problema que sufrimos no es “la irresponsabilidad griega”, sino la implacabilidad alemana»

Han aireado que si Atenas no recibe los préstamos comprometidos por Bruselas en el plan de rescate, no podrá pagar las pensiones ni las nóminas de los funcionarios el próximo mes. Han presionado a los pequeños partidos para que permitieran una mayoría que el bipartidismo tradicional es incapaz de alcanzar por sí mismo. Han insinuado el peligro de “ruido de sables” si se abandonara el euro…

Pero la voluntad categóricamente expresada por el pueblo griego en las urnas, rechazando masivamente los ajustes dictados por las grandes potencias, ha sido un muro infranqueable.

Y se ha hecho necesaria la convocatoria de nuevas elecciones, que se celebrarán en junio. Las últimas encuestas dan a Syriza, la coalición de izquierdas antiimperialista, el 32% de los votos, el doble que en los pasados comicios. Será con toda seguridad el triunfador de las urnas, que volverán a castigar a los dos grandes partidos, absolutamente plegados a los mandatos del FMI y Bruselas.

Todo un terremoto político. El pueblo griego ha dicho basta… y las grandes potencias tiemblan ante la posibilidad de que el ejemplo se propague.

Y Berlín ya está afilando los cuchillos. Al mismo tiempo que la prima de riesgo española superaba los 500 puntos –el máximo histórico desde la implantación del euro-, los intereses ofrecidos por el bono alemán caían desde el 1,469% al 1,437%.

Cuanto más paga España, menos paga Alemania. Cuanto mayor es el volumen de capitales que abandonan la deuda española, más fondos colocan su dinero en bonos germanos, considerados un “valor seguro ante las turbulencias”.

Acaban de publicarse los datos económicos de la UE. El continente agudiza su caída, ocho nuevos países entran en recesión. Tan solo se salva -¿lo adivinan?- Alemania, que crecerá un 0,5%.

Y cuanto mejor le van las cosas a Berlín, peor nos van a nosotros.

Más saqueo, y mayor grado de intervención. El Banco Central Europeo ha impuesto al gobierno español su participación directa –junto a dos auditoras norteamericanas- en la ejecución de la nueva ronda del rescate bancario. Serán Washington y Berlín, y no el Banco de España, quienes tendrán el bastón de mando de la reforma financiera.

El problema que sufrimos no es “la irresponsabilidad griega”, sino la implacabilidad alemana.

Cada vez son más los analistas que demandan la flexibilización del draconiano plan de rescate impuesto a Grecia –que ha desplomado su PIB en un 6,2%-. Incluso desde Washington se advierte que el excesivo furor germano por los recortes puede conducir al desastre.

Pero el ministro de Economía alemán acaba de anunciar que “las condiciones del ajuste griego son innegociables”.

¿Hasta dónde está dispuesta a llegar Alemania? ¿Va a incendiar toda Europa para seguir alimentando con los despojos la locomotora germana?

El pueblo griego ha dicho basta. El resto debemos hacer lo mismo.