La visita a Cuba de siete congresistas norteamericanos -pertenecientes al Caucus Negro Congresional, parte del ala más progresista del Partido Demócrata- y el recibimiento abierto y amable del gobierno cubano (o las declaraciones de Fidel Castro favorables al presidente Obama), han creado una cierta expectativa respecto a un cambio en las relaciones entre la isla y los EEUU. Otros elementos que apunta a este cambio es el proyecto de ley para normalizar los viajes de los cubano-norteamericanos a la isla y el envío de remesas, ambos seriamente recortados durante la administración de Bush. ¿Pero son estas señales suficientes para suponer un cambio en las relaciones entre ambos países? Y, en cualquier caso, ¿cuáles son los principales obstáculos a vencer?
Un cambio estratégico en las relaciones de Washington con la isla suondría un cambio estratégico en su política imperialista. Algo, a todas luces, inconcebible. Sin embargo, lo que sí puede ocurrir con Obama es -en el marco de un cambio de la política exterior norteamericana- una mejora coyuntural en las relaciones entre ambos países (por ejemplo, un relajamiento del bloqueo económico). Pero para producirse no bastará con la simple voluntad de Obama. Quien se enfrenta a una serie de obstáculos. El primero es una correlación de fuerzas adversa dentro de las clases dominantes norteamericanas a reconocer “ni un palmo” de soberanía a la isla. Sectores que hasta hace poco se frotaban las manos ante la posibilidad de la muerte de Fidel Castro, tras hacerse pública su enfermedad, y que ponían en marcha una “transición” de la isla tutelada por Washington. En el mismo gobierno de Obama esta contradicción es explícita. Como recordaba Fidel Castro recientemente, bajo la administración de Clinton se sancionaron “las leyes extraterritoriales Torricelli y Helms Burton contra Cuba, que conforman el bloqueo económico contra la isla” Hillary Clinton, vicepresidenta de Obama, “se comprometió con dichas leyes y con el bloqueo económico. No me quejo, simplemente lo hago constar”, añade Castro. Segundo, a pesar de que actualmente el 68% de la opinión pública norteamericana favorece un cambio de política con Cuba, la comunidad cubana en EEUU –especialmente sus sectores más reaccionarios- son completamente reacios a una “flexibilización” con la isla. La comunidad cubana en EEUU tiene una fuerte influencia política y electoral. Entre ellos existen algunas organizaciones –alimentadas durante décadas por fondos norteamericanos, con vínculos con la CIA, con radios, periódicos, capacidad importante de propaganda, etc- que están, incluso, por el endurecimiento de las restricciones a la isla. Eso sí, sobre la base del respeto a la independencia de Cuba, hay que apoyar cualquier avance para minar las brutales restricciones a la isla y un cambio en la correlación de fuerzas en la Casa Blanca que limite el dominio de sus sectores más reaccionarios en la dirección de las relaciones con Cuba.