Hubo un momento en que en EEUU, el paraíso del capitalismo, se aplicaron tasas máximas fiscales que hoy son calificadas de “comunistas”. ¿Por qué intentan convencernos de que una política fiscal de redistribución de la riqueza, obligando a pagar mucho más a los más ricos, es imposible, cuando los hechos nos demuestran lo contrario?
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Nos repiten que bajar impuestos es el único camino posible bajo el capitalismo. Y cuando alguien propone, por ejemplo, que los más ricos paguen un 70% de su inmensa fortuna en impuestos se descalifican esas medidas, calificándolas de “imposibles” y “confiscatorias”.
Pero hubo un momento donde ese “imposible” sucedió. Se acaba de recordar, no en un foro ultraizquierdista, sino en el Foro de Davos, donde anualmente se reúne la flor y nata del capitalismo mundial.
En uno de los debates, el historiador y escritor holandés Rutger Bregman, situó el problema: “Escucho a la gente hablar de participación y justicia, igualdad y transparencia, pero casi nadie menciona el auténtico problema de la evasión de impuestos. Y de que los ricos simplemente no están pagando lo que les corresponde”.
Y contestó a quienes prohíben siquiera pensar en subidas de impuestos a los más ricos: “Hace dos días estaba aquí un multimillonario, Michael Dell, y él hacía una pregunta: Decidme un país en el que haya funcionado un tipo de impuesto máximo del 70%. Y sabe, yo soy historiador… Los EEUU, ahí funcionó. En los años 50, durante la presidencia del republicano Eisenhower, el tramo máximo de impuestos en EEUU era del 91% para gente como Michael Dell”.
Y se subieron (y mucho) los impuestos a los más ricos
Situémonos en 1929, en el corazón del crack bursátil que dio lugar la mayor y más profunda crisis que el capitalismo había sufrido hasta entonces.
La enorme expansión del capitalismo monopolista vivida en los “felices años veinte” se quebró de forma abrupta, y se abrió un abismo de imprevisibles consecuencias.
En 1932 el PIB de EEUU había descendido un 27% respecto al de 1929, y la producción industrial registraba una caída histórica… del 50%. Mientras el desempleo casi se triplicó, alcanzando al 25% de la población activa.
La economía capitalista estaba en bancarrota. La miseria extrema entre amplias capas de la población se extendía a una velocidad vertiginosa e insoportable.
¿Qué políticas se adoptaron en los países capitalistas, especialmente en su centro, EEUU, para afrontar esta situación crítica? Exactamente las contrarias de las que algunos de los principales “gurús” económicos actuales nos recetan.
El capitalismo liberal del siglo XIX había muerto y era el momento de enterrarlo definitivamente. La única vía para “salvar” el capitalismo era apostar por una gigantesca intervención del Estado en la economía. Ese fue el corazón del New Deal, el programa con que Roosevelt llegó a la Casa Blanca en 1933.
Se multiplicó la inversión pública, se acometieron gigantescas obras impulsadas por el gobierno, se nacionalizaron empresas, se estableció una planificación económica, unos “planes quinquenales capitalistas”, el Estado intervino en todas las ramas de la producción, desde la banca a la industria…
Durante 20 años la tasa máxima que las grandes fortunas norteamericanas debían pagar en impuestos nunca bajó… del 90%
Sobre estas bases, la economía norteamericana pudo contener la hemorragia, y sin ellas hubiera sido imposible la enorme expansión que, durante y después de la II Guerra Mundial, llevó a EEUU a convertirse en el “patrón global”.
¿Qué política fiscal adoptaron los gobiernos de Roosevelt? ¿Bajar todavía más los impuestos a los más ricos, como hoy algunos nos proponen como única forma de “reactivar la economía”? No. Se hizo exactamente lo contrario.
Antes del crack del 29, en EEUU se aplicó a rajatabla la doctrina de Rockefeller, basada en que los grandes empresarios no debían pagar impuestos. El tipo máximo del impuesto sobre la renta, el que pagan las grandes fortunas, que estaba en 1918 en el 77%, se redujo en 1922, bajo la presidencia de Willian Harding, al 58%. Dos años después, el presidente Calvin Coolidge lo recortó aún más, dejándolo en el 46%. Y en 1925 volvió a bajarlo hasta el 25%. Nunca los más ricos habían tenido, ni volvieron a tener, tipos máximos fiscales tan generosos.
Para “salvar” el capitalismo, Roosevelt tuvo que hacer exactamente lo contrario: aprobar medidas para subir los impuestos a los más ricos.
En 1934, un año después de alcanzar la presidencia, Roosevelt aprobó un impuesto sobre la renta del 79% para quienes ganaran más de 5 millones de dólares al año… Una subida de 54 puntos, de golpe. A lo que se añadió un impuesto del 70% para herencias con un valor superior a los 50 millones de dólares.
La medida tuvo un apoyo tal que en 1936 Roosevelt arrasó en las elecciones, con el 61% de los votos.
No fue una medida coyuntural. Se mantuvo en el tiempo, e incluso se incrementó. En 1942 la tasa máxima a las rentas más altas alcanzó el 81%. Quien ganase un millón de dólares al año, pagaba 809.995 en impuestos directos.
Y en 1944, el Impuesto sobre la Renta en EEUU se estructuraba en 24 tramos, según en nivel de ingresos. El más bajo partía de una tasa del 23%, y el más alto, para los más ricos, llegó a alcanzar… el 94%.
Durante los 20 años siguientes, la tasa máxima que las grandes fortunas norteamericanas debían pagar en impuestos nunca bajó… del 90%. En 1952 Dwigth Eisenhower, un presidente republicano, identificado con la “derecha” estadounidense, la elevó hasta el 92% para ingresos superiores a los 200.000 dólares de la época.
No solo no es imposible imponer en un país capitalista unos impuestos del 70% para los más ricos, sino que en EEUU, el país capitalista por excelencia, la tasa fiscal para las grandes fortunas fue durante varias décadas del 90%.
También fue posible en España
Pero alguien puede contestarnos que eso ocurrió en EEUU, añadiendo que en un país como España es imposible que hubiera sucedido algo ni remotamente parecido.
No es verdad. No alcanzó esos niveles, pero sí fue bastante parecido. Y pasó en España.
En 1978, con la llegada de la democracia, se aplicó una profunda reforma fiscal, introduciendo el IRPF, el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas. ¿Cuál era el tipo máximo, el que se aplica a las grandes fortunas, en 1978? El 65,5%. ¿Cuál es ahora? El 47%. Casi veinte puntos menos.
Si hoy en España se aprobara el mismo tipo máximo vigente en 1978 sería el más alto de todo el mundo capitalista, y buena parte de los “gurús” económicos acusarían de comunista a quien lo planteara. Pero en 1978 fue aprobado bajo un gobierno de la UCD y avalado por todas las fuerzas políticas, de izquierdas y de derechas.
En 1978 el tipo máximo del IRPF en España, el que se aplica a los más ricos, era del 65,5%, casi veinte puntos más que en la actualidad
Frente a quienes lo descalifican como algo “imposible”, la historia reciente de nuestro país nos dice que obligar a los más ricos a pagar tipos fiscales del 70% es perfectamente posible.
Subir impuestos a los más ricos tiene público
La última trinchera de quienes pretenden prohibir subidas de impuestos a los más ricos es afirmar que “los tiempos han cambiado” y que ahora “ la sociedad no aceptaría esos tipos confiscatorios”.
No es verdad. La sociedad lo demanda, incluso en EEUU.
Según una encuesta de Gallup -uno de los gigantes demoscópicos norteamericanos-, en una encuesta realizada en abril de 2018, más de, 60% de los estadounidenses considera que las empresas y los ricos pagan muy pocos impuestos. Otras encuestas, de medios como The Político y Morning Consult, afirman que el 61% de la población apoyan la aprobación de impuestos especiales a las grandes fortunas. Y un medio tan ultraconservador como la Fox asegura que el 70% de los estadounidenses está de acuerdo con subir los impuestos a quienes ganan más de 10 millones de dólares… en una encuesta donde, por cierto, casi uno de cada cuatro norteamericanos apostaba por “alejarse del capitalismo y acercarse al socialismo”.
Hoy el tipo máximo fiscal aplicado en EEUU a las grandes fortunas está en el 37%… más de 50 puntos menos que bajo las presidencias de Roosevelt o Eisenhower. Fue una decisión política. Tras el asesinato de Kennedy, Lyndon Johnson redujo veinte puntos la tasa máxima, del 91% al 70%. Y Ronald Reagan la jibarizó hasta un ridículo 28%. Pero que no nos vendan que no hay más remedio que aceptarlo porque bajo el capitalismo otra opción es imposible. Los hechos nos demuestran exactamente lo contrario.