Victoria de la derecha en Portugal

Cuando las barbas de tu vecino veas cortar…

Tras la ajustada victoria de Luis Montenegro, se abren dos posibilidades en Portugal: o un gobierno de la derecha en minoría, donde deberá pactar con la socialdemocracia... o un improbable gobierno con la ultraderecha de Chega

Giro político en Portugal con implicaciones directas al otro lado de la Raya. La coalición conservadora Alianza Democrática (AD, centroderecha) ha ganado por la mínima las elecciones legislativas con el 29,49% y 79 escaños, superando por poco a un Partido Socialista (28,66% y 77 escaños) que llevaba gobernando, sólo o en coalición, desde 2015.

Los socialistas han asegurado que facilitarán la investidura del ganador, Luis Montenegro. Se abren dos posibilidades en Portugal: o un gobierno de la derecha en minoría, donde deberá pactar con la socialdemocracia… o un improbable gobierno de la derecha con la ultraderecha de Chega, que ha experimentado un notable ascenso.

Las urnas han decidido un cambio de gobierno en Portugal. El candidato de la derecha de Alianza Democrática, Luis Montenegro se ha alzado como ganador, aventajando en menos de un punto a su rival, el socialista Pedro Nuno Santos, que sufre un batacazo, quedando muy lejos (a más de doce puntos) de los resultados obtenidos por Antonio Costa en 2022.

Faltan aún por asignar cuatro escaños que se eligen en las circunscripciones de emigrantes y que no se conocerán hasta dentro de unas semanas, pero todo el mundo da por sentado que estos escaños no cuestionarán la victoria de la AD. La participación alcanzó una cifra inusualmente elevada, a la que no se había llegado en anteriores citas: el 66,23%.

Resultado de las elecciones legislativas en Portugal. A la izquierda, el ganador, Luis Montenegro (AD), a la derecha, Pedro Nuno Santos, del Partido Socialista

Como tercera fuerza política emerge los ultraderechistas de Chega, con el 18,06% de los apoyos y 48 escaños. Cuando se cumplen 50 años de la Revolución de los Claveles contra el régimen fascista de Salazar Portugal deja de ser una excepción en el plano europeo. Hace cinco años esta formación, homóloga a Vox en su discurso ultrareaccionario, xenófobo y autoritario, era residual. Ahora casi triplican sus resultados: en las legislativas de 2022 Chega se hizo con 12 escaños con el 7,18 % de los sufragios.

Muy por detrás quedan los liberales de IL (3,95%), el Bloco de Esquerdas (3,79%) y el PCP (2,99%) -que llegaron a formar parte de los gobiernos de la geringonça- los europeístas de Livre (2,10%)

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¿Y ahora que?

Reconociendo el triunfo de su oponente y su propia derrota, el líder socialista, Pedro Nuno Santos aseguró que “el PS será oposición y no dejará esa lideranza a Chega”, y que los socialistas no van a obstaculizar la formación de gobierno de Luís Montenegro, aunque también avisó de que no será “el soporte” del ejecutivo conservador.

La derecha ganadora tiene ante sí dos alternativas. Gobernar en minoría, aceptando pactos puntuales ora con los socialistas, ora con la ultraderecha, para sacar adelante leyes y presupuestos. O gobernar con Chega, algo a lo que se ha negado Montenegro durante toda la campaña, y que parece una opción poco probable,

En la noche electoral, y ante las insistentes preguntas de la prensa, el líder de AD dejó claro que no abrirá la puerta del Gobierno a la ultraderecha. “Naturalmente cumpliré mi palabra”, dijo Montenegro. “Sería una tremenda maldad hacia mí, hacia mi partido y hacia la democracia si no la cumpliese”, agregó.

Por otra parte, a nadie se le escapa que estos resultados tienen repercusiones no sólo en Portugal, sino en España. Es un giro político -a pocos meses de las elecciones europeas- que golpea a uno de los mayores exponentes de la socialdemocracia, que arroja aún más incertidumbre sobre un gobierno de Pedro Sánchez que atraviesa momentos complicados tras el resultado de las elecciones gallegas o el estallido del caso Koldo.

Cabe preguntarse si, además de felicitar y felicitarse por la victoria de la derecha portuguesa, Núñez Feijóo habrá apuntado la promesa de su colega de no gobernar con la ultraderecha.

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Un chapucero caso de corrupción causó la caída de Antonio Costa

Ascenso y caída del socialismo luso… ¿con ‘lawfare’ de por medio?

Antonio Costa tras anunciar su dimisión, en noviembre

Hace dos años, en enero de 2022, el socialista António Costa lograba una histórica mayoría absoluta en Portugal. Tras haber gobernado en coalición con los partidos a su izquierda -el Bloco de Esquerdas y el Partido Comunista- en el llamado despectivamente por la derecha como la ‘geringonça’ (equivalente a nuestro «galimatías»), el lider del PSP desbancaba a sus antiguos socios y con una victoria contundente y 116 escaños lograba la llave para gobernar en solitario.

La primera parte de la legislatura de Costa en mayoría absoluta transcurrió con un ambiente político relativamente calmado, que contrastaba poderosamente con la crispación permanente al otro lado del Duero.

En estrecha alianza con el otro gobierno progresista ibérico, el de su buen amigo Pedro Sánchez, ambos ejecutivos incluso pudieron llevar adelante algunas audaces iniciativas en la arena europea. En junio de 2022, y tras largas negociaciones en un momento en el que la factura de la luz agobiaba a amplias capas de la ciudadanía, Sánchez y Costa se salían con la suya y lograban que Bruselas aceptara la «excepción ibérica». Una medida que ponía -sólo en España y Portugal- un límite al precio del gas utilizado para producir electricidad, que se había disparado como consecuencia de la guerra de Ucrania. Un parche que no tocaba los intrincados mecanismos del mercado eléctrico, que permiten al oligopolio adueñarse de beneficios caídos del cielo, pero que tuvo un efecto positivo.

Todo fue más o menos rodado hasta que llegaron para Antonio Costa los ‘idus de noviembre’ de 2023.

El primer ministro socialista dimitía de manera fulminante e irrevocable cuando la Fiscalía portuguesa hizo pública una investigación por corrupción que le afectaba directamente a él. La Justicia llevó a cabo 40 registros policiales, incluida la casa de Costa, y ordenaba el ingreso en prisión de dos personas de su máxima confianza: su entonces jefe de Gabinete, Vítor Escária, y el empresario, abogado y amigo suyo Diogo Lacerda por presuntas adjudicaciones ilegales de los negocios del litio y el hidrógeno verde.

Su dimisión provocó una crisis sin precedentes en Portugal. Para salvarla, el presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa, anunció la convocatoria de elecciones, pero no inmediatas, sino para el 10 de marzo de 2024.

Sin embargo, lo que durante los primeros días parecía una flagrante y obvao implicación de Antonio Costa se desmoronó en menos de una semana, en un relato que causa sonrojo.

Resulta que la Fiscalía había confundido en las conversaciones y escuchas de la investigación por corrupción el nombre del primer ministro -que en realidad se llama António Luís Santos da Costa- con el del titular de Economía, António Costa Silva. Se esfumaban los indicios de tráfico de influencias contra el jefe del gobierno socialista.

Lo que empezó como un gran caso de corrupción terminó manchado por la sospecha del lawfare: una chapuza judicial aparentemente accidental, pero quien sabe si deliberada

El juez instructor se vio obligado a liberar a los principales detenidos y declarar la investigación «dañada» por estos errores garrafales. Pero el daño ya estaba hecho, el primer ministro socialista defenestrado, y las elecciones convocadas.

Lo que empezó como un gran caso de corrupción terminó manchado por la sospecha del lawfare -una chapuza judicial aparentemente accidental, pero quien sabe si deliberada- para torcer el rumbo político de Portugal.

Evidentemente, los malos resultados del PSP, que pierde casi 542.000 votos (la cuarta parte de su electorado), no todo se puede achacar a los escándalos de corrupción. Cuestiones como la pérdida de poder adquisitivo de los salarios ante una inflación que ha golpeado duramente el bolsillo de amplias capas de trabajadores, o la gravísima crisis de los inasumibles precios de la vivienda, especialmente en las grandes ciudades, han golpeado al gobierno y han decepcionado y desmovilizado a gran parte del electorado progresista.

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Editorial Internacional

El contexto europeo de los resultados electorales en Portugal

El resultado de las elecciones en Portugal no sólo tiene un impacto en el país vecino. Va tener su inevitable resonancia en España, con un PP envalentonado tras las últimas elecciones gallegas, y con un PSOE en horas bajas tras el estallido del caso Koldo, aunque aliviado con la aprobación de la ley de amnistía.

También supone un debilitamiento del peso de los socialistas «ibéricos», que habían cogido importancia dentro de los socialdemócratas europeos frente a la socialdemocracia francoalemana, mucho menos «progresista» y mucho más dúctil para los intereses de sus clases dominantes.

Pero sobre todo va a envalentonar a unas fuerzas de la derecha y la ultraderecha en Europa a las que las encuestas les dan buenas perspectivas para las próximas elecciones europeas.

Todo ello se da en un contexto que no es posible ignorar.

A pocos meses de unas elecciones norteamericanas completamente polarizadas y decisivas, donde Donald Trump está en ascenso, y Joe Biden parte de cotas muy bajas de aprobación y popularidad.

Con unos EEUU sumidos en un cada vez más acelerado ocaso imperial, y cada vez más privado -por la lucha de los pueblos- de los espacios de dominación y de extracción de plusvalía de los que antes disfrutaba. Algo que se agudiza la ansiedad estratégica de EEUU y su necesidad creciente de aumentar el saqueo sobre los países de su órbita. Esto repercute de manera directa sobre Europa, especialmente sobre el sur del continente y sobre los eslabones débiles de la cadena imperialista, como España… y Portugal.

A ello hay que sumar que la locomotora europea, Alemania, está en recesión, lo que también determina la necesidad para la clase dominante germana de descargar sus pérdidas sobre los eslabones más débiles.

La victoria de la derecha en Portugal se da en un contexto que no debemos ignorar

Tras el fin del «periodo de gracia» de la pandemia, los halcones de la burguesía monopolista alemana llevan tiempo empujando para la vuelta de las políticas «duras» de austeridad fiscal, de recortes y de ajustes.

Estamos ante una nueva confluencia de intereses entre Washington y Berlín a la hora de imponer a los países del sur de Europa políticas de recortes y ajustes del gasto público, de privatizaciones y ataques contra las condiciones de vida de las clases populares.

Lo podemos ver reflejado en las posiciones políticas, donde se abren vías a las “líneas de los recortes sin complejos”. La posición de Manfred Weber y de Úrsula Von der leyen -ambos destacados dirigentes de la CDU/CSU- de dar luz verde a los partidos conservadores «clásicos» del Partido Popular Europeo para que llegen a acuerdos de gobierno con partidos de ultraderecha -siempre que sean «pro-atlantistas» como Meloni en Italia, Ley y Justicia en Polonia, Vox en Esoaña o Chega en Portugal, y no «proPutin» como Salvini u Orbán- es más que significativa.

Es en este contexto en el que se ha producido un chapucero caso de corrupción (¿o de lawfare?) que ha derribado al gobierno de Costa, y el ascenso del gobierno derechista de Montenegro, con un programa mucho más inclinado a políticas de “recortes sin complejos”, con o sin apoyo de la ultraderecha.