Me sorprende la redacción de esta reseña cuando me encuentro en el primer campamento base de la escalada que plantea Rafael Gumucio en su biografía sobre Nicanor Parra, para tantos el mejor poeta de América. Escalada porque se trata de un volumen de 546 páginas, intensas, escarpadas y a ratos desequilibrantes, que requieren el esfuerzo de toda gran ascensión. En la página 79, después de merodear por la infancia (aunque el libro no sigue exactamente un orden cronológico, y salta como conejo en todas las direcciones y hacia todas las edades, que son muchas, pues Parra vivió más de cien años), a la altura de la página 79, digo, Gumucio se pregunta por fin ¿y por qué yo?, ¿por qué ando yo, precisamente yo, metido en este berengenal? Ahora no interesa esa respuesta, sino algo que Gumucio dice, de forma categórica, a mitad de página, y que ha de constituir el pórtico incuestionado de esta reseña: “La biografía es el más ficticio de todos los géneros literarios”. Si acaso, una precisión: de todas las biografías, las más ficticias son las autobiografías. Por supuesto, ficticio no es un término peyorativo y mucho menos un sinónimo de mentiroso.
Hay una gran tradición en el género. Está la gran biografía empírica británica, de la que recuerdo especialmente el James Joyce de Ellmann, rigurosa, entretenida y muy ceñida a los hechos. Está la biografía racionalista francesa, en la que manda la interpretación metódica del personaje, como en la de Marcel Proust de Painter. O está la biografía exhaustiva alemana, como la reciente de Rainer Stach sobre Kafka, tan decidida a abarcarlo y agotarlo todo, que el biografiado acaba entregando dolorosamente hasta su último aliento. Hay también muy conocidas autobiografías, como el Confieso que he vivido, de Neruda, de la que se dice que no contiene un solo átomo de verdad.
“La biografía es el más ficticio de todos los géneros literarios”
Hay, como es sabido, biografías autorizadas, hechas con el consentimiento y hasta con la colaboración de los biografiados, y otras que incluso han sido denunciadas y repudiadas por ellos de forma estentórea (proceso judicial incluido), bien por sentirse injuriados o bien porque no quieren que se sepa de ellos “toda la verdad”. La autobiografía, en cambio, siempre parece un hecho voluntario y consentido, ya que resulta improbable que alguien recree su propia vida contra su voluntad, como mucho se puede decir que el autor ha sido tan implacable consigo mismo que el libro parece más bien una necrológica o una nota de suicidio. Aunque lo más frecuente es que nos topemos con textos autojustificativos, en los que el autor se manifiesta la mar de agradecido por haber tenido la suerte de haberse conocido.
Pero, aunque parezca increíble, existe también la posibilidad de la autobiografía involuntaria. Es decir, un texto que jamás se pensó que fuera una autobiografía, incluso un texto que pertenecía inicialmente a otro género, pero que por avatares y decisiones editoriales, acaba siendo en los hechos una forma de autobiografía. Esto es lo que le ocurre al libro que reseñamos: “Cuaderno de campo”, del filólogo, poeta, narrador y ornitólogo Francisco Ferrer Lerín (Barcelona, 1942), Premio de la Crítica 2008, editado por Contrabando en 2020.
En 2009 publica el libro de poemas Fámulo, con el que obtiene el Premio de la Crítica
La naturaleza y singularidad de este libro merecen una reflexión. En sus inicios, se trataba de una mera recopilación de las entrevistas publicadas en prensa después del regreso de Lerín a la actividad literaria en 2001, tras casi treinta años de ejercer de “Bartleby” (razón por la cual aparece como tal en el célebre libro de Vila-Matas Bartleby y compañía). En efecto: tras publicar dos libros de poemas notorios a finales de los 60 y principios de los 70, Lerín desaparece de la vida literaria de la misma forma fulminante con la que comenzó. Deja la poesía, deja la filología, deja Barcelona y se acaba instalando en Jaca, en el prepirineo aragonés, donde a la par que a su afición y dedicación profesional a las aves (especialmente a las carroñeras) despliega oficios tan variopintos (y literarios) como los de espía y jugador de póker. Con el nuevo milenio, y tras un episodio que es relatado con muy sabrosos matices en Cuaderno de campo, Lerín vuelve con la misma intensa radicalidad con la que hizo mutis por el foro. Y en muy poco tiempo, publica una docena de libros que le garantizan, por su potencia y originalidad, un lugar prominente en nuestra historia literaria. En 2009 publica el libro de poemas Fámulo, con el que en 2010 obtiene el Premio de la Crítica. Y en esos mismos años deja una prueba notable de su versatilidad literaria, con la novela Familias como la mía, que el crítico Ignacio Echevarría sanciona como una de las novelas más poderosas de las últimas décadas.
Cuaderno de campo es un libro que construye de forma muy original, e inesperada, pero siempre con las palabras de Ferrer Lerín, la “autobiografía” de un escritor tan singular como irrepetible, un mago de las palabras, alejado de la algarabía mercantil que rige en la actualidad nuestra literatura, pero que sin embargo mantiene un férreo engarce con los grandes de la literatura española de todos los tiempos.