Desde hace años, Europa se ha abonado a vivir una crisis tras otra. Algunas, como la británica, parece ya crónica. Otras, como la italiana, muestra un perfil cada vez más inquietante. Mientras, el eje rector de Europa, el eje franco-alemán, vive un momento de claro desajuste y chispazos de enfrentamiento, agravados por los desacuerdos energéticos. La aparente unidad alcanzada para hacer frente común a la invasión rusa de Ucrania, podría también acabar fracturándose.
Tal y como ya presagiamos, el liderazgo de Liz Truss en Reino Unido ha durado un suspiro. Aunque la líder conservadora, ganadora del voto popular entre las bases tories, contó con un mes de “regalo” por los funerales de la reina Isabel II, bastó que anunciara su delirante plan económico (que incluía, en plena crisis, cuantiosas rebajas fiscales para las rentas más altas), para provocar el hundimiento de la libra, la intervención de urgencia del Banco de Inglaterra para impedir la debacle y una insurrección en sus propias filas. Aunque ella se confesó como una líder muy combativa y se presentaba como la sucesora nata de Margaret Tatcher, la realidad es que no aguantó ni el primer asalto. Su reinado duró 45 días, el más exiguo de la historia británica.
Y tras desechar, con absoluta contundencia, el intento de Boris Jonhson de volver a presentarse otra vez para el cargo del que fue ignominiosamente despedido por los suyos hace apenas tres meses, los diputados conservadores eligieron por amplia mayoría a Rishi Shunak, el exministro de Finanzas de Boris Jonhson, el hombre que apuñaló a su jefe y siempre fue la alternativa de la mayoría de los legisladores del Partido Conservador, de la burguesía monopolista inglesa… y de Washington, o más exactamente, de la actual línea dominante en Washington, es decir, de la administración Biden.
Liz Truss nunca fue la candidata de la Casa Blanca. Y ha acabado de patitas en la calle
La prensa salmón y los tabloides anglosajones enseguida titularon que “los mercados habían derribado a Truss”. Como si los mercados fueran esa cosa anónima, sin rostro ni cara ni intenciones, que lo deciden casi todo por su cuenta. Pero la realidad es muy otra. Truss nunca tuvo el respaldo de los verdaderos poderes que derriban o amparan gobiernos en Gran Bretaña. Boris Johnson llegó de la mano de Trump y del Brexit, pero nunca tuvo sintonía con Biden, y lo acabó pagando. Truss nunca fue la candidata de la Casa Blanca. Y ha acabado también de patitas en la calle. Veremos si el nuevo premier, el multimillonario Rishi Shunak, de origen indio, pero que tiene su residencia oficial en EEUU, es capaz de llevar el timón descarriado de Reino Unido tanto por el carril que quiere la actual Casa Blanca como por el que necesita una Gran Bretaña enfrentada a la “tormenta perfecta”: inflación desbocada, crisis energética, amenazas de desabastecimiento, retos a la unidad nacional, desencuentros con Europa, guerra de Ucrania…
Muy distinta, pero igualmente grave, es la crisis que sacude Italia tras la llegada a la presidencia del Gobierno de la líder de un partido de la ultraderecha, Giorgia Meloni, de los Hermanos de Italia, tras el rotundo triunfo electoral de las “tras derechas” en las recientes elecciones italianas. Meloni es una incógnita, su pasado la compromete con la oscura historia de la ultraderecha italiana, pero tras el triunfo electoral todas sus declaraciones han ido por una senda muy diferente: rechazó el fascismo en su investidura, aseguró el compromiso de su gobierno con Europa y con la OTAN, rechazó cualquier veleidad de simpatía con Putin e incluso pidió a su antecesor, Mario Draghi, consejo y apoyo de cara a la elaboración de los presupuestos. Nada de eso había sido ni tan claro ni tan explícito como ahora. Y aún queda por ver, de qué forma se traducen esas declaraciones de intenciones en hechos concretos, y cómo se gestionan las políticas en el seno de un gobierno tripartito, en el que algunos de los socios ni ocultan sus simpatías por Putin ni dejan de ser unos euroescépticos, o directamente antieuropeos.
Meloni ha jurado el cargo de primera ministra haciendo profesión de fe europeísta y atlantista
Por el momento los centros de poder que deciden sobre Italia parecen conformes con dejar hacer a la nueva líder… que aún no ha “sacado los pies del plato”. Pero muy distinta sería la situación si se decidiera a hacerlo… en algunas de las cuestiones cruciales o “líneas rojas” que afectan a los intereses de la burguesía monopolista italiana o a Washington. Entonces Meloni podría no tardar mucho en seguir el camino de Liz Truss en Reino Unido.
No se debe olvidar que tanto Inglaterra como Italia son dos piezas claves y esenciales no solo para el dominio de EEUU sobre Europa, sino para el despliegue estratégico de la hegemonía norteamericana en el mundo. Dos países, además, donde EEUU tiene palancas de intervención internas muy poderosas, demostradas a lo largo de la historia europea tras la segunda guerra mundial. No hace tanto que hemos visto corroborar, incluso por sus protagonistas, el papel desempeñado por la red Gladio en la historia italiana durante la “guerra fría”.
Pero Europa no se ve sacudida solo por estas crisis. La guerra de Ucrania ha puesto encima de la mesa una crisis energética de gran calado, que unida a la espiral inflacionaria y a la amenaza de una grave recesión, están abriendo fisuras continuas en el seno de la UE. Esas fisuras ya han dado pie a roces y enfrentamientos abiertos entre Francia y Alemania, cuya sintonía se presume la base de la estabilidad europea. Si esta fisura se profundiza, en el marco de un otoño del descontento social y revueltas populares, con la presión de Putin cada vez más acentuada, podríamos acercarnos a una situación realmente grave.