Hace ochenta y tres años, un 6 de octubre de 1.934, Lluis Companys, entonces president de la Generalitat, proclamó el “Estat Català” dentro de la República Federal Española. Algunos han recordado la efeméride para equipararla con el actual desafío soberanista, hablando incluso de que Artur Mas propone otro “Sis d´Octubre”. No es verdad. Se trata de una más de las manipulaciones históricas que los defensores de la división y la independencia utilizan para engañar a la mayoría de la sociedad catalana que defiende la unidad.
Usurpando además un símbolo de la lucha antifascista, como Lluis Companys, que no es suyo sino nuestro, del pueblo catalán y del conjunto del pueblo español.
Lejos de ser independentista, Companys defendió, tanto en 1.934 como durante la Guerra Civil, una mayor unidad de Cataluña con el resto del pueblo español, pero sobre nuevas bases libres y democráticas, y sobre todo para conquistar juntos un futuro que diera respuesta a las demandas y anhelos populares.
¿Qué fue en realidad el “Sis d´Octubre” de 1.934? ¿Declaración de independencia o defensa de una nueva unidad con la España progresista?
6 de octubre de 1.934. Pocos minutos después de las ocho de la tarde. Lluis Companys, president de la Generalitat, se dirige desde el balcón de la Plaça de Sant Jaume –sede del gobierno catalán- a una multitud que prorrumpía en vítores y entonaba estrofas de Els Segadors, convertido en “himno nacional catalán”.
Con solemnidad, Companys proclama, como máxima autoridad política en Cataluña, el “Estat Català”.
Parece una declaración de independencia “de libro”. Y así nos lo recuerdan hoy algunos políticos y analistas, presentándolo como un precedente histórico del actual proceso de ruptura encabezado por Artur Mas y Carles Puigdemont.
Pero un solo hecho desmiente estos análisis. Ese 6 de octubre de 1.934, a primera hora de la tarde, se produjo un incidente muy significativo. Josep Dencàs –conseller responsable del orden público y representante del ala más reaccionaria e independentista de ERC- ordena que en el balcón de la Conselleria de Governació ondee la bandera “estelada” (triángulo azul con estrella blanca sobre las cuatro barras) símbolo del separatismo. Desde el Palau de la Generalitat, Companys ordena a Dencàs que esa bandera sea arriada y vuelva a ser izada la “cuatribarrada” –la histórica bandera catalana- que simboliza una Cataluña más libre y autónoma pero en ningún caso enfrentada a España.
Y es que Companys nunca encabezó una rebelión independentista contra “el dominio español”. En su discurso de ese 6 de octubre de 1.934 proclamaba que “las fuerzas monarquizantes y fascistas” habían “asaltado el poder”, y que la República se encontraba “en gravísimo peligro”. Anunciaba, además, que “las fuerzas auténticas republicanas de España y los sectores socialistas avanzados” se habían alzado en armas “contra la audaz tentativa fascista”, y que la Generalidad de Cataluña no podía permanecer al margen. Por ello, proclamaba el Estat Catalá dentro de la “República federal española” e invitaba a los dirigentes de la lucha antifascista a que formaran en Barcelona el “Gobierno Provisional” de esa República.
En esos mismos momentos, en Asturias, comunistas, anarquistas y socialistas encabezaban una auténtica revolución obrera que fue salvajemente cercenada por tropas al mando del entonces general Franco.
En toda España se había decretado una Huelga General como respuesta a la entrada en el gobierno de la CEDA, representante de los más reaccionarios intereses oligárquicos y punta de lanza de la amenaza fascista, que ya había llevado al poder a Hitler en Alemania y a Mussolini en Italia.
Companys se levanta junto al resto del pueblo español. Y en lo que algunos interesadamente leen simplemente como una “proclama independentista” en realidad llama desde Cataluña a la España de izquierdas, revolucionaria y progresista a forjar una nueva unidad para combatir juntos a los enemigos comunes.
El más firme defensor de la unidad antifascista de todo el pueblo español
El Lluis Companys “independentista” que algunos nos presentan fue en realidad el más firme defensor de la unidad antifascista, libre y revolucionaria, del pueblo catalán con el conjunto del pueblo español.
Para entender esta aparente paradoja debemos ir a los orígenes de la actividad política de Lluis Companys.
Republicano de primera hora, militó en la Asociación Escolar Republicana, o la Unió Federal Nacionalista Republicana, para después integrarse en Solidaritat Catalana o fundar el Partit Republicà Català.
Durante los años más duros del pistolerismo patronal en la Barcelona de los años veinte, defendió como abogado a miembros de la CNT, lo que le reportó persecuciones y deportaciones.
Y más tarde contribuyó a fundar el sindicato agrícola conocido como Unió de Rabassaires i Altres Cultivadors del Camp de Catalunya. Que organizó la rebelión de los arrendatarios contra los abusos de los grandes propietarios.
Companys representaba al sector más de izquierdas de ERC. Con profundos vínculos –forjados en luchas comunes- con las clases populares de Cataluña, desde el proletariado al campesinado.
Por eso, aunque siempre fue un ferviente catalanista, pudo fortalecer la unidad con el resto del pueblo español, con el conjunto de la España progresista, que compartía unos intereses comunes con la Cataluña popular que Companys representaba.
Cuanto más se radicalizaba Lluis Companys, más se unía con el resto del pueblo español… y más se enfrentaba a las fuerzas catalanas más reaccionarias.
Primero a la gran burguesía catalana, agrupada en torno a la Lliga Regionalista.
En marzo de 1.934, la Generalitat presidida por Lluis Companys había aprobado la Ley de Contratos de Cultivo, un impulso a la reforma agraria que entregaba la propiedad de una parte de las tierras que cultivaban a los arrendatarios pobres.
Los grandes propietarios catalanes promovieron un recurso ante el Tribunal de Garantías de la República para que la declarase inconstitucional. Aliándose, sin ningún remilgo “catalanista”, con la derecha extrema española representada por la CEDA, para que “limitara la autonomía catalana” en defensa de los terratenientes catalanes.
Pero Companys también se enfrentó a los sectores que dentro de la propia ERC enarbolaban el independentismo desde posiciones reaccionarias.
Como el sector progermánico y fascistizante representado por Dencás o el más probritánico y centrista encabezado por Pi i Sunyer.
La realidad es que la recuperación de la autonomía y las libertades de Cataluña en la IIª República no fue resultado de un enfrentamiento con “España”, sino de la unidad con la España progresista.
En 1.931, coincidiendo con la proclamación de la República, Francesc Maciá, fundador de ERC, proclama “la República catalana como Estado integrante de la Federación Ibérica”, acabando con un llamamiento “por Cataluña y por los otros pueblos hermanos de España”.
Tras una negociación con el nuevo gobierno republicano, Macià retira la declaración de independencia. Y la nueva República española restituye la Generalitat como gobierno autónomo y aprueba el Estatut de Nuria.
Cataluña recuperaba su autonomía, una histórica conquista, y lo hizo de la mano de la España progresista.
Tras su muerte, los parlamentarios de los partidos republicanos de izquierda españoles dirán de Francesc Maciá que ha sido “símbolo, no sólo para los catalanes que veían en él la garantía de sus libertades, sino para todos los españoles que por su concurso sentíamos garantizado el concepto más amplio de la unidad patria”.
Lo mismo le sucedió a Lluis Companys. Tras el aplastamiento –no solo ni principalmente en Cataluña, sino sobre todo en Asturias- del levantamiento de octubre de 1.934 por la oligarquía española el Estatut catalán quedó suspendido, la sede del Parlament se transformó en cuartel militar, 129 ayuntamientos gobernados por partidos de izquierda fueron suspendidos, más de mil ‘rabassaires’ fueron despojados de las tierras que cultivaban, la Generalitat pasó a ser administrada por diversos interventores nombrados por el Gobierno central, y Companys junto la mayoría de los miembros de su Gobierno fueron condenados a 30 años de cárcel.
¿Cómo pudo Companys volver a ejercer como president de la Generalitat? La respuesta está en el triunfo del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1.936. Junto a la liberación de los miles de presos de la revolución de Asturias se devolvió a Cataluña su autonomía perdida y se restituyó a Companys y al gobierno catalán legítimo en sus puestos.
El triunfo del Frente Popular permitirá que sectores del nacionalismo de izquierdas como el representado por Companys se sumen de forma entusiasta a la lucha general del conjunto del pueblo español.
Tras el golpe fascista del 18 de julio, respaldado decisivamente por el imperialismo hitleriano y mussoliniano, los sectores progresistas y revolucionarios de ERC se radicalizarán en la defensa de la República y en una mayor unidad con el resto del pueblo español.
Comprendiendo, y haciendo bandera de ello, que Cataluña solo podrá volver a ser “lliure i plena”, como reclaman Els Segadors, en unión con todo el pueblo español.