El ultraderechista presidente argentino, Javier Milei, está de capa caída. Tras el escándalo que ha revelado que su hermana y consejera, Karina Milei, se forraba con las coimas de subir el precio de los medicamentos de los discapacitados, vino una amarga derrota en las elecciones legislativas de la provincia de Buenos Aires, donde la izquierda y los peronistas le dieron un baño, sacándole más de 13 puntos de ventaja.
Pero las más duras críticas no han venido de los medios «zurdos», sino de los de color salmón. Hasta el Financial Times ha proclamado que la motosierra del ultra se ha calado, y que la gestión económica de Milei es «una espiral de crisis».
Desplome económico, desplome político. Como un perro apaleado, Milei ha aprovechado el viaje a EEUU -para comparecer ante la Asamblea General de la ONU- para buscar el abrazo del amo. Y Trump ha decidido rescatarlo al borde del abismo, ofreciendo a Argentina un rescate inédito de 20.000 millones de dólares, además de un crédito sin fecha y hasta la posibilidad de que Estados Unidos compre bonos de su deuda. Todo ello sazonado de todo tipo de alaracas. “Un líder verdaderamente fantástico y poderoso, al que ofrezco mi completo y total respaldo para su reelección como presidente”, dijo Trump al lado de un Milei al que retornó la sonrisa tras tantos malos tragos.
Un «regalo» que hace aún más pesada la losa económica que EEUU -directamente o a través del FMI- ha construido sobre la Argentina. Pero que es una «inversión geopolítica» para la superpotencia, que no puede permitir que caiga uno de los gobiernos más acérrimamente pronorteamericanos -y trumpistas- de una región en la que son minoría, y donde a EEUU le crecen los enanos.
