Arte

Comercial o popular

Se celebra este año el IV Centenario de un texto que revolucionó definitiva e irreversiblemente la forma de escribir Teatro; Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo de Lope de Vega.

Desde sus orígenes (hacia el s. V a.C.) hasta el momento en que el fénix de los ingenios escribió su alegato, el Teatro ermaneció encorsetado, y aún a veces enclaustrado, preso de unas normas tan claustrofóbicas en su aplicación como insignes en su definición, todo hay que decirlo. Un siglo pasó hasta que el pensador Aristóteles sintetizara la estructura de la tragedia griega ( en Poética). El filósofo, en su afán por establecer las reglas que rigen el conocimiento y el Arte, definió el esqueleto de las obras de Sófocles, de Esquilo o de Eurípides en tres unidades: – Unidad de tiempo (la acción no debe durar más allá de una jornada), – Unidad de lugar – Y unidad de acción (un único suceso o varias acciones que desarrollen la principal). Ningún autor hasta Lope se había atrevido a enmendar al maestro escribiendo algo que contradijera los cánones marcados y que, por otra parte, tanto éxito dieran a Esquilo y compañía. La novedad en Lope y lo que constituye su argumento principal expuesto en Arte nuevo… no es más que la imitación de la vida. Lope propone romper con las estrictas reglas que impiden un desarrollo creativo en pleno Siglo de Oro español. A grandes rasgos señalaremos las características principales de esta ruptura. Por Comedia entiende todo acto o argumento teatral, bien sea trágico, bien cómico, de igual manera que Dante llamó a su obra máxima, la Divina Comedia. Quebranta también la noción inicial de tragedia, plantear desde el principio el final trágico del argumento. Lope propone dar misterio a la trama, dejando para la última escena el desenlace de la obra. La temática debe imitar también la vida (“elíjase el sujeto y no se mire si es de reyes”). Sobre el lenguaje aboga nuevamente por la imitación: una persona es distinta en su lenguaje cuando habla de banalidades que cuando sentencia o aconseja. Tampoco habla igual un hombre de la calle que un político. Recoge aquí de manera intuitiva lo que más tarde teorizaría el cine (variedad diatópica relativa a la diferencia del habla en función del lugar; variedad diafásica relativa a los diferentes niveles de lenguaje [culto, vulgar, argot, etc.] y variedad diacrítica relativa a las diferencias por oficio). No le asusta mezclar comedia y drama. Y en cuanto al vestuario advierte de la incongruencia habitual de “sacar un turco un cuello de cristiano, y calzas atacadas un romano” (Arte nuevo…). En sus más de 483 comedias (como él mismo declara) el propio D. Félix ejercita sus tesis en contraste con el marasmo teatral instalado en España. Salvo honrosas excepciones (Gil Vicente, Juan del Encina, Torres Naharro), la historia del Teatro en este país ha escrito páginas notables de tedio y dejadez. Las escasas representaciones dramáticas surgen vinculadas al culto religioso desde que se tiene noticia de ello con el Auto de los Reyes Magos a finales del siglo XII. Esta circunstancia no deja de repetirse hasta la llegada del ilustre Lope de Rueda, precursor del Siglo de Oro. El único entretenimiento que se le da al pueblo llano durante toda la época medieval son los decadentes Autos Sacramentales (representación literal de pasajes bíblicos). Algunos autores han apuntado a una deriva irónica por parte de los actores de ”Autos” en los últimos años de este periodo, algo poco probable dado el inexistente sentido del humor que entonces gastaba la Iglesia. Como si de una performance de artista oscuro incomprendido se tratara, alguna de las opiniones vertidas sobre esta obra son tan pintorescas como una mañana nevada de Mayo. Dicen los entendidos que el autor se pliega al Arte comercial. No distingue quien así opina lo que busca el aplauso fácil (comercial) de lo que pertenece o es relativo al pueblo (popular) y que es considerado como “una forma de cultura propia y constitutiva de su tradición” (DRAE). Una cosa es saber lo que le gusta al público y repetir la fórmula hasta la saciedad (de lo cual hay sobrados y soporíferos ejemplos en TV, Literatura, Cine, etc., etc.), y otra muy distinta interesarle con argumentos y tramas que le afectan o le importan, que son intrínsecamente suyas. Actualmente se representan varias obras de Lope de Vega en los escenarios patrios. Entre ellas destaca el montaje de Helena Pimenta sobre La noche de San Juan, dirigiendo a la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico. Se podrá ver en el Teatro de Madrid hasta el 15 de Marzo.