Nos enfrentamos a una situación de extrema gravedad, con una profunda crisis de Estado en la que está en peligro la integridad territorial de nuestro país y la unidad del pueblo de las nacionalidades y regiones de España. La decisión del Estado de la oligarquía de aplicar el 155 corto en el tiempo, y la convocatoria inmediata de elecciones para el 21 de diciembre, ha cambiado el terreno de juego.
La declaración unilateral de independencia en el Parlament de Cataluña y la proclamación de una república catalana, es el hecho más grave de la democracia después del 23-F. Con la declaración unilateral Puigdemont y Junqueras, junto a su Govern y los dirigentes de ANC y Omnium han puesto de manifiesto que encabezan un sector de la burguesía burocrática, uno de cuyos rasgos principales es su aventurerismo, y sus proyectos los más reaccionarios y peligrosos, y que ha planificado y decidido seguir hasta el final una hoja de ruta en la que se ha buscado el enfrentamiento directo con el Estado para “generar confrontación y forzar la desconexión” de Cataluña e imponerla a la mayoría de la sociedad catalana que la rechaza.
La declaración unilateral de independencia es una imposición antidemocrática, aprobada en secreto de forma vergonzante por una exigua mayoría, 70 votos de JxSí y la CUP. Y en base a la estafa del 1-O y sus resultados. Que lo que sí reflejan es la falta de apoyo a sus proyectos con la abstención consciente del 60% y hasta del 80% en las zonas obreras.
La falta de apoyo a su DUI que evidencian los resultados del 1-O, la emergencia de la izquierda patriótica a través de los manifiestos, la manifestación del día 8 y las declaraciones públicas de numerosas personalidades y profesionales, y el apoyo mayoritario a la convocatoria de elecciones sin DUI ha agudizado las contradicciones y dificultades para aplicar su hoja de ruta.
Desde el 1-O están más débiles. Cada paso que han dado (1-O, primera declaración unilateral y su aplazamiento y ahora la aceptación de convocar elecciones para después proclamar la república catalana) ha sido un fracaso de Puigdemont.
Dos hechos producidos ayer mismo ponen también de manifiesto estos rasgos de debilidad.
La relativa escasa presencia en las concentraciones para celebrar la fiesta de la proclamación de la República (17.000 según la policía local en Barcelona). El hecho de que Puigdemont no se atreviera a salir al balcón de la Generalitat a proclamar un hecho tan histórico.
Y especialmente significativo que el director de los Mossos -el cuerpo armado de la Generalitat y encargado del orden público- aceptara por carta su cese decretado por la aplicación del 155.
Si muestran signos de debilidad es porque la mayoría de la sociedad catalana les dio la espalda y sobre todo las grandes ciudades de Cataluña y el cinturón rojo de Barcelona donde se concentra la clase obrera y el pueblo trabajador. Es el pueblo, y sobre todo la irrupción en la escena política de la clase obrera y el pueblo trabajador quienes imponen los límites a Puigdemont y Junqueras, junto con la emergencia de la izquierda patriótica y democrática que defiende la unidad.
A lo que hay que sumar su aislamiento internacional. Como dice el director de La Vanguardia, “la prensa internacional ha pasado en tres semanas de ver el movimiento soberanista con simpatía a considerarlo una causa perdida”.
Pero lejos de renunciar a su hoja de ruta, su aventurerismo les ha convertido en más peligrosos y han decidido lanzarse ellos, y tratar de arrastrar a la sociedad catalana, al abismo de lo imprevisible.
Para ello cuentan con un importante sector independentista radicalizado, organizado y movilizado en base a una cadena de mentiras y promesas estafa de que era posible una independencia de bajo coste, respaldada por la mayoría de la sociedad catalana, sin apenas consecuencias económicas y sociales y con reconocimiento internacional.
La decisión del Estado de la oligarquía de aplicar el 155 corto en el tiempo, de forma “pacífica y moderada”, y la convocatoria inmediata de elecciones para el 21 de diciembre, ha cambiado el terreno de juego. Arrebata la iniciativa que hasta ahora tenía el Govern de Puigdemont y Junqueras. Y hasta hasta cierto punto quiebra su discurso de un Estado de “vuelta al franquismo”.
El Estado y la oligarquía mantienen un bloque “constitucional”, PP, PSOE y Ciudadanos y el apoyo de Estados Unidos y la Unión Europea a la aplicación del 155 por el gobierno.
El hegemonismo y las principales potencias imperialistas en estos momentos consideran que la independencia de Cataluña y la desestabilización de España es contraria a sus intereses. Por las consecuencias para los intereses militares de EEUU o el peligro de “contagio” para la Unión Europea.
En esta ocasión, tras la declaración unilateral de independencia, no han sido los medios sino los gobiernos de las principales potencias -encabezadas por EEUU y Alemania- los que han salido a decir que no reconocen la proclamación de la república catalana y a respaldar una salida constitucional y la aplicación del 155 por el gobierno de Rajoy.
En Washington ha habido un comunicado del Secretario de Estado, apoyado después por la portavoz de la Casa Blanca, respaldando una España fuerte y unida: “Cataluña es parte integral de España. EEUU apoya las medidas constitucionales del gobierno español”.
En Berlín ha sido el portavoz jefe de la canciller Angela Merkel quien ha asegurado que “el Gobierno Federal no reconoce la declaración unilateral de independencia del Parlamento regional” y que la “integridad territorial de España es inviolable”.
En la misma línea han ido los presidentes de los demás países (Italia, Francia o el Reino Unido) y de las instituciones europeas, del presidente del Consejo Europeo Donald Tusk («España sigue siendo nuestro único interlocutor”), de la Comisión Europea, Juncker, (“No quiero que la UE tenga 95 estados”) y el presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani (“La declaración de independencia es contrario al Estado de Derecho, la Constitución española y el Estatuto de Cataluña, que son parte del ordenamiento legal de la UE”). A los que se han sumado países como los bálticos Estonia, Letonia y Lituania defendiendo la “integridad territorial de España”, incluso Andorra.
Significativo también el hecho de que hasta los secretarios generales de la OTAN y la ONU hayan hecho declaraciones en contra de reconocer la declaración de independencia y en apoyo a las medidas del gobierno de Rajoy.
La aplicación del 155 supone la aplicación de duras medidas, entre las que se incluyen el cese de Puigdemont y todo su gobierno, la colocación de todas las consellerías bajo control de los ministerios correspondientes, el cierre de “embajadas” y el cese del director general del los Mossos y la destitución por el ministerio de Interior de Trapero. A las que se suman la actuación de la Fiscalía y la querella por rebeldía (que conlleva consecuencias penales y posible detención de Puigdemont y Junqueras)…
Puigdemont y los suyos ya han declarado que se mantienen como “govern legítimo”. Y que van a hacer todo lo posible por tensar la situación, incluso provocar la acción represiva policial del gobierno. Aunque cesados, tienen capacidad de intervenir en los aparatos de la administración. Y con las entidades soberanistas como ANC, Omniúm, junto con la CUP, y control sobre sectores sindicales van a tratar de impedir o dificultad al máximo la aplicación efectiva de las medidas del 155. Incluido el traslado a la calle del boicot al 155.
Desde ANC ya se ha enviado un documento a los funcionarios de cómo actuar desobedeciendo al gobierno central. El mismo sindicato que convocó la Huelga General del 2-O ya ha convocado otra a partir del día 30 para “paralizar Cataluña”.
Y desde la Asociación de Municipios por la Independencia se ha preparado una nueva institución, la Asamblea de Cargos Electos, donde hay inscritos unos 4.000 cargos, principalmente concejales, para que asuman las funciones del Govern cesado.
Ahora bien, si todo eso abre un panorama preocupante de incertidumbre, también es cierto que llegan a este momento, como ya se ha señalado, más débiles y habrá que ver hasta qué punto pueden mantener el pulso.