El confinamiento colectivo del país ha puesto de manifiesto la brecha social. Mientras Políticos, actores o deportistas de élite con la mejor voluntad promueven en redes sociales la campaña #Quédateencasa desde sus espectaculares casas con jardines y gimansio millones de familias españolas resisten atrincherados en casas de 40 metros cuadrados. El encierro ha puesto de manifiesto de forma singularmente grotesca las diferencias de clase. Soportar el confinamiento en pisos compartidos o “coquetas” casas es una prueba muy difícil para muchas familias. Vivir en un bajo sin balcón, en un piso que da a un patios de luces, o en espacios donde apenas hay tres metros entre el sofá, el comedor y la cocina puede ser un auténtico drama. Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) en España hay 23.500 hogares en los que no hay ni 10 m2 por habitante. Las malas condiciones de habitabilidad y el tamaño reducido de sus viviendas genera situaciones de estrés y deterioro de la salud mental.
Pero donde primero se ha manifestado esta desigualdad es en la brecha tecnológica.
Dicen que vivimos en la sociedad de la información pero el acceso de muchos niños a la formación online no es igual para todos. La crisis social y económica que conlleva la emergencia sanitaria tiene un sesgo de clase. Muchos niños no pueden seguir la clases a distancia porque no tienen conexión a internet, ordenador o teléfono, o por tener equipos obsoletos incompatibles con las plataformas educativas. Antes compartir el baño era un signo de clase ahora muchos niños comparten con sus hermanos los portátiles de trabajo de los padres. Solo en Madrid hay más de 12.000 niños con beca por situación de pobreza y en el 17% de los hogares españoles no hay conexión a internet.
Niños sin tecnología es igual a niños sin acceso a la educación. El papel de las familias en este sentido es crucial. El confinamiento ha hecho que la educación consista prácticamente en deberes y aquellos niños cuyos padres tienen estudios y tiempo para ayudarles con sus deberes tienen una ventaja enorme, el resto quedaran descolgados. Madres solteras reconocen que lo que peor están llevando no es la incertidumbre económica o el miedo a la enfermedad sino el estrés de ser incapaces de ayudar a sus hijos con los deberes.
Las asociaciones de familias reclaman que las materias impartidas en esta situación excepcional no cuenten para nota. Para dar respuesta a esta compleja situación el Ministerio de Educación está trabajando en un proyecto con RTVE para ofrecer contenidos educativos para infantil, Primaria y Secundaria en la 2.
La posibilidad de teletrabajo es anecdótica en muchas profesiones y los trabajadores viven con preocupación y estrés el miedo a contagiar a sus propios familiares. Los más de 200.000 ERTES son una bomba de relojería social.