El fracaso de la moción de censura impulsada por el PSOE y Ciudadanos en Murcia ha colocado al partido naranja de nuevo en una situación crítica, cuando parecía que podía comenzar a respirar, después de los dos últimos hundimientos. En las generales de 2019 donde perdieron 47 diputados y 2,5 millones de votos y en las elecciones catalanas del 14 de febrero, hace apenas un mes, donde perdieron 30 diputados y casi un millón votos, pasando de primera a séptima fuerza política.
El 10 de marzo PSOE y Ciudadanos presentaban en Murcia una moción de censura contra el gobierno del PP, justificada por los casos de corrupción amparados por el PP, el último la negativa a entregar la lista de 400 funcionarios y altos cargos del Servicio Murciano de Salud vacunados irregularmente. La operación fracasaba poco después por el anuncio de tres diputados naranjas tránsfugas que habían negociado con el PP retirar su apoyo a la moción y su integración en el gobierno del PP.
Para Ciudadanos el daño estaba hecho. De aspirar a encabezar el gobierno de Murcia pasaba a perder tres diputados y a nivel nacional a activar la oposición a la presidenta nacional Inés Arrimadas.
La operación iniciada en Murcia y continuada en Madrid no fue una decisión “autónoma” de los dirigentes de Cs y PSOE regionales. Las mociones de censura al PP se venían fraguado en la dirección nacional de éstos partidos desde hacía semanas.
En Ciudadanos se estaría consolidando un giro a nivel nacional para dejar atrás la línea de Rivera y romper la relación con el PP o cuanto menos un alejamiento suficientemente explícito. Arrimadas ha rechazado todas las propuestas de fusión electoral y orgánica con el PP. Y ahora ha declarado que “en Cs no queda nada de Albert Rivera” y que Ciudadanos es una alternativa “de centro, liberal y limpio”; y por lo tanto abierto a las alianzas con el PSOE.
El PP intensificaba su OPA hostil llamando a los cuadros y afiliados de Cs a integrarse en el PP. Y en el seno de Ciudadanos se recrudecía la batalla entre el giro que pretende Arrimadas y los restos de la línea de Rivera. Toni Cantó, el diputado valenciano abandonaba el partido anunciando que “Ciudadanos está herido de muerte”, seguido de un reguero de abandono que ha sumado 14 cargos más.
Cs, del centro izquierda a la derecha
Ciudadanos llegó hace 15 años a la política española como un partido de centro izquierda socialdemócrata que venía a regenerar la vida política del país contra la corrupción, acabar con el bipartidismo y defender la unidad de España frente a los nacionalismos identitarios. Así se definía en su segundo congreso celebrado un años después de su nacimiento afirmando que Ciudadanos nació “para hacer frente al ahogo que para el conjunto de la sociedad catalana suponen las políticas nacionalistas identitarias” y “por el vacío de representación que existía en el espacio electoral de centroizquierda no nacionalista”. En Cataluña esta línea los llevaría al Parlamento catalán el mismo año 2006 de su fundación con 3 diputados, hasta convertirse en la primera fuerza de Cataluña en las elecciones del 21 de diciembre de 2017, con 36 escaños.
La dirección de Arrimadas ha intentado un giro para dejar atrás la línea de Rivera, alejándose del PP y recuperando el carácter de partido «bisagra» capaz de entenderse con el PSOE.
A nivel nacional, bajo la dirección de Albert Rivera el partido no solo se convirtió en partido nacional, los naranjas abandonaron el centro izquierda para identificarse como “centro liberal”, iniciado un camino que le llevaría a identificarse cada vez más con los gestores de la derecha prohegemonista y prooligárquica del PP y alejarse de sus posiciones regeneracionistas primigenias. La cima de esta línea a nivel nacional llegaría en las elecciones generales de abril de 2019 y la foto de Colón con el PP y Vox. Pero sus éxitos, percibidos también por los ciudadanos como un alejamiento de sus posiciones progresistas y como muleta del PP, acabaron siendo la antesala de su hundimiento electoral. Los fracasos de 2019 y el de hace un mes en Cataluña no son de la nueva dirección, sino el legado de Rivera.
Arrimadas parece decidida a detener la sangría e iniciar la recuperación con una vuelta al centro progresista y a los principios regeneracionistas., alejándose de las posiciones del PP y el “trumpismo” de Vox. Este camino está aún por recorrer.