Ciudadanos queda fuera de la Asamblea de Madrid

Ciudadanos: debacle al cuadrado

En las generales del 28A de 2019, la formación naranja rozó, por poco más de 200.000 votos, el sorpasso al Partido Popular. Poco después, en las autonómicas del 26 de mayo de 2019, Ciudadanos con Ignacio Aguado a la cabeza obtenía 629.940 votos, 26 escaños, la llave de la gobernabilidad de Madrid y luego la vicepresidencia y varias consejerías en el ejecutivo de Ayuso. Ahora, con medio millón de votos menos, Ciudadanos ha quedado fuera del umbral del 5% y por tanto de la Asamblea de Madrid.

Es una crisis dentro de una crisis. Tras ser defenestrados de la Puerta del Sol tras el terremoto político iniciado en Murcia, la formación naranja dirigida por Inés Arrimadas vive ahora un descenso a los infiernos que compromete seriamente su existencia. 

Entre pretender ser la nueva pata centro-derecha del modelo político español y estar al borde de un proceso de liquidación como le ocurrió a UPyD hay apenas dos años. Los mismos que hay entre estar en vice presidiendo en la Puerta del Sol y estar fuera de la Asamblea de Madrid. 

Por en medio hay unos pésimos resultados electorales en Cataluña, donde Ciudadanos nació y llegó a ser cabeza del voto no nacionalista. Pero sobre todo está la maniobra fallida de la moción de censura en Murcia, la reacción de Génova, revolviéndose ferozmente contra sus antiguos socios y tratando de fagocitar sus cuadros, votantes y espacio político, y la hecatombe de los resultados del 4M. Ciudadanos ha perdido medio millón de votos, ocho de cada diez de los que tenía.

Esta deriva de derrota es fruto de dos factores. Uno son los graves errores propios, cometidos por un Albert Rivera que se situó en el centro de la «foto de Colón» con Casado y Abascal, que ligó su destino con el del PP y alimentó la política frentista de choque directo y sin tregua contra Pedro Sánchez. Una política de trincheras que la línea que representan Arrimadas o Edmundo Bal ha intentado abandonar, devolviendo a Cs a su condición de «partido bisagra» capaz de pactar aquí con PP y allí con PSOE. Pero tras el fiasco de Murcia y todo lo acontecido después, ese viraje ha costado una hemorragia.

El segundo factor es la decisión, desde los centros de poder oligárquicos, de que era necesario sacrificar a Ciudadanos para «salvar al soldado Génova». La necesidad de unir el voto de la derecha para formar una alternativa electoral que pueda eventualmente disputarle la Moncloa al PSOE e imponer un gobierno de «recortes sin complejos» ha requerido de la inmolación naranja y de la transfusión -aun sin completar- de sus cuadros, de sus votos y de su espacio político al PP. Había que acabar con que una parte importante del electorado no estrictamente de izquierdas estuviera encuadrada en un partido que podía formar parte de gobiernos de progreso.

La crisis en Ciudadanos, abierta en canal tras la fallida moción de censura en Murcia, la convocatoria de elecciones en Madrid, y el transfuguismo de importantes figuras -Fran Hervías, Toni Cantó- hacia las filas del PP, se agrava aún más. Inés Arrimadas ha premiado la “lealtad inquebrantable” de un Edmundo Bal que se ha echado a la espalda unas elecciones en Madrid en las peores condiciones imaginables. Pero la corriente más opuesta a la dirección de Arrimadas ya pide su cabeza y exige la celebración de una Asamblea extraordinaria antes del verano.