«Dejen sus problemas afuera, ¿la vida es decepcionante?, ¡olvídalo!, ¡no tenemos problemas aquí!, aquí la vida es hermosa, las chicas son hermosas, incluso la orquesta es hermosa…». Al igual que el Joel Grey en la película cabaret, la socialdemocracia nos invita a olvidar las «pequeñas» contradicciones en el capitalismo.
Mientras la influencia “nazi” se aoderaba de Alemania en los años 30, en la película de Bob Fosse Cabaret, el maestro de ceremonias invitaba a todos los asistentes a olvidar la realidad y vivir en un mundo paralelo, sin problemas, sin contradicciones, donde todo era hermoso. Semejante narcotización se plantea en la misma época en el plano arquitectónico en los estados del bienestar. En este caso el cabaret está en la calle y el maestro de ceremonias es la socialdemocracia. Encargada de diseñar un cordón antirevolucionario a través de los estados del bienestar para frenar la expansión de la propaganda soviética, utiliza la arquitectura como atenuador de las contradicciones sociales. Mejora las condiones de vida de la población mientras se ahondan los planteamientos reaccionarios y el aislamiento del individuo.“Willkomen, bienvenue, wellcome, bienvenidos al Cabaret, au Cabaret…" Diseño como atenuador social La socialdemocracia fue la pieza imprescindible en los estados del bienestar para hacer frente a las amenazas del expansionismo soviético durante la guerra fría, desarrollando un modelo idóneo para mantener adormecido y enagenado al movimiento obrero europeo, haciéndole renunciar a sus objetivos históricos a cambio de un sinfín de subvenciones y mejoras materiales, entre ellas la vivienda. Se pretendía resolver las contradicciones de clase a través del diseño y de las mejoras del marco material de vida del proletariado. Para ello, como explica el historiador del arte Carlo Argán, la arquitectura ocupó una función mediadora y atenuadora de las contradicciones sociales. Si en los años 20, después de la Primera Guerra Mundial y la gran reconstrucción edilicia que supuso, el tema central fue la "existence minimum", impulsando investigaciones sobre las dimensiones mínimas de las funciones humanas del hábitat. En la década de los 50 y 60, tras la segunda Gran Guerra, los estados del bienestar revisan el estándar doméstico tras la busqueda del confort. La materialización de ambos procesos, debido a la gran escala del proyecto social, requirió por un lado, de un proceso centralizado por parte del estado, y de otro, de un proceso de racionalización e industrialización de la construcción. Si en la primera época, la formalización idealista creía en soluciones universales al margen de las particularidades regionales, en el segundo periodo se busca satisfacer las necesidades sociales a partir de una arquitectura basada en las concepciones científicas y objetivas, estrechamente vinculadas a la vida y la cultura de una sociedad concreta, referida a su marco comunitario. Aunque se aumenta la cualificacion del diseño, el uso de nueva tecnología y la integración de la naturaleza – como apunta el historiador de arte Roberto Segre -, las transformaciones mantienen los contenidos y el sistema de valores de la sociedad burguesa, conservando la significación de las estructuras funcionales urbanas. Es decir, la ciudad es expresión de las mismas relaciones de producción, y basándose en el modelo americano, dispone vastas expansiones residenciales entorno a un centro comercial donde pasar el tiempo libre comprando. Pese a atenuar "aparentemente" las contradicciones de la especulación urbana y los desniveles ambientales entre las diversas clases sociales el modelo urbano busca de un lado la introversión del habitat, salvaguardando así el aislamiento del núcleo familiar, y por otro, la busqueda del bienestar individual, basado en las disponibilidades materiales y las libertades personales directas. A cambio, reduce las libertades colectivas, imposibilitando cualquier proyecto social. En consecuencia, dentro del mundo armonioso, sin problemas ni contradicciones, donde el estado media y salvaguarda a los desprotegidos, la arquitectura social representa un marco de vida "ideal" coincidente con la imagen del estado "opulento y asistencial". Además, el ideario social de generar una ciudad para todos donde puedan convivir grupos sociales de diversa procedencia, pero siempre bajo control, de fondo esconde un planteamiento reaccionario que, junto al exacervado individualismo, han generado elevados niveles de frustración en la población, situando a los estados del bienestar en las posiciones más altas de las tasas de suicio. Tapiola: paradigmático cabaret Las diversas luchas nacionales frente a la URSS en 1939 y posteriomente en la Segunda Guerra Mundial, permitieron mantener una pequeña cuota de independencia política que junto al beneplacito de las grandes poténcias para desarrollar el "muro de contención" de los estados del bienestar, permitió a Finlandía acometer sus grandes transformaciones estructurales en un tiempo extraordinariamente corto, pasando de ser un país eminentemente agrícola en 1930, a un país con una fuerte industria metálica y maderera en los años 50. Además de las renovación en la red de carreteras, el desarrollo de la seguridad social o la educación, se ejecutó un vasto programa de construcción de vivienda, cuyo mejor referente lo encontramos en la periferia de Helsinki. Donde solo había bosques, se planificó la ciudad exnovo de Tapiola, paradigma de las urbes escandinabas de los 50 y 60. Situada en un parque nacional conseguía una integración perfecta de las edificaciones racionalistas con la naturaleza preexistente, expresión de la fusión del movimiento moderno con la cultura autóctona, fuertemente enraizada con sus parajes naturales – símbolo de su identidad nacional. Mediante la itervención y control del estado se plantea un nuevo modelo social sobre un ideario utópico en el que la relación hombre-naturaleza propiciara el desarrollo del individuo haciendo especial incapié en el cuidado de la infancia (sin tráfico ni polución). Un desarrollo social donde, como nos explica su reaccionario ideólogo Otto Meruman, pudiesen convivir en armonía "todos y cada uno de los estamentos", eso sí, "representados en su justa medida". Se reproduce el orden social existente sin que se pueda ser cuestionado. Limitando las comodidades de las clases populares a lo estrictamene necesario, acinándolas al rededor de la industria, mientras las clases medias vivien en su armoniosa burbuja. Con el paso de los años la dura realidad se fue imponiendo y la ciudad de Tapiola fue acusada de elitista y, como el cabaret, de estar ajena a la vida real. Si la última escena de la película nos muestra la sala del Kit Kat Club repleta de nazis, el desarrollo de la socialdemocracia nos ha mostrado su profundo carácter reaccionario y como su revolución arquitectónica sirvió de narcótico social para cumplir sus fines hasta nuestros días. Por que eso sí… En el cabaret la arquitectura es hermosa, la socialdemocracia es hermosa, incluso los nazis son hermosos.