«Estos acuerdos muestran la creciente ambición internacional de China, así como su cada vez mayor influencia sobre los socios extranjeros. Para concretar el acuerdo, el presidente ejecutivo de General Electric, Jeffrey Immelt, hizo una extraordinaria concesión accediendo a unir en la empresa conjunta todo el negocio global existente de GE en el mundo en equipos de aviónica no militares. En su acuerdo, GM contribuyó con tecnología e instalaciones de fabricación en India, y el uso del nombre de su marca Chevrolet en ese mercado.»
Varios son los motivos que rovocan que los socios extranjeros de China lleguen a acuerdos globales que hace unos años habrían sido impensables. Ahora, las grandes empresas chinas respaldadas por el gobierno cuentan con enormes recursos financieros y creciente influencia política, que las convierte en atractivos socios fuera de China. Además, el mercado chino se ha vuelto tan importante para el éxito de las empresas multinacionales que Beijing tiene la capacidad de regatear mayores gangas. (THE WALL STREET JOURNAL) RIA NOVOSTI.- Cuando hace dos años Barack Obama se convirtió en el presidente de Estados Unidos, a nadie se le ocurrió que las relaciones con Rusia podrían ser determinantes tanto para política externa, como interna en EEUU. Y sin embargo así ocurrió, y no porque alguien lo quiso. El “reinicio” de las relaciones con Moscú fue pensado como un apoyo para resolver asuntos internacionales de mayor importancia, pero resultó ser el único éxito de la política internacional de Obama. Parece poco probable que Moscú y Washington lleguen a ser aliados. Sin embargo, vivimos en un mundo de geometría cambiante con una distribución de fuerzas flotante, así que excluir de entrada la posibilidad de cualquier alianza resulta poco perspicaz. EEUU. The Wall Street Journal China exprime a sus socios para globalizarse Shai Oster, Norihiko Shirouzu y Paul Glader Durante años, las empresas internacionales se han asociado con las chinas para ganar acceso al gigante mercado chino. Ahora, algunas de las mayores empresas del mundo están asumiendo un riesgo, potencialmente gratificante, al unir parte de sus operaciones mundiales en colaboración con las chinas para hacer negocios en todo el mundo. General Electric está ultimando los planes para crear una empresa conjunta de participaciones iguales con un fabricante chino de aviones militares para producir equipos de aviónica, los cerebros electrónicos de las aeronaves. El acuerdo con Aviation Industry Corp. of China daría acceso a GE a un proyecto del gobierno chino cuyo propósito es desafiar a Boeing Co. y Airbus en el mercado de aviones civiles. General Motors estableció una empresa conjunta este año con SAIC Motor Corp., su antiguo socio en China, para producir y vender su marca Wuling de mini camionetas en India, y en el futuro, en Asia Sudoriental y otros mercados emergentes. Estos dos acuerdos muestran la creciente ambición internacional de China, así como su cada vez mayor influencia sobre los socios extranjeros. Para concretar el acuerdo, el presidente ejecutivo de GE, Jeffrey Immelt, hizo una extraordinaria concesión accediendo a unir en la empresa conjunta todo el negocio global existente de GE en el mundo en equipos de aviónica no militares. En su acuerdo, GM contribuyó con tecnología e instalaciones de fabricación en India, y el uso del nombre de su marca Chevrolet en ese mercado. Varios son los motivos que provocan que los socios extranjeros de China lleguen a acuerdos globales que hace unos años habrían sido impensables. Ahora, las grandes empresas chinas respaldadas por el gobierno cuentan con enormes recursos financieros y creciente influencia política, que las convierte en atractivos socios fuera de China. Además, el mercado chino se ha vuelto tan importante para el éxito de las empresas multinacionales que Beijing tiene la capacidad de regatear mayores gangas. Sin embargo, estos acuerdos también conllevan riesgo. Varias sociedades conjuntas anteriores se han deteriorado por el temor de que los socios chinos, tras ganar acceso a la tecnología y conocimientos occidentales, se han convertido en potentes nuevos rivales de sus socios. "Los socios extranjeros están viendo que a veces tendrán que sacrificar o compartir los beneficios del mercado global con los socios chinos", dice Raymond Tsang, socio de la consultora Bain & Co. con sede en China. "Algunas multinacionales se quejan. Sin embargo, dadas las cambiantes condiciones del mercado, si no lo haces tú, lo hará tu rival". Las grandes empresas de energía también han estado buscando acuerdos internacionales con empresas chinas. China ha desbancado a Estados Unidos como el mayor consumidor de energía del mundo, haciendo que el acceso a su mercado sea vital para las compañías globales. Las empresas internacionales tienen la esperanza de que trabajar en equipo con sus pares chinos en el extranjero les ayude en ese frente. Mientras que las extranjeras suministran tecnología y experiencia, sus socios chinos proveen influencia geopolítica, mano de obra barata, y fácil acceso al crédito del que disfrutan las empresas respaldadas por el gobierno chino. La estatal China National Petroleum Corp. fue una de las primeras petroleras extranjeras en firmar un contrato importante en Irak. El año pasado, BP PLC se asoció con ella en una inversión de US$15.000 millones para aumentar la producción en el gigantesco yacimiento petrolero de Rumaila. En el sector de servicios financieros, por mucho tiempo bancos extranjeros también han codiciado acceder al negocio de valores de rápido crecimiento en China. En los últimos años, China ha permitido la entrada de cierto número de compañías a través de sociedades conjuntas con una participación máxima de 33%. Además, los reguladores chinos también restringen en qué parte del negocio de valores pueden operar. Crédit Agricole SA ya está involucrada en una empresa conjunta a través de su unidad de corretaje de Asia, llamada CLSA Asia-Pacific Markets, pero es un actor de poca importancia en China. En mayo, su división de banca de inversión anunció un acuerdo preliminar con la empresa estatal China Citic Securities Co. para formar una empresa conjunta que opere más allá de las fronteras del país. Crédit Agricole tiene la esperanza de que al ayudar a Citic Securities a materializar sus ambiciones internacionales se le permita ampliar sus negocios en China. No obstante, las conversaciones han ido más lentas de lo esperado. Las dos compañías dijeron este mes que estaban de acuerdo en ciertos puntos clave pero, sin explicar el retraso, extendieron la fecha límite para finalizar el trato al 30 de junio. El acuerdo de aviónica de GE con Aviation Industry (AVIC) también corre riesgo, según comenta Jim Wasson, ex ejecutivo de GE Aviation y presidente de Growth Strategies International LLC, firma consultora aeroespacial y de defensa. El temor es que "una vez que AVIC sepa lo suficiente sobre cómo hacer esto, se desharán de GE y lo harán por su cuenta". Hoy en día, las grandes empresas estatales chinas con acceso a crédito barato y otro tipo de apoyo gubernamental están apuntando a dominar algunas de las industrias que empresas como GE han fijado como oportunidades de crecimiento, desde tecnología limpia a turbinas. Aun así, GE tiene tan grandes esperanzas en China que Immelt lo ha llamado "nuestro segundo mercado en casa". Hace dos años, Immelt dijo que los ingresos en China se duplicarían a US$10.000 millones en 2010. Pero en 2009 sólo llegaron a US$5.300 millones. GE vio la asociación con AVIC como una oportunidad para impulsar su negocio de aviónica, que ha quedado a la zaga de Honeywell International Inc. y Rockwell Collins Inc. La anticipada sociedad, que tendrá sede en Shanghai, ha sido elegida para suministrar los aviones previstos C919, que tienen el potencial de obtener una gran tajada del mercado chino de aviación civil. Según estimaciones de Boeing, el sector alcanzará un valor de más de US$400.000 millones durante los próximos 20 años, superado sólo por EEUU. Para GM, los riesgos son especialmente altos, ya que el año pasado China se convirtió en el mayor mercado mundial de automóviles. Gran parte de su creciente crecimiento en China ha llegado a través de una segunda empresa conjunta creada en 2002 con SAIC y otra empresa china. La empresa, SAIC GM Wuling Automobile Co., hace micro vans con forma cuadrada que apenas cuestan US$4.500 y que han demostrado ser populares en las ciudades pequeñas y pueblos de ese país. El año pasado, Wuling se convirtió en la primera marca en China en vender un millón de autos en un año. Este año, se espera que representen casi una sexta parte de las ventas mundiales de vehículos de GM. THE WALL STREET JOURNAL. 29-12-2010 Rusia. Ria Novosti El mundo de geometría cambiante Fiodor Lukiánov Cuando hace dos años Barack Obama se convirtió en el presidente de Estados Unidos, a nadie se le ocurrió que las relaciones con Rusia podrían ser determinantes tanto para política externa, como interna en EEUU. Y sin embargo así ocurrió, y no porque alguien lo quiso. El “reinicio” de las relaciones con Moscú fue pensado como un apoyo para resolver asuntos internacionales de mayor importancia, pero resultó ser el único éxito de la política internacional de Obama. Y la ratificación del nada revolucionario y más bien técnico tratado START se convirtió en una prueba para la administración de Obama. La votación en el Senado tuvo como fin no tanto el tema de reducciones de armas nucleares, sino mostrar, quién es el dueño de la Casa Blanca. Y la Casa Blanca fue firme y políticamente muy hábil. Desde el enero del próximo año la situación de Obama será mucho más difícil. Tendrá que lidiar con una Cámara de Representantes hostil, disponiendo de una mayoría mínima en el Senado. Pero la sensación catastrófica, causada por las perdidas elecciones intermedias del noviembre de este año, ya está superada, gracias a los esfuerzos de las últimas semanas. La ratificación del START es la culminación del “reinicio”. Todos los objetivos, establecidos hace un año y medio, están cumplidos: firmar el tratado, imponer sanciones a Irán, ampliar la colaboración para Afganistán, reducir la tensión respecto al escudo antimisiles. Pero no es más que una transición de crisis profunda a un diálogo funcional. Ahora es el momento de construir una nueva política de perspectiva. Por un lado es un momento oportuno, ya que por primera vez en mucho tiempo las relaciones entre los líderes de los dos países se caracterizan por cierta confianza. Dmitri Medvédev en su entrevista mencionando la razón principal de mejora de las relaciones entre Rusia y EEUU con la llegada de Obama al poder dijo: “Cumple sus promesas”. Y es que, aunque los líderes anteriores de los dos países, Yeltsin y Clinton, Putin y Bush, decían ser amigos, los acuerdos entre ellos raras veces fueron cumplidos. Por otro lado, la situación en EEUU va cambiando. Obama tendrá que actuar bajo presión del Congreso, y dentro de la cúpula directiva del partido republicano Rusia está mal vista. Así que la indudablemente buena fe de Obama para seguir con el curso del “reinicio” puede resultar insuficiente. Aparte de obstáculos políticos existen también los de concepto. Las propuestas estadounidenses sobre negociaciones para la reducción de armas tácticas y el restablecimiento del control a las armas convencionales en Europa son retorno al pasado, un pretexto para volver a los debates ya olvidados. Esos asuntos fueron pensados con el fin de mantener el equilibrio de fuerzas, lo que no tiene sentido, porque ya no se trata de oposición entre dos sistemas, entre Moscú y Washington. El START también vuelve atrás al concepto de “confrontación civilizada”, formulado por Ronald Reagan como “confiar, pero controlar”. Precisamente por eso el argumento más importante de la administración a favor de la ratificación del tratado ha sido la necesidad de volver a realizar inspecciones mutuas, terminadas expirado el START anterior. Las demás razones (la no proliferación, un mundo sin armas nucleares, y etc.) son de carácter especulativo. Lo del escudo antimisiles parece algo absurdo. Aunque los debates en el Senado y la Duma de Estado demuestran, que se trata de una piedra de tropiezo y una fuente de controversias políticas, las recientes pruebas del escudo, segundas de este año, volvieron a fracasar, y eso, tomando en cuenta que el Pentágono crea unas condiciones más favorables para que funcione. Y la ponencia de la Oficina de Supervisión del Gobierno GAO advierte de los crecientes gastos en este proyecto, cuyas perspectivas siguen siendo muy ambiguas. Así que no está claro, si vale la pena romper lanzas por una quimera. Es difícil decir ahora cómo serán las relaciones entre Rusia y EEUU en el siglo XXI. El paradigma de la guerra fría fue mucho más simple y claro. El START es el último de los tratados serios, pensados para regular relaciones bilaterales entre dos superpotencias, que representaban el eje de la política internacional. Pero que no lo son desde hace tiempo. El mundo no se interesa mucho por las negociaciones entre Moscú y Washington. Teherán y Pyongyang aspiran disponer de armas nucleares independientemente de la cantidad de misiles y de cargas que tengan Rusia y EEUU. Pekín sigue aumentando su arsenal nuclear sin interesarse mucho por las razones de dos potencias nucleares. Las relaciones entre Rusia y EEUU cambiarán, solo cuando los dos estados entiendan, que de ellos depende mucho menos de lo que les parece. Por eso gastar tiempo y fuerzas en seguir luchando entre sí resulta absurdo. Parece poco probable que Moscú y Washington lleguen a ser aliados. Sin embargo, vivimos en un mundo de geometría cambiante con una distribución de fuerzas flotante, así que excluir de entrada la posibilidad de cualquier alianza resulta poco perspicaz. RIA NOVOSTI. 30-12-2010