Primero fue la revelación de los «trapos sucios» de los Pujol, una «bomba de neutrones» contra el soberanismo. Luego vino la intervención de la banca andorrana, utilizada por los jerarcas del independentismo para lavar el dinero negro. Incluso la directiva del Barí§a está en el banquillo por delito fiscal. Y las encuestas anuncian una nueva caída tanto de CiU como de ERC. Parece que estamos ante un auténtico «cerco al independentismo», impulsado desde Washington y la oligarquía española.
Tras el “pseudo-referéndum” del 9-N, CiU y ERC pactaron a convocatoria de elecciones anticipadas para el 27 de septiembre, anunciando que serían los comicios que abrirían el camino a la independencia.
Desde entonces, el soberanismo encabezado por Artur Mas no ha parado de recibir golpes y perder terreno.La causa contra los Pujol está revelando toda su destructiva onda expansiva. El primogénito del clan, Jordi Pujol Ferrusola, acaba de reconocer en los juzgados que la fortuna familias se invirtió en “productos financieros opacos”, lo que permitió multiplicar ilegalmente su valor por diez. «Sigue siendo necesaria y urgente una respuesta ante el independentismo desde la izquierda, la única forma de unir al 90% de los catalanes»
Ya nadie duda que todo ese dinero no proviene de la “herencia” del padre de Pujol, sino de las comisiones cobradas durante sus años como presidente de la Generalitat.
Pero además ha estallado un nuevo escándalo, también con sede en Andorra. La Banca Privada de Andorra (BPA) ha sido intervenida y su consejero delegado detenido acusado de haber cobrado cientos de miles de euros de la red mafiosa liderada por el empresario chino Gao Ping.
BPA era el centro de una tupida red con la que los Pujol y otros jerarcas del indepentismo blanquean el dinero negro procedente de saquear las arcas públicas catalanas.
De esta operación contra el independentismo no se ha salvado ni el FC Barcelona, una de las “joyas de la corona” del poder social de la burguesía catalana. Y que desde la presidencia de Joan Laporta ha sido utilizado como un altavoz del “proceso soberanista”.
El juez de la Audiencia Nacional Pablo Ruz ha sentado en el banquillo de los acusados al presidente del Fútbol Club Barcelona, José María Bartomeu, a su antecesor, Sandro Rosell, y al propio club por delitos contra la Hacienda Pública y de administración desleal en el fichaje de Neymar.
Este terremoto en Cataluña se ha trasladado ya al terreno político. Las últimas encuestas anuncian una nueva debacle tanto de CiU como de ERC.
CiU obtendría 32 diputados, 18 menos de los 50 que ahora tiene. Perdería más de lo que se ha dejado el PP en las últimas andaluzas. ERC obtendría 27 diputados, cinco menos que en el sondeo de enero. La suma de CiU y ERC se quedaría muy lejos -a diez diputados- de la mayoría absoluta.
Si la irrupción de Podemos -que obtendría 12 diputados- trastocó todo el mapa político catalán, el fulgurante ascenso de Ciudadanos lo ha puesto todo patas arriba. El partido de Albert Rivera obtendría 24 diputados -casi triplicando los que ahora tiene y solo dos por debajo de ERC-.
Ante este desastre político para las fuerzas soberanistas es incluso muy probable que las elecciones anticipadas pactadas para el 27-S nunca lleguen a celebrarse.
La oligarquía española ha apretado el acelerador para desarticular definitivamente el “proceso soberanista”. Ha contado con la colaboración de la gran burguesía catalana, nucleada en torno a La Caixa, absolutamente enfrentada a cualquier aventura soberanista ahora que ha conseguido incrustarse en el corazón de la oligarquía española. Y sobre todo ha obtenido el respaldo de EEUU. Precisamente desde Washington han llegado las pruebas que han permitido cerrar el cerco contra los Pujol en Andorra.
Pero esto no resuelve el problema en Cataluña. La respuesta a las amenazas independentistas no puede venir desde la oligarquía ni el hegemonismo, incapaz de encuadrar en su proyecto de recortes a la población catalana. Sigue siendo necesaria y urgente una respuesta ante el independentismo, no desde el hegemonismo y la oligarquía, sino desde la izquierda, la única forma de unir al 90% de los catalanes, como estableció el manifiesto “Por la unidad del pueblo trabajador. Decidamos ¡No a la independencia!”.