La “disputada abstención de ERC” concentra la atención política, con la investidura del gobierno español en liza. Los números son los números, y para ser nombrado presidente, Pedro Sánchez necesita o el apoyo de Ciudadanos o la abstención del partido de Junqueras.
Lo endiablado de la situación es que alguien tan peligroso como Torra tiene el “botón nuclear” -la convocatoria de unas elecciones catalanas- que puede complicarlo todo.
La división en las élites independentistas es cada vez más abierta e irreconciliable. ERC juega la carta “posibilista”, reconociendo que la unilateralidad debe aparcarse y aspirando a rentabilizar una negociación “sensata” con Madrid. Mientras Puigdemont, a través de JuntsxCatalunya y con Torra como poder vicario en la Generalitat, necesita que el conflicto mantenga un alto grado de intensidad.
La imagen de Gabriel Rufián expulsado de una manifestación independentista al grito de “¡Botifler!” (“¡Traidor!”) es suficientemente significativa.
Y esta fractura afecta a la posición a tomar ante la investidura de gobierno en Madrid.
ERC estaría dispuesta a cambiar el No por la abstención. Tumbar otra vez un gobierno progresista en España -ya lo hicieron al votar contra los presupuestos de la mano del PP-, dando una nueva oportunidad a Casado y a Vox, sería una temeridad demasiado arriesgada.
Pero Puigdemont no conoce límites. En la moción de censura que aupó a Pedro Sánchez a la presidencia, el “inquilino de Waterloo” abogó por el No, aunque eso supusiera la continuidad de Rajoy. Entonces, cuadros del PDeCAT como Carles Campuzano o Marta Pasqual impidieron que Puigdemont se saliera con la suya. Ahora han sido depurados, y el “círculo de Waterloo” está decidido a poner todas las dificultades posibles a la formación de un gobierno español.
Aunque ERC lleve la delantera -ha superado en apoyo electoral a JxCat- hay un factor que lo cambiaría todo. Con unas elecciones catalanas inminentes, el apoyo de ERC a un gobierno de Sánchez que no va a ofrecer ninguna concesión importante al independentismo, sería utilizada por Puigdemont como munición política, acusándoles de “traición a Cataluña”.
Tras la comparecencia de Torra ante el Tribunal de Justicia de Cataluña, este escenario es más factible. El actual president de la Generalitat está acusado de desobediencia al negarse a cumplir la orden de la Junta Electoral de retirar las pancartas en defensa de los “presos políticos”. Torra se enfrenta a una pena de inhabilitación que le obligará a abandonar su cargo.
Con Torra retirado, el vicepresident, Pere Aragonés, de ERC, asumiría interinamente la presidencia. El parlament debería designar a un nuevo president -poco factible- o convocar nuevas elecciones -la opción con mayores probabilidades-.
Habrá que esperar acontecimientos, pero Puigdemont parece decidido a impedir una abstención de ERC en la investidura, o a hacérsela pagar lo más caro posible. Las aventureras intenciones del “círculo de Waterloo”, dispuestos a potenciar la inestabilidad en España aun cuando eso suponga impedir un gobierno progresista y beneficiar a PP o Vox, es un peligro para los catalanes y para todo el país.