Aún no está concluida la absorción de Bankia por Caixabank y ya suenan las siguientes fusiones. Dejando al margen el Santander, Bankinter y Kutxabanc (tutelado éste por el Gobierno vasco), todas las demás entidades son susceptibles de ser absorbidas. ¿Cuál es el motor de este acelerado proceso de concentración y sus consecuencias?
Hace tan solo una década operaban en España 62 grandes entidades bancarias. Hoy quedan 10. Y de ellas las cuatro mayores acaparan ya más de las dos terceras partes del negocio bancario. Un nivel de concentración de capital que ha reducido la competencia, perjudicando a los usuarios y cerrando las posibilidades de acceso al crédito a la industria y el comercio. Por el camino se han quedado también 110.000 puestos de trabajo.
El gran golpe de la Banca privada fue eliminar del mercado al potente sector de las Cajas de ahorros. Una estructura semipública que llegaba de conjunto hasta el último rincón del país, y era la principal fuente de financiación de la pequeña y mediana empresa, la agricultura y el comercio. Además del vehículo de inversión y medio de pago para gobierno central, gobiernos autonómicos y ayuntamientos.
En 1975 operaban en España 88 cajas de ahorros confederadas. A finales de 2009 sobrevivían 45. Hoy únicamente quedan dos: Caixa Ontinyent y Caixa Pollença.
Crisis y decisiones políticas
El proceso de concentración se produce de manera permanente. En los años 40-50 del pasado siglo aún operaban más de 200 entidades privadas de crédito en España. La banca no escapa ni a las leyes de la competencia, ni de la concentración del capital que desvelara Marx. Que un banco devore a otro le hace ganar cuota de mercado y activos, intentando recuperar la tasa de ganancia que por la competencia tiende a ir decreciendo. E igual que en la industria el monopolio se impone al pequeño competidor, acaparando el mercado, también la oferta de crédito se concentra y monopoliza.
Ahora bien, en época de crisis la velocidad a que se concentra el capital se dispara. En la última crisis financiera el salto fue enorme. En 2008 las cinco mayores entidades sumaban el 42% de todos los activos del sector. Ocho años después poseían el 61,8%. Un total de 156 operadores bancarios (86 Cajas y 50 bancos) desaparecieron en esa década.
Al igual que la dura reconversión industrial de los 90 impuesta desde Bruselas para España aupó al liderato al hasta entonces sexto banco, el Santander, una entidad centrada en las finanzas, que se quedó con tres gigantes (Central, Hispano y Banesto) cuyo valor justamente residía en su enorme cartera industrial.
Pero nada de toda esta violenta eliminación de competidores se produce por la simple regulación del mercado. Es la intervención política la que garantiza qué núcleos de familias propietarias, qué alianza de accionistas (nacionales y extranjeras), qué sector de la oligarquía financiera sale beneficiado y cuál perjudicado.
La compra de bancos en un país, así como de otros sectores estratégicos están sometidos a leyes de control. Incluso se reserva la denominada «acción de oro» que permite a un Estado vetar cualquier operación de compra aun sin tener acciones en ninguna de las partes.
Y así no se puede entender sólo por la economía que el entonces sexto Banco (Santander) se comiera al segundo, el cuarto y el quinto… sin la estrecha sintonía entre la familia Botín y el PSOE del momento. (El gobierno llegó a expropiar Banesto para entregarlo). Y la decreciente influencia de las familias más vinculadas al antiguo régimen agrupadas en torno al Central y el Hispano.
Como no hubiera sido posible el ascenso del Banco Bilbao Vizacaya sin el proyecto del gobierno Aznar de controlar un gran grupo financiero afín, entregándoles la banca pública Argentaria y relegando a sus históricos propietarios vascos de la Junta de dirección.
Y una decisión política clave fue el plan de sanear las Cajas de Ahorro con dinero estatal y regalarlas a la Banca privada en lugar de crear un gran Banco Público, imprescindible instrumento de financiación nacional para cualquier proyecto industrial o de desarrollo. Traición a los interes populares culminada con la entrega de la rentable Bankia.
Una batalla pendiente
El futuro de las fusiones, los movimientos que se anuncian obedecen de fondo a la nueva crisis que trae la Pandemia, a la caída de la tasa de beneficios de la Banca, al intento de seguir eliminando rivales, de repartirse entre menos competidores una cada vez mayor cuota de mercado.
Ahora bien, quiénes pierden y quiénes salen ganando vendrá determinado al final por la actuación política estatal y la intervención de las potencias con intereses en nuestro país. (El 65% de todas las acciones de las sociedades del IBEX35, y la mitad de la Deuda Pública, está en manos extranjeras).
En breve veremos hacia dónde se inclina la balanza, y cómo se favorece o veta una operación. En el centro de todos los movimientos está si hay un cambio de control en el seno del BBVA, cuya actual dirección está sometida a que los tribunales diriman su relación con los escándalos del caso Villarejo.
Y parece que Liberbank, Abanca, y Sabadell Bank están señaladas como los siguientes a desaparecer.
Para nosotros la receta será la subida de comisiones bancarias, la dificultad de acceso al crédito, los problemas de trato y gestión que nos ocasiona el cierre de oficinas y la nula rentabilidad de nuestros ahorros. Y todo frente a un selecto y cada vez más reducido grupo de banqueros al que no les costará aparcar sus disputas cuando se trate de coaligarse en perfeccionar su saqueo al 90% de la población.