«¡Que le den a Spotify!». Con estas palabras se expresó el representante de STHoldings, plataforma que engloba a 234 sellos de música electrónica. Las compañías han anunciado que prescinden de los servicios de distribución multimedia, a los que consideran «caníbales de ingresos». En la música también la independencia va unidad a la libertad… y al pan.
La plataforma de música electrónica considera que podría obtener muchos más beneficios para los sellos a los que representa a través de otros canales, y gracias a muy diferentes artistas de dubstep, dance, techno y drum & bass que editan con ellos (Dub Police, Sub Soldiers, Creative Source…)
“Aunque los servicios de streaming ofrecen una promoción entre millones de personas que escuchan música consideramos que esos servicios canibalizan las ganancias de otros servicios digitales más tradicionales”Un estudio realizado por NPD Group confirma que existen muchos otros medios de difusión multimedia a través de la red, que permiten con el mínimo coste una mayor difusión incluso que formatos como Spotify o Napster.
“La mayoría de nuestros sellos no quieren su música en ese tipo de servicios por los pobres ingresos y cómo afecta a las ventas”. De los 238 sellos que forman parte de STHoldings, solo cuatro han decidido mantenerse en los servicios de streaming (difusión multimedia) con los que trabajaban.
Los servicios de streaming han sido concebidos por algunas discográficas como una forma de paliar las descargas ilegales. Sin embargo, han sido acusados de aportar poco dinero a los artistas. El caso más conocido, por ejemplo, es el de Lady Gaga, que solo recibió unos 200 dólares en 2010, a pesar de que una de sus canciones había sido reproducida un millón de veces en Spotify.«De un tiempo a esta parte cada vez más productoras independientes se alían en diferentes plataformas»
Según el estudio de NPD al que hace alusión ST Holdings y que, según la compañía, confirma “la conveniencia de retirarse de servicios como Spotify, las plataformas digitales de streaming hacen que los usuarios pierdan el interés por la compra de música”.
Pero lo cierto es que tanto Spotify como Napster forman parte de las diferentes alternativas que las grandes productoras han buscado para combatir las descargas gratuitas y monopolizar la difusión en la red. Los beneficios siguen siendo, como no podía ser de otra manera, para las grandes multinacionales, no para los artistas, y mucho menos para los independientes. Una gran empresa puede permitirse que sus artistas cobren nimias cantidades, pues los ingresos de otras fuentes son astronómicos, cosa que no ocurre con las pequeñas compañías.
De un tiempo a esta parte cada vez más productoras independientes se alían en diferentes plataformas, pasando a defender sus derechos con otra fuerza.
De hecho, el último movimiento de Spotify, que en el último año ha pasado de un millón a los 2,5 millones de usuarios de pago, ha sido el de obligar a todos sus clientes a abrirse una cuenta en Facebook. Pese a la polémica y las diferentes oposiciones, la imposición es ya un hecho.
Lo cierto es que solo el camino de sumar fuerzas en diferentes asociaciones es lo que hasta ahora está demostrando permitir plantar cara. Como la rebelión de estos 234 sellos.