El tablero se mueve

CAMBIOS EN EUROPA TRAS LA LLEGADA DE BIDEN

 La llegada de un nuevo presidente a la Casa Blanca y, sobre todo (como es el caso de la sustitución de Trump por Biden), el cambio de línea y de política de la administración americana, siempre provocan reajustes, remodelaciones, incluso verdaderos terremotos políticos en Europa, que sigue siendo uno de los pilares de la hegemonía mundial de EEUU. La nueva administración americana de Joe Biden acaba de empezar, hace apenas una semana de la toma de posesión, pero ya es posible advertir su “sombra” sobre tres movimientos de gran alcance en el tablero europeo.

Cae el gobierno holandés

La primera gran crisis europea (Brexit aparte) tras los resultados electorales que sentenciaron la línea Trump y auparon a Biden, se escenificó días pasados en Holanda. Un escándalo que llevaba ya varios años levantando ampollas en Holanda ha adquirido de golpe la virulencia política capaz de echar abajo al sólido gobierno del liberal Mark Rutte, que presentó su dimisión en bloque El escándalo tiene que ver con un fraude en los subsidios familiares para el cuidado de hijos que debían recibir por ley inmigrantes de nacionalidad marroquí y turca. Unos 26.000 padres perdieron injustamente las ayudas que les correspondían y se vieron obligados a devolverlas, lo que llevó a muchas familias a la ruina y a tener que endeudarse. El fraude fue intencionado y dejó rastros llenos de una voluntad decidida de discriminación, poniendo en tela de juicio la supuesta “tolerancia” de la que Holanda hace gala. En el trasfondo de estos hechos (que se arrastran desde 2012) está una actitud xenófoba, y aun racista, que late de forma intermitente en la derecha holandesa, en sintonía con la propia ultraderecha. Empujado por una prensa que ha elevado el tono a dos meses de las elecciones, Rutte y su gobierno han tenido que reconocer los hechos, pedir disculpas y dimitir. Con él cae un gobierno que resultó una auténtica pesadilla para que la UE pudiera aprobar los imprescindibles Fondos de recuperación tras la crisis provocada por la pandemia, un ariete contra los gobiernos progresistas de Portugal, España e Italia, y un fiel aliado de Austria y los países más identificados con las políticas de Trump. Por decirlo de alguna manera, Rutte era a su modo (y salvando muchas distancias) “el Orban del oeste”. Su caída augura cambios y tal vez la llegada de una nueva mayoría más alineada con el nuevo inquilino de la Casa Blanca. Unas elecciones, las holandesas, que pueden además darnos el tono de lo que puede suceder con la ultraderecha populista europea en la era posTrump.

Sustituto continuista de Merkel

Un segundo episodio que debemos leer a la luz del cambio operado en Washington es la elección del que será el sustituto de Ángela Merkel al frente del gran partido de la derecha alemana, la CDU, y previsible candidato a la cancillería de Berlín cuando, dentro de nueve meses, en septiembre, se ponga fin al “reinado” de Merkel. La elección del “moderado” y “continuista” Armin Laschet, jefe de gobierno del land de Renania del Norte-Westfalia, frente a su oponente, el poderoso abogado empresarial Friedrich Merz, líder del ala derechista del partido y partidario de una línea más dura frente a la inmigración, no fue un camino de rosas. Laschet, pese a contar con el apoyo de Merkel, solo ganó en la segunda votación y por un número escaso de votos, lo que habla de un partido muy dividido, con agudas contradicciones internas, pero que a la hora de la verdad ha optado por la “realpolitik”, eligiendo no al candidato “que le pedía el cuerpo”, sino al que le “ordena la cabeza”, un hombre en definitiva que puede estar en buena sintonía con la línea Biden y la política de la Casa Blanca en los próximos cuatro años. No obstante, esta elección no implica una nominación directa a la cancillería: Laschet deberá ahora enfrentarse al conservador Marcus Soeder, el presidente bávaro, líder del partido hermano, la CSU, y a día de hoy el político más popular de Alemania después de Ángela Merkel. Un contrincante bastante duro y que ha protagonizado sonados enfrentamientos con Merkel en temas cruciales.

El enredo italiano

No tan nítido ni tan claro, mucho más embarullado y confuso, más “a la italiana” cabe interpretar el movimiento de desestabilización del gobierno italiano de Guiseppe Conte protagonizado por uno de sus socios de coalición, el exprimer ministro y ex líder del Partido Democrático, Matteo Renzi, que días pasados decidió hacer dimitir del gobierno a las dos ministras de su actual grupo político (Italia Viva) y retirarle el apoyo en el Congreso y en el Senado, lo que obligó a Conte a tener que enfrentar una moción de confianza, que ganó por los pelos, gracias al apoyo del creciente número de tránsfugas que a estas alturas habitan en un parlamento italiano en descomposición, a la caza de una oportunidad. Todo se ha explicado como un arrebato de celos de Renzi y un órdago de un político ambicioso, pero una jugada así cuando Italia vuelve a vivir jornadas trágicas y oscuras por la tercera ola de la pandemia, no resulta del todo aceptable. Renzi fue primer ministro de 2014 a 2016, en el período de Obama, y se ahorcó a sí mismo convocando un incomprensible referéndum, que perdió y dio pie a la llegada de la Liga Norte al gobierno y de Salvini al ministerio del interior. En 2019 corrigió la jugada, y promovió el acuerdo entre el PD y el Movimiento 5 Estrellas que aupó a Conte y dejó fuera a Salvini. Ahora, arguyendo oscuras “razones democráticas” y diferencias irreconciliables sobre el destino de los 200.000 millones de euros que Italia recibirá del Fondo de Recuperación de la UE, Renzi vuelve a la palestra con una jugada que a punto ha estado de tumbar al gobierno y llevar al país a unas elecciones en medio de la pandemia, unas elecciones extemporáneas que Salvini y su demagogia podrían aprovechar para volver a la primera línea de juego. ¿Adónde apunta ese movimiento? ¿Se trata de alguna jugada instigada a la luz del cambio operado en Washington? ¿Pretende Renzi significarse y ponerse en el centro de la escena por si hay una remodelación en Roma? No hay que olvidar que Italia es uno de los países europeos más sensibles a los cambios en la Casa Blanca.

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