La Casa Blanca anunció ayer la puesta en marcha de la mayor reforma financiera desde la Gran Depresión del 29. El presidente y sus instituciones económicas ponen reglas de juego más severas y restrictivas que buscan domar las gigantescas contradicciones a las que se enfrenta el sistema financiero norteamericano, buscando una mayor regulación y control por parte del Estado. No pocas voces en EEUU critican al presidente norteamericano de acabar con el «libre mercado», y al mismo tiempo los defensores de la socialdemocracia keynesiana aplauden las medidas contra el «capitalismo salvaje». ¿Sale reforzado o debilitado el capitalismo?
La situación recisaba de una reforma. El sistema financiero norteamericano, que en la última década ha generado ingentes cantidades de beneficios sobre la base de enormes riesgos, quebró en septiembre, y necesariamente de los escombros de los gigantes caídos había de salir reglas más severas. EEUU ni la economía mundial no pueden permitirse otra cosa.La principal medida es el fortalecimiento del “banco central” estadounidense, la Reserva Federal, un organismo que no depende exactamente de la Casa Blanca o del Tesoro, sino directamente de la oligarquía financiera. La Fed, dirigida ahora por Ben Bernanke tendrá mayor poder de intervención, sobretodo en los grandes mastodontes financieros: las entidades que al caer podrían provocar un cataclismo como el de Lehman Brothers, incluidos hegde founds y grandes aseguradoras. Al mismo tiempo aquellas entidades cuya supervivencia sea vital para el sistema -por su tamaño o posición- deberán tener más dinero en la recámara, reforzar su capital y tener más reservas de liquidez.También se reforman los organismos reguladores: habrá un consejo de reguladores presidido por el Departamento del Tesoro, que mantendrá informada a la Fed de los peligros para el sistema financiero, para que en caso de incendio la Reserva Federal impida que el fuego se propague. Se crea un Supervisor Bancario Nacional que vigilará al resto de entidades financieras “no sistémicas”, en lugar del sistema de supervisores en cada Estado de la Unión que quedó en evidencia en septiembre. Se crea un regulador bursátil (SEC) semejante a nuestra Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) que fiscalizará los libros contables de los fondos de riesgo y derivados. También las agencias de calificación de riesgos (rating), que hicieron el ridículo con las subprime, deberán se más transparentes y diferenciar en sus análisis los activos hipotecarios de los bonos corporativos.En definitiva menos margen para la ganancia rápida y espectacular que ha caracterizado estos últimos años pero menos margen también para los síncopes del sistema financiero. “Un capitalismo más aburrido” dicen algunos.El plan no es santo de devoción de todo el mundo, y Obama lo sabe: "Habrá quien diga que no vamos lo suficientemente lejos, que deberíamos haber empezado desde cero. Eso habría sido un error. Otros, que nos pasamos. Pero los últimos meses son un testimonio de la necesidad de hacer cambios significativos", dijo antes de que el plan fuera presentado en el Congreso para ser refrendado. "Pretendemos crear un marco en el que los mercados puedan funcionar libremente y de una manera justa, sin puntos débiles; un sistema que funcione para el negocio y para el consumidor", dijo el presidente, y remarcó que el libre mercado "no puede ser una licencia para ignorar las consecuencias de nuestras acciones".Y efectivamente en el Congreso –también desde las filas demócratas- ya han empezado a cuestionar el plan gubernamental: tanto congresistas demócratas como republicanos se mostraron reticentes a que la Reserva tenga tanto peso en la nueva arquitectura. Si el Banco central no pudo entonces vaticinar el estallido de la burbuja hipotecaria ¿Por qué iba a poder hacerlo ahora?, se preguntan.Pero las medidas de Obama, aun sorprendentes para un país que ha hecho gala del capitalismo desregulado, son la salida lógica a la crisis. Por mucho que los neoliberales clamen de indignación y exijan volver al la situación anterior, donde se “dejaba que las leyes del mercado hicieran su trabajo” sin la intervención del Estado, eso es una estupidez. La intervención del Estado en la economía –sobre las leyes del mercado- es consustancial y congénito al capitalismo monopolista. Los tiempos donde las empresas competían “libremente” sin la intervención estatal murieron hace más de un siglo. Durante todo el siglo XX, los aparatos de poder han estado en manos –y al servicio- de las oligarquías financieras y los principales grupos monopolistas.Y es precisamente en las épocas de crisis sistémica –como la del 29- cuando los aparatos estatales han visto multiplicado su poder, al servicio de proceder a una gigantesca concentración de capital en manos de los sectores más poderosos. La regulación que busca Obama en última instancia busca también este objetivo.