«El miedo de Schí¤uble y del Gobierno español procede de una hipótesis endemoniada: si el plan irlandés y Angela Merkel no calman los mercados, la crisis de la deuda avanzará contra Portugal y España; y entonces ya no podrá atajarse»
Pero el drama está en Esaña, debido al abismo que media entre la amenaza que se cierne sobre su deuda pública y privada y la aparente impasibilidad del Gobierno. A pesar de la letanía oficial de que España no es Irlanda, lo cierto es que ambos países tienen algún punto en común. Por ejemplo, la dependencia del ahorro externo. En contra de España juegan su déficit exterior, la elevada tasa de paro y la escasísima proyección de crecimiento. Hay dos factores que ensombrecen todavía más la confianza de los inversores sobre España. Uno es la débil estructura fiscal; el otro, la mediocre gestión del Gobierno. La crisis irlandesa, se quiera o no, ya es asunto de España. (EL PAÍS) EL CONFIDENCIAL.- La economía española, al contrario de lo que ocurre en algunas pequeñas naciones europeas (Suiza, Finlandia u Holanda) no se mueve a golpe de multinacionales. Ni tampoco es como la italiana, donde el empresariado funciona al margen del Estado. La actual aristocracia económica española, por el contrario, se ha construido en menos de dos décadas al calor, fundamentalmente, de las privatizaciones. Ha surgido como consecuencia de que anteriores gobiernos pusieron en sus manos una ingente cantidad de recursos que hasta entonces formaban parte de lo público: el gas, la electricidad, las autopistas, el mercado hipotecario, el crédito local, la gestión de los residuos urbanos, las telecomunicaciones… LA VANGUARDIA.- La crisis europea sacude a los gobiernos, a las instituciones financieras y a la sociedad. Portugal vivió ayer la mayor huelga general de la historia. Irlanda ha aprobado in extremis unas medidas que comportan fuertes subidas de impuestos y el despido de 25.000 funcionarios. Los estudiantes británicos salieron de nuevo a las calles en protesta por el aumento exagerado de las matrículas. Todo es un gran recorte. Nadie habla de producir ni competitividad. Equilibrar balances y detectar los movimientos de los mercados que tienen cara desconocida y contra los que no se puede protestar porque actúan desde la opacidad. Europa se deshilacha con la pasividad forzosa de sus gobiernos. Editorial. El País Cerca de Irlanda La gravedad de la crisis irlandesa queda reflejada en toda su crudeza por la invocación del ministro alemán de Economía, Wolfgang Schäuble: "El euro está en juego". Sin caer en histerias, parece urgente que las autoridades económicas europeas dispongan de un plan para reconducir los ataques de pánico de los mercados, que ayer llevaron la prima de riesgo española a los 250 puntos básicos; un coste de financiación tan excesivo infunde temor sobre la solvencia de España. El euro está en juego porque la estabilidad de la deuda española lo está. La medida que calibrará el riesgo real del euro es la respuesta que den las bolsas y la deuda al ajuste de Irlanda, conocido ayer. Por el momento, Europa arde, desde Lisboa a Dublín. El plan de austeridad irlandés se ciñe al protocolo de ajustes para tiempos de crisis. El esfuerzo es muy elevado (ahorro del gasto en 15.000 millones hasta 2014), recortes sociales, un tijeretazo importante en la burocracia (se desprenderá de casi 25.000 funcionarios) y una subida de impuestos cuyo mascarón de proa es el aumento del IVA. Más la puesta en almoneda de los bancos, causantes de la crisis. Los mercados concederán al plan la credibilidad que tenga la subida de ingresos (el recorte del gasto se puede simular) y la capacidad de gestión del nuevo Gobierno. El miedo de Schäuble y del Gobierno español procede de una hipótesis endemoniada: si el plan irlandés y Angela Merkel no calman los mercados, la crisis de la deuda avanzará contra Portugal y España; y entonces ya no podrá atajarse. Merkel tiene el poder de pronunciar las palabras mágicas, con el permiso del Tribunal Constitucional alemán, que apaciguarían (de momento) el vendaval: los 85.000 millones de rescate no dependerán de una quita de los acreedores privados. Merkel desveló antes de tiempo su intención de hacer pagar (con quitas en la deuda) parte del coste de la crisis a quienes la crearon (fondos privados, especuladores, bancos de inversión); pero el análisis es correcto. Por supuesto, sería deseable que el BCE resucite y siga con las compras de deuda. Pero el drama está en España, debido al abismo que media entre la amenaza que se cierne sobre su deuda pública y privada y la aparente impasibilidad del Gobierno. A pesar de la letanía oficial de que España no es Irlanda (una obviedad, aunque no sea más que por la excelente solvencia de los dos grandes bancos españoles), lo cierto es que ambos países tienen algún punto en común. Por ejemplo, la dependencia del ahorro externo. En contra de España juegan su déficit exterior, la elevada tasa de paro y la escasísima proyección de crecimiento. Hay dos factores que ensombrecen todavía más la confianza de los inversores sobre España. Uno es la débil estructura fiscal, que se hunde en periodos de recesión; el otro, la mediocre gestión del Gobierno, capaz de anunciar en falso una reforma de las pensiones, aplazarla después y condicionarla a un acuerdo con los agentes sociales, o de demorar las reformas financiera y laboral. Un lastre añadido es la pobre calidad política que perciben los inversores en el PP. El supuesto recambio no ofrece garantía alguna a los agentes de la inversión mundial. La crisis irlandesa, se quiera o no, ya es asunto de España. Las finanzas públicas y privadas pueden salvarse de la quema (el margen de maniobra es escaso) si se anuncia ya una reforma de las pensiones; la ejecución inminente de las fusiones de cajas, propuestas para recortar los costes sanitarios a partir de 2011; y un compromiso político para rebajar deuda y gastos autonómicos. Las promesas hay que cumplirlas, y el Gobierno ha trasteado torpemente con las que hizo sobre pensiones, mercado de trabajo y reforma financiera, hasta perder mucho de su crédito. EL PAÍS. 25-11-2010 Opinión. El Confidencial La nueva aristocracia económica C. Sánchez En Alicia a través del espejo, la continuación de Alicia en el País de las Maravillas, la reina roja le dice a Alicia una frase memorable utilizada frecuentemente por ciertos economistas. La recuerda el profesor Tortella y dice así: “Alicia -sostiene la reina roja-, en este país hay que correr lo más posible para quedarse en el mismo sitio”. La frase evoca a la célebre cita de El gatopardo escrita muchos años después(cambiar todo para que todo siga igual), y pone de relieve cómo a veces los procesos políticos y económicos se les escapan a los gobernantes. Y sólo una especie de fuga hacia ninguna parte (normalmente de ingrávido recorrido) se presenta como la solución a todos los males. En este contexto debe interpretarse la cita de Zapatero con 30 grandes empresarios. Servirá para muy poco si sólo pretende proyectar hacia el exterior una determinada imagen de España que no se corresponde con la realidad. Y no porque las 30 empresas seleccionadas tengan un problema de credibilidad, sino por el simple hecho de que no son representativas de la demografía empresarial española. Ni siquiera son el espejo de la situación económica del país. La economía española, al contrario de lo que ocurre en algunas pequeñas naciones europeas (Suiza, Finlandia u Holanda) no se mueve a golpe de multinacionales. Ni tampoco es como la italiana, donde el empresariado funciona al margen del Estado. La actual aristocracia económica española, por el contrario, se ha construido en menos de dos décadas al calor, fundamentalmente, de las privatizaciones. Ha surgido como consecuencia de que anteriores gobiernos pusieron en sus manos una ingente cantidad de recursos que hasta entonces formaban parte de lo público: el gas, la electricidad, las autopistas, el mercado hipotecario, el crédito local, la gestión de los residuos urbanos, las telecomunicaciones… Así es como han surgido enormes conglomerados que se han quedado con servicios públicos que antes gestionaba el Estado. Ese es, precisamente, su pecado original. Muchas de las grandes empresas siguen dependiendo del BOE, y por eso carece de sentido presentar a las multinacionales españolas como independientes del poder político. Por supuesto que no en todos los casos. Hay multinacionales que han salido de la nada e, incluso, a pesar del Gobierno de turno, lo que pone de manifiesto la fuerza de las ideas y de la innovación empresarial. Pero pensar que este país se mueve por sus multinacionales es simplemente errar el tiro. Algunos datos pueden ilustrar la naturaleza de la cuestión. La Seguridad Social da cuenta de la existencia de 1,26 millones de empresas inscritas en el sistema público de protección social, pero de ellas tan sólo 970 cuentan con más de 1.000 trabajadores. Un cifra, como se ve, residual. Cuestión de tamaño Se puede ver el asunto desde otro ángulo. ¿Cuántas compañías son consideradas ‘grandes’ a efectos fiscales? Los datos de la Agencia Tributaria hablan de que 30.574 empresas, pero hay que tener en cuenta que Hacienda incluye en esta clasificación a las que facturan al año más de 6,01 millones de euros. Como se ve, una cantidad demasiado pequeña para conocer realmente el tamaño de la empresa española. En cualquier caso, una cifra muy reducida frente a la demografía empresarial española (no todas cotizan a la Seguridad Social) que acaba de publicar el INE, y que habla de la existencia de un stock de empresas de 3,7 millones. No hay razones, por lo tanto, para creer que las 30 elegidas por Moncloa son representativas de la economía española. Habría que decir que desgraciadamente. Fue Schumpeter quien puso negro sobre blanco que el tamaño de la empresa es relevante a efectos de innovación tecnológica, y sólo por eso un país debe proteger a sus grandes compañías con estrategias solventes, lo que desde luego no pasa con hacer recortes en el presupuesto del Icex, como ha hecho este Gobierno. Pero lo más variopinto de la reunión del sábado tiene que ver con esa imagen de nacionalismo económico que se va a proyectar hacia el exterior. Una especie de ‘arancel’ Cambó sin que se note. Mejor hubiera sido que el presidente se reuniera con las grandes empresas, pero independientemente de la localización de su matriz. No es ocioso recordar que España es una de las naciones de mundo más abiertas al exterior. La suma de las exportaciones y las importaciones representan nada menos que 366.690 millones de euros (el 35% del PIB), lo que quiere decir que la presencia extranjera es intensa y creciente. ¿Qué quiere decir esto? Pues que si el mensaje de Moncloa es que hay que hacer un esfuerzo adicional para crear puestos de trabajo, parece razonable pensar que las multinacionales extranjeras también tienen mucho que decir (y hacer). Principalmente en sectores de alto valor añadido como es la industria del automóvil o la farmacéutica. Estamos, por lo tanto, ante una reunión que consiste en correr mucho para llegar al mismo sitio, como decía la reina roja, y de paso neutralizar el apoyo que en un momento dado pudieran dar las grandes multinacionales españolas a Rajoy. Cuya capacidad para entusiasmar a los grandes patrones del país es perfectamente descriptible. Desde este punto de vista, la jugada de Zapatero es hábil. Se trata de evitar que el PP aparezca como el partido de la estabilidad económica. Se le presenta, en su lugar, como un partido populista incapaz de gestionar los grandes problemas del Estado por no quererse comprometer con las reformas (pensiones o reforma laboral). Y para eso es necesario descreditar todavía más a la CEOE, a quien conscientemente el Gobierno quiere vincular con el Partido Popular. No le falta la razón, pero olvida que muchos de los empresarios que acudirán el sábado a Moncloa son, precisamente, quienes han mantenido en su cargo a Díaz Ferrán de manera incomprensible. EL CONFIDENCIAL. 25-11-2010 Opinión. La Vanguardia Una tijera gruesa recorre Europa Lluís Foix La crisis europea sacude a los gobiernos, a las instituciones financieras y a la sociedad. Portugal vivió ayer la mayor huelga general de la historia. Irlanda ha aprobado in extremis unas medidas que comportan fuertes subidas de impuestos y el despido de 25.000 funcionarios. Los estudiantes británicos salieron de nuevo a las calles en protesta por el aumento exagerado de las matrículas. Zapatero se va a reunir con 30 empresarios críticos con la gestión del gobierno pensando que le pueden dar ideas para ahuyentar las presiones de los mercados que han situado la prima de riesgo de la deuda española en un 235. Las bolsas caen, la inquietud se generaliza y la inseguridad de los gobiernos se traduce en un malestar social que es difícil disimular. Europa está desbaratando el estado social del bienestar que se ha construido con el esfuerzo y la solidaridad de gobiernos de derecha y de izquierda a lo largo de varias generaciones. El modelo ha sido una de las aportaciones más importantes de Europa al mundo en la segunda mitad del siglo XX. El modelo sigue vigente pero la realidad de los mercados va arañando los logros conseguidos sin que los gobiernos puedan detener su furia. ¿Qué nos pasa? No hay explicaciones convincentes. Ni de economistas, ni de gobiernos, ni de sindicalistas ni de políticos. Sabemos que el lenguaje tiene forma de tijera gruesa que corta gasto social, envía a funcionarios al paro y aumenta impuestos que dejan con menos recursos a los ciudadanos. Todo es un gran recorte. Nadie habla de producir ni competitividad. Equilibrar balances y detectar los movimientos de los mercados que tienen cara desconocida y contra los que no se puede protestar porque actúan desde la opacidad. Europa se deshilacha con la pasividad forzosa de sus gobiernos. LA VANGUARDIA. 24-11-2010