El cine de Berlanga no es que haya “envejecido bien”, sino que se vuelve cada día más actual. Porque es un afilado bisturi´que nos cuenta aquello que los poderosos siguen decretado que no se debe contar.
berlanguiano, na
1. Perteneciente o relativo a Luis García Berlanga, cineasta español, o a su obra.
2. Que tiene rasgos característicos de la obra de Luis García Berlanga. “Una situación berlanguiana”.
(Diccionario de la Real Academia Española)
Ningún otro director español ha conseguido “colar” su nombre en el diccionario de la RAE. Solo Luís García Berlanga. Expresa una realidad, que muy pocos creadores son capaces de alcanzar: haber construido un mundo y una sensibilidad propias, inmediatamente reconocibles y que todos hemos incorporado.
No es necesario explicar nada cuando en una conversación afirmamos haber vivido un hecho”berlanguiano”. Todos saben que nos referimos a una situación absurda, rayana con el surrealismo, y aderezada por un demoledor humor negro.
Cuando se cumple el primer centenario de su nacimiento, Berlanga es una referencia rabiosamente actual.
Lo demuestra la decisión de jurado del Premio Comillas de Historia,Biografía y Memorias, uno de los más prestigiosos del país, concendiéndolo este año a “Berlanga. Vida y cine de un creador irreverente”.
Se ha querido, según el jurado, premiar la biografía de “un cineasta irrepetible que supo radiografíar como pocos la sociedad española durante el franquismo y la transición”.
Pero son más interesantes las palabras del autor del libro, Miguel Ángel Villena, al afirmar que Berlanga “es una figura, pese a todo y pese a los centenarios, a descubrir y cada vez más actual”.
Acercarse a Berlanga, a su obra o a su vida, no es mirar hacia el pasado, aunque sea reciente. Es hurgar en el presente, en los temas y conflictos que hoy siguen siendo actuales y candentes.
Salvaje y tierno
La actualidad de Berlanga, y también su capacidad para conectar con la sensibilidad del público, por encima de generaciones, está también entroncada con la tradicción, con una forma de mirar y sentir el mundo muy nuestra.
La encontramos en la novela picaresca, demoledoramente salvaje al retratar la miserable y mezquina cara de quienes detentan el poder, al tiempo que se identifica con quien sufre, mirando con ternura las trapacerías que los pícaros se ven obligados a ejecutar para sobrevivir.
Berlanga compartirá esa mirada. Será saludable y libremente salvaje a la hora de fustigar al poder. Y retratará a los “pícaros” del siglo XX, sin paternalismos estúpidos y reaccionarios, presentándolos con sus luces y sombras, pero mirándolos con la misma humanidad que comparten con el Lazarillo o el Buscón.
Pocas veces se ha retradado a las élites elites españolas como lo hizo Berlanga, sin freno de mano y sin compasión. Atreviéndose a construir con “El verdugo” un demoledor alegato contra la pena de muerte justo cuando el franquismo acababa de asesinar a Julian Grimau. Retratando en “La escopeta nacional” el madidaje corrupto entre los poderes económicos y la administración del Estado para imponer el saqueo sobre la población. Y ofreciéndonos en “Plácido” el dibujo final de esas oligarquías que utilizan la “política social” como fachada bienpensante de sus atrocidades, organizando una campaña para sentar en la mesa a los mismos pobres que ellos han arrojado a la miseria.
Pero la mirada de Berlanga alcanza toda su potencia cuando dirige sus ojos hacia abajo. A ese verdugo que no quiere ser verdugo, pero que, cumpliendo un implacable destino trágico, es obligado forzosamente por el Estado a ejecutar sus sentencias de muerte, y que en una memorable escena final es conducido al cadalso como el reo que en realidad es. O ese Plácido que sobrevive en las márgenes de la sociedad y que, detrás de la falsa fachada de caridad de los poderosos, lucha durante toda la película por pagar la letra del motocarro con que sostiene a toda la familia.
Nos reconocemos en esa mirada de Berlanga. En el sano odio de clase hacia el poder, y en la solidaridad profunda con quien sufre la opresión.
Señalando a los innombrables
Los últimos segundos que filmó Berlanga corresponden aparentemente a una obra menor, pero en realidad son una de las vigas maestras que nos permiten comprender la grandeza de su obra.
Se trata de “El sueño de la maestra”, realizado en 2002, filmando una de las escenas de “Bienvenido Mr Marshall” que la censura no permitió rodar.
En las primeras escenas del cortometraje, presentado como “una falla de Berlanga”, Franco anuncia desde la Plaza de Oriente que “los americanos han venido, y lo han hecho para quedarse”. Le sigue una desquiciada lección a los alumnos sobre la pena de muerte, que culmina en la ejecución industrial, desarrollada por la tecnología norteamericana: la bomba atómica.
Berlanga contando lo que está prohibido contar. Lo hizo en 1952, al denunciar la provinciana sumisión de unas élites españolas que convertían un pueblo castellano en una verbena andaluza para contentar a los nuevos dueños del pais, los americanos. Y vuelve a hacerlo en 2002, recordándonos que “los americanos han venido para quedarse”.
Tiene razón Miguel Ángel Villena, autor de la premiada biografía del director valenciano, cuando afirma que “Berlanga es cada vez más actual”.