Puigdemont y Mas insisten en su estrategia de “internacionalizar el procés”, llamando a la puerta de grandes potencias y organismos globales para “tejer complicidades que permitan avanzar hacia la independencia”.
Muchos califican ese camino de suicida, o poco menos que un delirio, alegando que ni la UE ni EEUU van a aceptar nunca siquiera entrar a discutir la independencia de Cataluña. Esta es una visión errónea, que rebaja nuestras defensas. La creación de nuevos Estados afecta al corazón de las relaciones internacionales. Y las grandes potencias siempre han usado la carta de la fragmentación cuando les ha interesado. Por eso los Mas y Puigdemont la incluyen en su baraja y buscan la oportunidad para jugarla.
Quienes dirigen el proyecto independentista en Cataluña saben que nunca van a tener, por sí mismos, la fuerza suficiente para imponer al Estado español la segregación. También son conscientes de que la ruptura va a encontrar siempre serias resistencias entre una mayoría de la sociedad catalana. Su única posibilidad es encontrar un padrino internacional, un centro de poder global que ampare sus ambiciones independentistas.«No defienden una Cataluña independiente, sino una más dependiente y sumisa, donde su autonomía terminaría en un despacho de Berlín o de Washington.»Encuentran severas limitaciones en ese camino. En una UE disminuida tras el brexit y sometida a una profunda crisis, no parece que a Alemania le interese desestabilizar España, la cuarta economía de la zona euro. Y para EEUU el valor de España -su posición estratégica, la importancia creciente de las bases en nuestro país…- es demasiado alto para abrir un camino con demasiados riesgos. Pero Mas y Puigdemont saben que ni Berlín ni Washington van a renunciar a utilizar las heridas contra la unidad para poder intervenir en los asuntos internos de España.
Ellos se han formado dentro de una Europa alemana que ha alentado sus ambiciones. Presentándole la posibilidad de tratar directamente con el centro europeo, sin necesidad de pasar por Madrid. Han tejido privilegiadas relaciones con los círculos más reaccionarios de la burguesía alemana, la CSU bávara, que siempre ha considerado que un continente fragmentado en pequeños satélites es condición para que pudiera brillar el gran astro germano. También han encontrado amigos al otro lado del Atlántico. Destacados dirigentes del stablishment de Washington que han defendido el derecho a decidir de Cataluña.
Por eso ahora, dirigentes catalanes muy cercanos a Puigdemont afirman que a pesar de las declaraciones de la UE sobre que una Cataluña independiente no formaría parte de la Unión, “Bruselas es pragmática, y aceptará la independencia si es un hecho consumado”. Mientras otros consideran que con la llegada de Trump a la Casa Blanca «para el soberanismo catalán se ha abierto una ventana de oportunidad que el president Carles Puigdemont tendría que explorar». Buscan deseperadamente un padrino internacional que haga posible sus proyectos… aunque sea Trump.Son patriotas panameños
El 21 de noviembre de 1902, Panamá se separaba de Colombia. Los grandes banqueros de Washington financiaron la secesión, el Estado norteamericano la amparó con su intervención militar, y el “tratado de independencia” se firmó… en un acorazado norteamericano. Los “patriotas panameños” entregaron el control del canal a EEUU, y convirtieron su país en sede de la Escuela de las Américas, donde Washington formaba dictadores y torturadores, y en paraíso fiscal para el gran capital norteamericano.«Se hacen llamar patriotas catalanes, pero en realidad son patriotas panameños.»
Más de tres siglos antes, en 1641, los que algunos llaman “patriotas catalanes” proclamaron una república catalana segregada de España… para entregársela a Francia solo una semana después. Gracias a ellos, Cataluña fue ocupada militarmente por Francia, y la autonomía, lengua y cultura catalanas fueron eliminadas de aquellos territorios que París consiguió anexionarse de forma permanente.
Mas y Puigdemont no son un tipo nuevo ni original. Ya los conocemos. Se hacen llamar patriotas catalanes, pero en realidad son patriotas panameños. Ponen el grito en el cielo cuando el gobierno español quiere controlar las cuentas de la Generalitat, pero aceptan sumisamente que la troika o el BCE decida sobre sus presupuestos. Consideran que el ejército español es una amenaza, pero repiten una y otra vez que una Cataluña independiente permanecería dentro de la OTAN y acataría todos sus mandatos. Difunden su desobediencia ante los dictados de Madrid atacan la autonomía catalana, pero reafirman su obediencia ante unos dictados del FMI o de Bruselas que han impuesto a los catalanes oleadas de recortes.
No es verdad que sean independentistas. No defienden una Cataluña independiente, sino una más dependiente y sumisa, donde su autonomía terminaría en un despacho de Berlín o de Washington.