El arancel es un tributo que aplican las naciones a los bienes que son objeto de importación o exportación. Washington y Bruselas dedicaron millones a financiar una corriente de opinión favorable a los coches eléctricos, en nombre de una transición verde. Buscaban reservarse el mercado interno sobre la base de limitar los vehículos de combustión que ya se producen en todo el mundo, considerando como exclusiva la tecnología para el coche eléctrico. Pero el dinamismo industrial y la capacidad tecnológica de otras naciones, especialmente China, les ha superado en esa carrera. Y ahora optan por cerrar el mercado ante la imposibilidad de competir.
El 14 de mayo de 2024 EEUU impuso nuevos aranceles a productos originarios de la República Popular de China, llegando a duplicar el precio de los coches importados. Biden adoptaba así este rasgo de la política de Trump con su “America First”. Y el gravamen aplicado a los coches eléctricos aumentó del 25% al 100%. Literalmente duplican el precio de los automóviles importados.
Viva la libre competencia… si salgo ganando. Viva el proteccionismo si no puedo competir. Este es uno de los significados del American first (América primero).
Un mes más tarde la UE anuncia también un arancel de hasta el 48% para los automóviles chinos.
Para justificar la medida Europa y EEUU acusan a China de subvencionar su industria, se financian investigaciones y se redactan informes para cuantificar qué porcentaje del precio de los coches allí fabricados ha sido rebajado gracias a las ayudas públicas de Pekín.
Pero ninguna industria europea o norteamericana soportaría un informe equivalente. Recordemos que el gobierno estadounidense directamente nacionalizó General Motors y Chrysler, tras su bancarrota de 2009; que en 2019 el gobierno alemán abonaba 8.000 euros de subvención por comprador para quien cambiara viejos coches diesel de Volskwagen ante el escándalo de los datos de contaminación falseados. Y que un año después, Alemania aprobó incentivos para el sector de la automoción por 11.700 millones de euros. Y Francia por otros 8.000 millones, de los que 5.000 fueron directamente a Renault (compañía de la que el estado poseía el 15%). En Reino Unido, para firmar la instalación el pasado año de la fábrica de baterias para vehículos de la compañia india Tata, éstos exigieron una ayuda pública británica de 567 millones de euros.
La realidad es que la industria del automóvil es de las más subvencionadas en Europa y Norteamérica. Y aún así los coches eléctricos chinos ya son igual o más eficientes y más baratos.
Sin una política propia
El proteccionismo europeo va a rastras de la política de Estados Unidos. Y nos mete de lleno en una guerra comercial con China, país que en represalia aplicará a cada país europeo un arancel equivalente sobre el producto clave que le exportamos. De hecho ya se espera que las exportaciones españolas de carne porcina hacia el gigante asiático se vean penalizadas con un arancel especial.
A Europa no le beneficia alinearse con EEUU en su intento de frenar el ascenso económico, politico y militar de Pekin, a costa del aislacionismo. A La UE le interesa más establecer acuerdos propios, de beneficio mutuo, y acceder al mercado chino con 1.200 millones de consumidores (el doble que el Viejo Continente). La UE tiene a China como su segundo socio comercial.
Washington ha pasado de proclamar la Globalización a cerrar sus fronteras a la competencia de Asia, y si puede también exige que los países sobre los que puede intervenir, le sigan en el aislamiento. Todo un síntoma del ocaso imperial.