Pasan los días, se agotan los plazos, aumenta la tensión, pero el asunto del Brexit continúa vivo y sin zanjar, como una guillotina que en cualquier momento puede caer y separar salvaje y radicalmente al Reino Unido de Europa. Un Boris Johnson, cuestionado por su pésima gestión de la pandemia, se niega ahora a cumplir lo que acordó hace un año y empuja la negociación con la UE hacia el fracaso. Europa no sabe bien a qué atenerse. Y todos miran con ansiedad a lo que saldrá de las elecciones norteamericanas.
Con la pandemia desbocada y las críticas a Johnson lloviéndole de todas partes, incluso de sus propias y depuradas filas, al premier británico no se le ha ocurrido mejor idea que tensar las ya tensas relaciones con la UE y rizar el rizo: algo así como hacer un Brexit dentro del Brexit. Ahora él mismo ha decidido violar el tratado del Brexit que elaboró y firmó en su día. Para ello, ha hecho aprobar una nueva Ley del Mercado Interior, donde recurriendo a una supuesta merma de soberanía británica en el caso de las importaciones y exportaciones por la peliaguda frontera irlandesa, ha puesto patas arriba las negociaciones con la UE para lograr un nuevo acuerdo que regule las relaciones comerciales con Gran Bretaña cuando, el 31 de diciembre de 2020, Reino Unido abandone definitivamente la UE.
Si en los últimos meses, Boris Johnson había ido mariposeando y retrasando la negociación con tal o cual argucia, ahora directamente la ha torpedeado. Y vuelve a alentar entre sus fieles su viejo sueño de un Brexit salvaje, sin ningún tipo de acuerdo. Algo que no convence a todos los tories. Y que acaba de ser repudiado por la patronal británica, que en una resolución expresa de las principales asociaciones de empresarios de Gran Bretaña ha pedido al gobierno que finalice con un acuerdo las negociaciones con la UE, por el bien de la economía británica. Está en juego el 80% de la economía, le han dicho.
Pero si la patronal demanda esto de forma unánime, y los empresarios son la principal base electoral de los conservadores, la pregunta que flota es: ¿qué narices de intereses defiende el señor Johnson, abogando por una ruptura que amenaza con añadir más caos a una economía que se ha despeñado ya por culpa de la pandemia?
Sin duda habría que mirar al otro lado del Atlántico para encontrar la “razón” por la que Johnson está dispuesto incluso a ignorar las demandas de “su” clase. Jonhson no ha llegado hasta aquí para dejar de algún modo la economía británica “atada” a la europea, lo que él busca, de acuerdo con Trump, es romper con Europa y ligarse de forma preeminente a la economía de EEUU, mediante un tratado comercial, que dará entrada al capital y a las empresas USA en todas las arterias esenciales de la economía inglesa, algo que no convence ni interesa a todos los empresarios.
Pero este plan depende decisivamente de lo que ocurra el 3 de noviembre en EEUU. Una victoria de Trump podría ser determinante para que se produzca el Brexit salvaje. Pero si giran las tornas, Biden ya le ha advertido a Johnson que no tolerará ninguna violación de los acuerdos del Brexit ni nada que ponga en cuestión los acuerdos de paz entre las dos Irlandas. Por ello, tal vez, el zorro inglés no ha llevado todavía las negociaciones a la ruptura absoluta. Juega a tirar de la cuerda, pero aún no la ha roto.
Parece que una vez más el futuro del Brexit, el culebrón político más largo de los últimos años, tendrá que esperar a lo que ocurre en EEUU para conocer su desenlace.