Después de varios días de incertidumbre, la decisión fue oficializada en una nota divulgada por la Presidencia brasileña, en la que aún cuando se dice, muy diplomáticamente, que fue tomada en común acuerdo con el líder estadounidense, Barack Obama, se cita en muy duros términos la actividad de las agencias de inteligencia de Estados Unidos en Brasil y no se oculta en absoluto que ese es el motivo principal de la suspensión de la visita.
«Las prácticas ilegales de interceptación de las comunicaciones y datos de ciudadanos, empresas y miembros del gobierno brasileño constituyen un hecho grave, que atenta contra la soberanía nacional y los derechos individuales, y es incompatible con la convivencia democrática entre países amigos», afirma el comunicado.También sostiene que «en ausencia de una investigación de lo ocurrido, con las correspondientes explicaciones y compromiso de cesar la interceptación, no están dadas las condiciones para la realización de la visita». El comunicado agrega que, «de esa forma, los dos presidentes decidieron postergar la visita de Estado, pues sus resultados no deben quedar condicionados a un tema cuya solución satisfactoria para Brasil aún no fue alcanzada».Explicaciones insuficientesLa suspensión de la visita fue anunciada después de que Rousseff y Obama conversaran telefónicamente sobre el asunto durante veinte minutos. Un portavoz oficial dijo que Rousseff esperaba de Obama «y aún espera» unas explicaciones que exigió cuando se conocieron las primeras denuncias del ex-analista de la Agencia Nacional de Seguridad (ASN) de EEUU, Edward Snowden, sobre espionaje global.«¿Qué razones de «seguridad global» puede esgrimir EEUU para espiar las comunicaciones de Rousseff o de Petrobras?» «No hubo explicaciones satisfactorias en ese momento y tampoco las hubo después» de que se supo que hasta la propia Rousseff o la empresa estatal brasileña Petrobras habían sido espiadas.Las primeras denuncias de Snowden ya llevaron a Brasil y a sus socios del Mercosur a denunciar el caso ante la ONU, pero la revelación de otros documentos sobre el espionaje a la propia jefa de Estado y a Petrobras agudizaron el malestar.Hace varias semanas el ministro de Justicia brasileño, José Eduardo Cardoso, fue enviado a Washington para exigir explicaciones, pero su misión fracasó, volvió con las manos vacías y sin siquiera garantías de que el espionaje haya cesado, lo cual a estas alturas sigue siendo una incógnita.La nota divulgada por la Presidencia brasileña para anunciar la suspensión de la visita, dura pero también cuidadosa en términos diplomáticos, recoge el deseo de Rousseff de que «la visita ocurra en el más breve plazo posible, impulsando la construcción de la sociedad estratégica (con EE.UU.) a escalones aún más altos». Sin embargo, expresa también que eso sólo será posible «una vez resuelta la cuestión (del espionaje) de manera adecuada». De momento, Brasil considera los silencios, evasivas y demoras de EEUU, explicaciones «insuficientes». Hasta el punto de que Rousseff manifestó ese malestar durante la Asamblea General de las Naciones Unidas, ante la que intervino el pasado 24 de septiembre.¿Seguridad global?Por tradición, Brasil abre los debates de las Asambleas Generales de la ONU y Rousseff aprovechó la ocasión para exigir que sean adoptadas normas globales que protejan los «derechos individuales» y prohíban el espionaje de gobernantes, empresas y ciudadanos.«La única verdad es que EEUU sigue utilizando su poder global para violar la soberanía de los países» La visita cancelada sería la primera con carácter de Estado de un líder brasileño a Washington desde que, en 1995, Fernando Henrique Cardoso fue recibido con esos honores por el entonces presidente Bill Clinton.En los últimos días, cuando la suspensión de la visita parecía inminente, portavoces del Gobierno brasileño aseguraron que esa decisión no afectará las fuertes relaciones económicas y comerciales entre ambos países.Lo mismo indicó la Casa Blanca, pero según diversos analistas ese «enfriamiento» de la relación política pudiera tener impactos. Una primera consecuencia podría ser que la empresa Boeing se «debilite» en un concurso para venderle 36 aviones de combate a la Fuerza Aérea brasileña, en el que compite contra los cazas Rafale franceses y los Gripen NG de la sueca Saab.»El presidente Obama y la presidenta Rousseff están deseando celebrar la visita de Estado, que subrayará nuestra amplia relación y no debería estar ensombrecida por un elemento singular de la agenda bilateral, al margen de lo importante o desafiante que este tema pueda ser», afirmó la Casa Blanca en un comunicado al conocer la decisión brasileña de suspender la visita.El problema para Obama es que Brasil se ha plantado al exigir una explicación sobre las escuchas, y EEUU no puede darla, sin confesar abiertamente sus verdaderos motivos, que no tienen nada que ver con las explicaciones dadas hasta ahora por el presidente de Estados Unidos para justificar las escuchas a escala global. Si en Europa, aunque sea a regañadientes, se ha aceptado con leves e hipócritas protestas, dirigidas exclusivamente a la galería, la versión de Washington de que el espionaje norteamericano lo único que pretende es lograr información para prevenir acciones terroristas (¿y, en ese caso, qué valor tiene, por ejemplo, espiar a los partidos alemanes?), en cambio, Hispanoamérica en general y Brasil en particular han optado por denunciar la situación, defender su soberanía y reclamar explicaciones a Estados Unidos.Y esto ha puesto a EEUU en un serio aprieto. ¿Qué razones de «seguridad global» puede esgrimir EEUU para espiar las comunicaciones de la presidenta Rousseff o de la petrolera Petrobras? ¿Qué información se puede extraer ahí con vistas a prevenir ataques terroristas u otras amenazas a la paz y la seguridad internacionales? De nuevo, el Emperador está desnudo.Cada vez que se le ofrece una resistencia seria y consecuente (como ha ocurrido también en el caso de Siria), sus mentiras, engaños y la creciente debilidad de su posición internacional se ponen en evidencia. La única verdad es que EEUU sigue utilizando su poder global para violar la soberanía de los países, controlar a los gobernantes de otras naciones (sean socios o enemigos), tratar de obtener información «privilegiada» en los terrenos político, diplomático y económico (de ahí el espionaje a Petrobras), y luego, al ser descubierto, ofrecer excusas y justificaciones falaces.La decisión de Rousseff de no aceptar todo eso (ni el espionaje ni las mentiras) es un acto de reivindicación de la soberanía y una auténtica bofetada a Obama, de la que deberían aprender todos los gobernantes democráticos del mundo.