En Bolivia, Evo Morales arrasaba con el 60% de los votos, dedicando su victoria «contra el capitalismo y el imperialismo, y a todos los presidentes antiimperialistas», en particular a Fidel Castro y Hugo Chávez. Muchos oídos debieron chirriar esa noche en Washington.
Mucho más cuando tres semanas después, Dilma Rouseff conseguía la cuarta victoria consecutiva del Partido de los Trabajadores, con un margen más estrecho, pero suficiente para seguir llevando adelante una política de redistribución de la riqueza y defensa de la soberanía nacional brasileña por otros cuatro años más. «Washington intentó romper y dividir las fuerzas electorales de la izquierda, aupando la candidatura de Marina Silva» En torno a la elección brasileña se ha librado un formidable pulso, en el que el hegemonismo yanqui ha puesto toda la carne en el asador y ha usado de todos sus medios para intentar asestar un doble golpe. Por un lado, quebrar la ascendente línea de unidad política e integración económica iberoamericana que en el curso de poco más de una década ha revolucionado lo que durante más de un siglo Washington había considerado su “patio trasero”.Un lugar donde hacer y deshacer a su antojo, donde dar golpes o mandar a sus marines para asegurarse que sus grandes bancos y multinacionales podían dedicarse concienzuda e impunemente a la explotación y el expolio de las riquezas del continente. Girar la orientación política del gobierno brasileño era la clave para intentar revertir el grado de unidad e integración antihegemonista alcanzado por los países iberoamericanos en torno a organismos como Mercosur, Unasur o la Celac. Organismos que, todos ellos, tienen una doble característica.De un lado son organismos que, al avanzar en la integración económica de muchos países, permiten en gran medida que cada uno de ellos pueda desenvolverse con mayor facilidad sin necesidad de depender de los grandes centros de poder del sistema financiero internacional, dominado por EEUU y, secundariamente, por las grandes oligarquías financieras europeas.De otro, son organismos de unidad política que sirven para reforzar las políticas de soberanía nacional, independencia y autonomía de Washington. Que un organismo como UNASUR -Unión de Naciones Suramericanas, formado por doce estados cuya población conjunta de 400 millones de habitantes representa el 70% de la población de América Latina- esté empezando a poner en marcha mecanismos de integración de los distintos ejércitos suramericanos, libres por fin de la odiosa tutela de la Escuela de las Américas, donde hasta hace bien poco eran formados y adoctrinados sus oficiales, es toda una revolución de largo alcance. «EEUU pretendía a través del triunfo de Neves colocar a un “caballo de Troya” en el seno mismo de los BRICS» Que un organismo como la CELAC (Confederación de Estado de Latinoamérica y el Caribe en la que participan todos los países de América excepto EEUU y Canadá) haya decidido levantarse como alternativa frente la OEA, la Organización de Estados Americanos creada a instancias de EEUU tras la IIª Guerra Mundial para controlar políticamente Iberoamérica es una clara señal de cual es el nuevo signo de los tiempos que corren en el continente americano.Y Brasil es la clave de bóveda que sostiene, en última instancia, el desarrollo creíble de todos estos proyectos. Sin la participación del gigante brasileño en ellos, su alcance y credibilidad quedarían seriamente tocados. Jugar a dos bandasPor ello Washington ha maniobrado y jugado a dos bandas durante estas elecciones. Primero, intentando romper y dividir las fuerzas electorales de la izquierda, aupando la candidatura de Marina Silva -una ex-ministra del primer gobierno Lula- levantando la bandera de la defensa ecológica del medio ambiente, la democracia participativa y la lucha contra la corrupción. Todo el entramado de grandes medios de comunicación en manos de la oligarquía paulista, las bolsas y los mercados financieros apostaron por encumbrar y dar alas a la candidatura de Silva, con la esperanza de que su “nuevo” discurso consiguiera atraer el voto de una parte significativa de los votantes de izquierdas que hasta entonces habían dado su apoyo al PT.Sin embargo, una vez comprobado a lo largo de la campaña que Silva no era una rival consistente para Dilma Rouseff, la dejaron caer a la misma velocidad con que antes la habían aupado para concentrar todas las fuerzas en torno a Acevio Neves. Por el otro, EEUU pretendía a través del triunfo de Neves colocar a un “caballo de Troya” en el seno mismo de los BRICS, un factor que habría permitido instalar la política y los intereses de Washington en el corazón mismo de sus mayores rivales.Pero no han conseguido ni una cosa ni la otra. La impresionante movilización en calles, plazas, barrios, pueblos y fábricas de las bases del PT y de las otras fuerzas de la izquierda brasileña que le dan su apoyo, dieron el impulso definitivo en el tramo final de la campaña a la victoria del PT. Doce años de gobierno popular, patriótico y progresista han dotado al pueblo brasileño de una alta conciencia política de lo que estaba en juego. De lo mucho que todavía les queda por ganar, y de lo mucho que tenían que perder con la victoria de las fuerzas proyanquis.