SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Bloqueo: terrible belleza

Un paí­s que se cree saqueado por los polí­ticos observa que éstos son, además, incapaces de dar una salida al bloqueo institucional con sus actitudes indignas e infames.

Un país que se cree saqueado por los políticos observa que éstos son, además, incapaces de dar una salida al bloqueo institucional con sus actitudes indignas e infames. El descontento crece. Habrá un respiro en Semana Santa y luego llegará abril, el mes más cruel con sus lilas de tierra muerta, según el poema. Se ensayarán investiduras imposibles mientras se estará dañando el prestigio de España y el de los partidos, no sólo el del PP; también el del PSOE y el de Podemos. Un dirigente de la izquierda resume así el panorama: «Hay dos cadáveres que nadie se atreve a enterrar y un César herido. El gesto de Pablo Iglesias lo pagará muy caro. En los partidos el dirigente no debe hacer nunca la purga, para eso está el ‘número dos’. El líder carismático no puede ser el líder orgánico». Pablo ha reaccionado ante las fracciones como un bonapartista vallecano: culpa a la cizaña sembrada por los poderes fácticos. «Nos van a dar, pero bien», reconoce, y achaca la división interna a que el enemigo «quiere desgastarnos al atacar aquello que nos diferencia del resto de los actores: la unidad y la belleza de nuestro proyecto político». Como en el poema todo ha cambiado y ha nacido una terrible y peligrosa belleza.

Una diputada me habla desde el ascensor que sube al bar del Congreso y explica las divisiones de Podemos originadas por sus novatadas en el desarrollo institucional: «Son buenísimos -dice- en los platós, en la calle, en la tribuna, en el trabajo de barrio; y son malísimos en el comportamiento burocrático, no saben qué hacer en el desarrollo de leyes o mociones; no saben moverse, carecen de ideas para el trabajo parlamentario».

Y luego está el Parlamento, también en crisis. Desde La ‘reina Castiza’ hasta nuestros días al Parlamento lo han humillado varias veces, con caballos o tricornios, pero ahí seguía como la esperanza y el diván de la nación. El recién nacido era el Congreso de la esperanza, la triunfal XI Legislatura: más mujeres, más jóvenes, más universitarios, más pluralismo, más vivo con un presidente que no milita en el partido mayoritario. Era una Cámara Baja ya no configurada en torno a las dos fuerzas hegemónicas, con partidos nuevos nacidos en la calle. Pero apenas empezaron las sesiones, el torpe presidente Patxi López -que una vez fue ‘lehendakari’ con el apoyo de la fuerza que ahora detesta- amenaza con llevar al Gobierno al Tribunal Constitucional, y habla de un conflicto de Estado por la negativa de la mayoría del PP a someterse al control parlamentario. En vez de controlar al Ejecutivo lo amenaza. Los diputados más responsables piensan que, efectivamente, eso de que un Ejecutivo no se deje vigilar parece responder a que padece una alucinación absolutista. El Gobierno dice como Ulises que no es nadie, y le contestan que sí es alguien, y la prueba es que tiene una silla esperándole en Bruselas. El Gobierno existe y la oposición también, pero ya no actúan como instituciones, sino como candidatos a unas peligrosas elecciones.