Aunque perteneciente a la generación del 98, fue repudiado por ésta al ser el único escritor de su época que consiguió dinero y fama internacional con sus obras.
Se puede afirmar, sin temor a la exageración, que todo en la vida de Vicente Blasco Ibáñez, y no sólo su producción literaria, fue de novela.
Nacido en el valenciano barrio del Mercat, Blasco Ibáñez curso estudios de derecho en la Universidad de Valencia, aunque en realidad nunca llegó a ejercer. Muy pronto su actividad se dirigió al periodismo, la novela y la agitación política.
Tras asistir como espectador a las turbulencias cantonalistas que sacudieron, y arruinaron, la Iª República, a los 16 años funda su primer periódico que tuvo que poner a nombre de un amigo al ser menor de edad.
Es en esta misma época de estudiante cuando participa y encabeza una febril agitación republicana y anticlerical encabezando los enfrentamientos de sus seguidores, armados de palos y porras, con los fieles que a altas horas de la madrugada seguían al párroco para cantar el rosario de la aurora. «Todo en la vida de Vicente Blasco Ibáñez, y no sólo su producción literaria, fue de novela»
Escritor prolífico y agitador político infatigable, antes de los 35 años ya ha escrito lo mejor de sus novelas, tanto de carácter costumbrista, casi impresionista podríamos decir, y de tema social: Cañas y barro, La barraca, Flor de Mayo, Entre naranjos, Arroz y tartana, La catedral, El intruso, La bodega, La horda,…
Al mismo tiempo ha fundado ya dos periódicos, la Bandera Federal y El Pueblo, donde edita muchas de sus novelas en la forma entonces habitual de folletines por entregas y despliega una incesante labor de expansión del republicanismo y el federalismo.
Muy pronto, su estilo apasionado, radical, festivo y algo barroco conecta y prende en el espíritu mediterráneo de grandes sectores de la población valenciana, convirtiéndose en el político más popular de Valencia y en el más temido por sus rivales al ser el único capaz de arrastrar a miles de personas en sus convocatorias. Como resultado, fue elegido en varias ocasiones, entre 1898 y 1907, diputado al Congreso. Y no lo fue en más ocasiones porque en 1908 renunció a su acta, decidió abandonar la vida política institucional e instalarse en Madrid.
Pero mientras tanto fue capaz de crear un auténtico movimiento de masas republicano en su provincia natal cuya base principal fueron el nuevo proletariado industrial que empezaba a surgir y el amplio artesanado existente todavía en la región. Con la creación de siete casinos republicanos distribuidos estratégicamente, a los que había que añadir el casino central de la ciudad de Valencia, donde llegó a funcionar incluso una Universidad Popular, sentó una sólida base organizativa donde “la gente de ideas avanzadas, enemigos de los curas y partidarios de la república social” se reunía, debatía y podía responder ágil y rápidamente a las convocatorias de Blasco Ibáñez para manifestarse. Que no eran pocas, pues los casinos republicanos, inspirados en los principios defendidos por Rousseau de que la soberanía pertenece al pueblo, y éste no debe delegarla sino ejercerla allá donde sea necesario, en las instituciones políticas y en la calle, estaban en permanente tensión y dispuestos a echarse a la calle cada vez que eran convocados.«»Ningún otro escrito español ha conseguido como él que sus novelas hayan sido llevadas a la gran y pequeña pantalla»»
La radicalidad de sus ideas y acciones políticas le llevaron a tener numerosos problemas con la justicia caciquil de su tiempo. En tres ocasiones fue condenado a penas de prisión. La primera por encabezar una manifestación contra una expedición de peregrinos que se dirigía a Roma. La segunda por manifestarse contra la guerra de Cuba al grito de “ricos y pobres a Cuba”, exigiendo que los hijos de la familias adineradas que se libraban de ir a la guerra pagando una determinada cantidad de dinero fueran reclutados forzosamente como el resto de jóvenes enviados a morir a los pantanos y montañas cubanas. Tuvo que huir a Italia lo que no le evitó, a su regreso, escapar de prisión. La tercera por organizar un amplio movimiento contra la monarquía, haciéndola responsable del desastre de Cuba.
En este mismo período amplia su faceta de editor creando la editorial Prometeo, donde publica desde clásicos como Aristófanes, Shakespeare o Quevedo hasta lo mejor de la literatura y la ciencia modernas como Zola, Víctor Hugo, Gorki, Dostoeiwski, Allan Poe, Jack London, Darwin o Marx.
Éxito internacional
Durante su estancia en Madrid conecta con lo mejor de la intelectualidad progresista del momento apoyándose en sus dos grandes amigos Joaquín Sorolla y Mariano Benlliure. Su fama hace que en 1909 le contraten para una amplia gira de conferencias por Chile y Argentina, país donde pondrá en práctica una de sus múltiples, y en ocasiones descabelladas, aventuras. La feracidad de las tierras argentinas le llevó a idear el colosal proyecto de comprar con su dinero miles de hectáreas en las provincias de la Patagonia y el Río Paraná, trayendo de Valencia cientos de campesinos arroceros que las arrendarían durante diez años y después podrían convertirse en sus propietarios con los beneficios que obtuvieran. El proyecto fue un fracaso absoluto que llevo a Blasco Ibáñez a la ruina. Sin embargo, los labradores que fueron con él se quedaron y hoy las dos colonias que fundó son el principal granero arrocero de Argentina.
Blasco Ibáñez abandonó la empresa, pero en vísperas de la Iª Guerra Mundial, no regresa a España sino que decide instalarse en París. Allí elabora infinidad de crónicas sobre la guerra asistiendo en primera línea al frente. Y de esa experiencia nace el que sería su mayor éxito, la novela Los cuatro jinetes del Apocalipsis, que le daría dinero, fama y reconocimiento internacional.
Ningún otro escrito español ha conseguido como él que sus novelas hayan sido llevadas a la gran y pequeña pantalla, en EEUU, Francia o España. Dos versiones de Hollywood de Los cuatro jinetes, tres de Sangre y Arena, La Horda, Cañas y barro, La barraca, Entre naranjos, Mare Nostrum, Arroz y tartana,…