Editorial

Bipartidismo sobre Venezuela

Aunque Venezuela sea un arma arrojadiza entre PP y PSOE, ante este tema hay un consenso fundamental, tanto como en los viejos tiempos del bipartidismo perfecto.

Como si fueran los ojos del Guadiana, un elemento arrojadizo acaba de reaparecer -tras llevar quizá más de un año desaparecido- en la arena política española, a la que no le faltan trastos que tirarse a la cabeza. Se trata de Venezuela.

Venezuela es un tema tan periódicamente recurrente en la balística parlamentaria, especialmente en la de la derecha, que ante la noticia de que el gobierno va a crear la comunidad autónoma número dieciocho -una mera herramienta administrativa para obtener permisos o licencias que valgan para todas las comunidades- muchos se han preguntado si es la que tiene como capital Caracas.

Venezuela ha vuelto con fuerza a los telediarios, a las tertulias y al debate en el Congreso después de que el gobierno de Pedro Sánchez haya concedido el asilo político al candidato opositor, Edmundo González Urrutia.

Una medida de gracia que venía siendo reclamada por el PP, pero contra la que ahora arremeten con saña, considerándola «un servicio a Maduro», mientras que Pedro Sánchez saca pecho y llama «héroe» al candidato opositor.

Todo ello dos meses después de que las accidentadas elecciones presidenciales hundiesen a Venezuela un poco más en su propio laberinto, con Maduro proclamándose presidente al mismo tiempo que el candidato opositor. Con unas actas electorales detalladas y pormenorizadas que casi dos meses después siguen sin aparecer. El Consejo Nacional Electoral achaca esta ausencia a un ataque informático, y la oposición, además de denunciar de «marioneta del gobierno» al CNE, dice presentarlas (el 83% de las mismas), proclamándose ganadora, a pesar de que esos documentos tienen abundantes indicios de falsificación.

Vaya por delante que desde estas páginas nos sumamos a la exigencia que ha hecho al gobierno de Maduro los presidentes de Brasil, Colombia o México, exigiendo que publique de manera pormenorizada, mesa por mesa, las actas electorales y que se cumpla con la voluntad de las urnas, haya sido la que haya sido. Y que ambas partes se comprometan a una “amnistía recíproca” para que quien perdió “las elecciones pueda continuar viviendo normalmente y seguir siendo candidato”. Todo ello acompañado del inmediato fin de las sanciones económicas que pesan contra Venezuela, impuestas desde hace más de una década por EEUU, y que asfixian gravemente a la economía del país, siendo la causa fundamental de la grave carestía que sufren gran parte de los venezolanos.

Pero volviendo a la política nacional, llama la atención lo rápido que el gobierno de España ha aceptado el asilo político de Edmundo González, mientras se lo han denegado a un activista saharaui retenido diez días en el aeropuerto de Bilbao. El joven será deportado a Marruecos y detenido por el régimen alauita en cuanto pise tierra. Por no hablar de las ‘devoluciones en caliente’ que se practican en las vallas de Ceuta y Melilla. ¿Entonces hay una política de asilo premium?

También llama la atención que, aunque Venezuela sea un arma arrojadiza entre PP y PSOE, aunque los populares hayan logrado -mediante el apoyo de Vox y del PNV- que se apruebe en el Congreso una moción que reconoce a Edmundo González como presidente electo… en realidad ante este tema hay un consenso fundamental, tanto como en los viejos tiempos del bipartidismo perfecto.

Y esto es así no por Venezuela, sino por quien realmente persigue un cambio de gobierno en Caracas. Ante este tema PP y PSOE -como también Vox y el PNV- sintonizan la misma emisora, la de los Estados Unidos de América.

No es por los intereses nacionales, ni por razones humanitarias o por un compromiso con la democracia. España puede convertirse en la nueva Miami para la derecha y la ultraderecha venezolana… porque así lo dictan los intereses de Washington.