En la era post Trump, la OTAN se “reinicia y actualiza” para adecuarse a la nueva política norteamericana, el multilateralismo hegemonista de Joe Biden. Una política exterior que pone un especial énfasis en formar una amplia coalición de aliados y vasallos de EEUU para confrontar a los enemigos geopolíticos de la superpotencia, en especial China y Rusia. Una nueva línea imperial donde la Alianza Atlántica tiene un papel más relevante que nunca. Así se ha podido ver en las últimas reuniones de la OTAN.
Reunido con sus aliados de forma telemática, el nuevo presidente norteamericano subrayó a la Conferencia de Seguridad de Múnich la renovada importancia que para su administración pasa a tener la OTAN. «Estados Unidos está de vuelta. La alianza transatlántica está de vuelta».
Biden llamó a sus aliados a prepararse, junto a EEUU, para una “dura competencia estratégica a largo plazo con China”. «Debemos hacer frente a los abusos económicos del gobierno de China y a la coerción que socava los fundamentos del sistema económico internacional”, dijo Biden a los mandatarios europeos, pero este debe ser un trabajo mancomunado, subrayó una y otra vez. El norteamericano también insistió en «afrontar la temeridad de Rusia y su pirateo de redes informáticas en EEUU, en Europa y el mundo para proteger los retos de seguridad colectivos”.
El reforzado papel que tiene la OTAN y el vínculo transatlántico para la nueva política imperial ya había sido señalado en la videoconferencia de ministros de Defensa de la OTAN, donde el secretario general, Jens Stoltenberg, insistió en la necesidad de redefinir las prioridades estratégicas de la Alianza, diseñadas en 2010, y que «no tiene en cuenta ni el aumento de la capacidad militar de China ni la concepción de Rusia como adversario». «Europa y Norteamérica deben defender el orden internacional, que está siendo desafiado por potencias autoritarias», dijo.
Mancomunar el despliegue militar al servicio de Washington.
Durante los últimos años, un tema ha crispado los debates en la OTAN. La exigencia, lanzada durante la presidencia de Obama en 2014, pero exigida de forma intransigente durante la presidencia de Trump, de que los aliados debían incrementar sus gastos militares hasta el 2% de sus respectivos PIB. Desde entonces, los países europeos llevan siete años consecutivos aumentando sus presupuestos de Defensa. Stoltenberg destacó el progreso realizado, aunque aún está lejos de llegar al cupo impuesto desde EEUU: solo 10 de los 29 países pagan su cuota del 2%.
Buscando ampliar los recursos financieros de la OTAN, y al mismo tiempo reducir las resistencias y tensiones internas, Stoltenberg ha lanzado una propuesta. A partir de ahora el coste de las operaciones militares, de sus efectivos y del material usado en casa misión -asumidas ahora por los aliados que participan en ellas- se mutualizarán entre todos los miembros de la OTAN mediante un aumento de las aportaciones a la «caja común» de la Alianza. Esta medida beneficiará, por ejemplo, a los miembros de la OTAN que tienen tropas y medios desplegados en el este de Europa y el Báltico, frente a las fronteras rusas.
Así, “la mutualización de la factura de las operaciones y las maniobras tendrá importantes ventajas”, dijo Stoltenberg a los ministros de Defensa de la OTAN. Contribuirá a mejorar el reparto de la carga económica de la defensa europea, y animará a los aliados a participar más a menudo en las operaciones conjuntas. Servirá para engrasar un mayor encuadramiento de los vasallos en los planes de guerra de EEUU.
El banquete militar será más caro y la OTAN podrá desplegar más fuerza, pero se pagará «a escote». La zanahoria antes que el palo, pero para conseguir el objetivo: que el conjunto de aliados aumenten los fondos para el super-aparato militar que sirve a los planes del Pentágono. Para esto sirve el “cambio de tono” de la administración Biden.
La OTAN nunca se fue, pero ahora vuelve con fuerza
El poder militar de la superpotencia es el elemento fundamental que le permite conservar su hegemonía. Ni siquiera en los momentos en los que estuvo más cuestionada por Trump, la OTAN dejó de ser un elemento imprescindible en la arquitectura del poder hegemonista de EEUU. Si bien EEUU aporta el 70% de su presupuesto, tomando los datos de 2019, el gasto militar conjunto de la Alianza Atlántica (984.234 millones) supone más de la mitad, el 51%, del gasto militar global.
La OTAN es la más importante de todas las alianzas militares que EEUU mantiene en el mundo, pero no es la única. Washington ha establecido firmes relaciones militares bilaterales con otros países del mundo que los transforman en gendarmes y peones militares del hegemonismo, y que desempeñan un papel decisivo en el dominio de áreas claves del mundo: Israel, Arabia Saudita o Egipto en Oriente Medio; Japón, Corea del Sur o Australia en el Pacífico, etc… Si sumamos el gasto militar de EEUU junto al de sus aliados más estrechos en el terreno militar, tenemos una suma que representa más del 65% del gasto militar total mundial.
Foto 1: El presidente norteamericano Joe Biden, dirigiéndose por videoconferencia a sus aliados en la Cumbre de Seguridad de Múnich. A la derecha, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg