Hoy el terror se ha cebado con nuestro pueblo, con nuestra gente. Hoy la barbarie terrorista ha golpeado Barcelona, hiriendo al pueblo de todas las nacionalidades y regiones de España. Hoy toda España pregunta a sus seres queridos de Barcelona si están bien, si necesitan algo. Hoy nuestro país entero se une en la entereza y en la convicción de que el terrorismo -que no es otra cosa que fascismo- ¡No pasará!
Las Ramblas estaban atestadas de gente a las cinco de la tarde del 17 de agosto. Ese es el escenario que han elegido los terroristas de ISIS para perpetrar su abyecto crimen, atropellando con una furgoneta a la multitud, segando brutalmente más de una docena de vidas y dejando un reguero de dolor y heridos. Desde estas páginas queremos expresar nuestra más tajante condena y nuestra más fraternal solidaridad con las víctimas, con sus familias y amigos, así como con todo el pueblo de Barcelona.
Para los comunistas, el terrorismo es fascismo, venga de donde venga y se disfrace de la justificación que quiera, sea política o religiosa, sea con cruces gamadas, con hachas y serpientes o con banderas de califatos integristas. El terrorismo y su obscena base de principios -basada en que «el fin justifica los medios»- nunca ni ha sido, ni será, un arma «de los pueblos» para «su lucha contra la opresión». Nada, absolutamente nada, justifica el uso del terror y de la matanza ciega para conseguir objetivos políticos.
No van a pasar. No van a conseguir que la sociedad española -y menos la de la abierta, progresista y cosmopolita Barcelona- dé ni un paso atrás en sus valores democráticos, en sus deseos de libertad, de convivencia y de respeto intercultural. Barcelona les derrotará y toda España estará detrás empujando y haciendo esa victoria de todos.
Pero para derrotar al terror es preciso -y más en momentos de dolor y confusión como estos- empuñar el arma de la memoria. El terrorismo, aunque perpetrado por individuos fanáticos, siempre acaba sirviendo para encuadrar a los pueblos -por el miedo o por el odio- en los abyectos planes de los centros de poder mundial. El terrorismo siempre es «de Estado», siempre sirve en última instancia para hacer avanzar oscuros y subterráneos intereses y proyectos de grandes potencias mundiales y de poderosas clases dominantes.
No conocemos los detalles, no tenemos acceso a ellos. Pero sí sabemos el contexto. El propio Periódico de Catalunya ha revelado que hace dos meses la inteligencia norteamericana avisó a los Mossos de que Barcelona -y en concreto las Ramblas- podía ser escenario de un ataque terrorista como el que se ha producido esta tarde.
El atentado de Barcelona es la horrenda continuación de la salvaje cadena de crímenes que vienen golpeando Europa en los últimos años: París, Niza, Bruselas, Berlín, Londres… En todos ellos, los fascistas de la yihad han tratado de acuchillar con terror el corazón de los pueblos europeos. Todos ellos se han saldado con un mayor encuadramiento de los Estados de la UE en la estructura militar de la OTAN y en los planes de guerra del Pentágono.
El ataque a Barcelona se produce en un momento en el que los EEUU de Donald Trump están exigiendo a sus aliados europeos un mayor esfuerzo militar en la “cruzada contra el terrorismo” yihadista en Oriente Medio y el Norte de África. Sobre la mesa de la ministra de Defensa, Maria Dolores de Cospedal, está la petición norteamericana de que España vuelva a enviar tropas a Afganistán.
En estas horas de duelo y congoja -en las que lo principal debe ser volcar la solidaridad y la unidad de toda España con el pueblo de Barcelona, con las víctimas y sus familias y amigos- debemos estar vigilantes ante las maniobras con las que los centros de poder mundial van a intentar aprovechar el dolor y la indignación de toda España para hacer avanzar sus proyectos.
No, no pasarán. El terror y sus amos no van a pasar. Nuestra unidad les hará fracasar, la misma unidad que se levantó en todo el país tras los negros ataques de Atocha. Si entonces, como en 1936, millones de voces clamaron “¡madrileños, Cataluña os ama!”, ahora es el momento de reforzar desde toda España los innumerables lazos fraternales, los poderosos vínculos de afecto, los hilos de aire irrompible que nos unen y nos fusionan con Barcelona.