Inaceptable. Las amenazas de muerte a líderes políticos deben ser investigadas y perseguidas por la justicia. Totalmente condenable. Inadmisible en democracia. Todas las fuerzas políticas unidas para denunciarlo y apoyar a los amenazados.
Nuestro apoyo personal a Fernando Grande Marlaska, ministro del Interior, a María Gámez, directora general de la Guardia Civil y a Pablo Iglesias, secretario general de Podemos. Y a sus familias. Y a la gente que sufre cuando se les ataca.
Nuestro rechazo y repugnancia hacia los que no solo no denuncian estas intolerables amenazas, sino que las blanquean y con absoluta desfachatez las utilizan para volver a atacar a las víctimas.
Sin embargo, en España no hay peligro de fascismo. No estamos en una situación donde exista un riesgo de golpe de Estado. El fascismo y los que defienden posiciones fascistas son repudiables y deben ser denunciados. Pero no son en este momento la amenaza principal para el país y las clases populares. Los de arriba tienen el control de la situación, y no necesitan utilizar el terrorismo de Estado para conseguir sus objetivos.
Entonces, ¿por qué tanto ruido ensordecedor, elevando el volumen de la “crispación”, que tapa el ruido de los asuntos que verdaderamente van a decidir nuestras vidas?
El problema que tenemos se llama Comisión Europea, o grandes bancos y monopolios alemanes, que nos exigen recortes inapelables para recibir las ayudas hoy imprescindibles. Quieren imponernos cambiar las pensiones para rebajarlas y privatizarlas, modificar la reforma laboral para hacerla todavía más dura para los trabajadores, revisar el sistema fiscal para ponerlo más a favor de los más ricos. Estos son los peligros que realmente amenazan nuestro futuro. Este es el ruido real que oculta el ensordecedor ruido de la “crispación política”.
Los que viven en las grandes ciudades en España conocen bien el ejemplo de los trileros. Roban a los que están delante jugando con la bolita. Pero el verdadero negocio, su auténtico objetivo, es robarle la cartera a los que están en segunda o tercera fila y han bajado sus defensas para contemplar el espectáculo. Los de la bolita son el señuelo.
Hay que denunciar lo intolerable, tajantemente y sin fisuras. Pero el peligro real que nos amenaza no es el fascismo, son los recortes y el sufrimiento y dolor que provocan en la inmensa mayoría, en los más desfavorecidos.