Un partido de extrema derecha -el Partido de la Libertad (FPÖ)- gobernará Austria junto a la formación ganadora de las elecciones, el conservador Partido Popular Austríaco (ÖVP) liderado por Sebastian Kurz. Se configura un ejecutivo que servirá de laboratorio para el resto de partidos ultras del resto de Europa.
Austria tendrá un gobierno de corte inequívocamente reaccionario, entre la derecha y la ultraderecha: de los 16 miembros del nuevo Ejecutivo, nueve son del ÖVP y siete del FPÖ.
Aunque en la actualidad -al igual que otros partidos semejantes, como el Frente Nacional francés o Alternativa para Alemania (AfD)- el ultraderechista Partido de la Libertad (FPÖ) haya aprendido a moderar sus expresiones y a dulcificar su mensaje, su pasado no puede ocultarse. Fundado tras la II Guerra Mundial por un exoficial de las SS, el FPÖ tiene una larga trayectoria de defensa de los valores ultras en Austria, y fue la primera formación -con su antiguo líder Jörg Haider, muerto en accidente- en acceder al gobierno de Viena, con un 27% de los votos en 1999, colocando como vicecanciller a Susanne Riess-Passer. El lider actual del FPÖ, Heinz-Christian Strache, también tiene un largo historial policial por su pasado en movimientos neonazis.
En el año 2000, un gobierno del Partido Popular austriaco con una vicecanciller ultra -aunque desató airadas protestas por parte de Israel y de varios gobiernos de la UE- no dejó de ser una extravagancia en un marco de Estados europeos gobernados por un sólido tándem bipartidista conservador/socialdemócrata. Pero hoy esa fórmula bipartidista se encuentra en crisis en toda Europa, especialmente por la debacle de la socialdemocracia.
Existen sectores -minoritarios pero tangibles- de las clases dominantes europeas que respaldan el auge de la extrema derecha. Ven en el mensaje anti-UE de estos partidos una oportunidad de cuestionar el diktat de Berlín, que tiende a subordinar sus intereses a las directrices de Bruselas. Y aprecian en su ideología ultrareaccionaria, xenófoba y anti-islam una útil herramienta para enfrentar y dividir a sus pueblos y para fomentar el racismo como palanca de la super-explotación de la clase obrera inmigrante.
En este último empeño, el propio partido del gobierno ha ido haciendo suyas las consignas del FPÖ. El ministro de Asuntos Exteriores austriaco -del VPÖ- se vanagloria de haber cerrado la ruta de los Balcanes a los refugiados sirios. La campaña del ahora presidente Sebastian Kurz -tan joven como reaccionario- ha centrado su propaganda contra el «Islam político», y propone que se sancione a los migrantes que se nieguen a participar en los cursos de integración en las escuelas.